Viven parecidos a nuestros amerindios, pero tienen ojos azules y proceden de Europa

Written by on 10/03/2021 in Cronica, Literatura - No comments
Literatura. Crónica.
Por Mario Blanco.

Familia menonita. Cortesía del autor.

Hace unos días terminé de reseñar el libro Azteca, de Gary Jennings, y actualmente leo La Conquista de la Nueva España, de Bernal Diaz del Castillo. Dentro de este maremágnum de información sobre la vida de los indios americanos de aquellos tiempos, a menudo nos llega información de la vida actual de algunas comunidades indias en nuestra América, que aún se alejan de la civilización y desean tener su vida clásica apartados del desarrollo de este mundo, que a nosotros nos parece adecuado, confortable, por todo el adelanto de la ciencia, la cultura, etc, que permite por ejemplo, gracias a la ciencia médica alargar y proteger nuestras vidas. Quizás nos resulte un poco incomprensible ese modo de vida de los amerindios, para nosotros arcaico, debido a la diferencia étnica, e idiosincrática, pues  hoy nosotros portamos, en la gran mezcla que somos, o dicho en  lenguaje arquitectónico, nuestra civilización es como un eclecticismo de europeos con africanos, americanos y asiáticos, en fin todos los continentes mezclados, pero siempre con el ojo puesto en el horizonte del desarrollo, y la forma primitiva de vida de aquellas civilizaciones que por mucho que la hemos estudiado nos resultan difícil de aceptar y entender. Pero la médula de esta crónica va por otros lares, queremos referirnos a un grupo de origen europeo, blancos de ojos azules, descendientes de la raza “aria”, como quiso privilegiarla Adolfo Hitler, y que aún hoy en día, una gran parte de ellos quieren vivir ajenos a la TV, los teléfonos, la música, la electricidad y casi todas aquellas cosas que a nuestro juicio nos hacen la vida más viable y placentera, sin más, me refiero a  los menonitas.

Primero un poco de historia. El nombre proviene de Menno Simons (de Menno viene el menonita), un sacerdote católico del siglo XVI que decidió defender a los entonces llamados anabaptistas, que era un grupo escindido de los protestantes. Ellos estimaban, entre otros hábitos, que el bautizo debía ser a los adultos. Esta comunidad procedía del norte de Suiza y de Alemania. Con el tiempo fueron adoptando otros conceptos como el de la vida sencilla y ante todo ser muy pacifistas. En esa época fueron rechazados por católicos y los protestantes partidarios de la Reforma, y fueron emigrando a Rusia y Polonia durante el siglo XVII y más tarde a USA y Canadá, en los siglos XVIII y XIX, hablan el bajo alemán, aunque aprenden la lengua del lugar donde se encuentren. De aquí, siguiendo su filosofía de una vida sencilla generalmente de agricultores, con dogmas muy fuertes sobre el estudio de la Biblia, el respeto familiar con una amplia descendencia y una educación interna comunitaria hasta los 13 años, rechazando las guerras y desde luego el servicio militar, fueron más tarde segregándose por América, donde hoy prácticamente hay descendientes y representantes en casi todos los países del Caribe y América, así como en todos los continentes, con una población aproximada de dos millones, de ellos 530 mil en África y 1, 125, 000 en América.

Hoy viendo los diversos programas que disfrutamos por la TV, quedé anonadado con un reportaje sobre una familia menonita completa que emigró, desde Belice al Perú y a la selva amazónica. Se relata y muestra la vida de ellos en Belice, donde incluso poseer un celular para algún miembro es motivo de expulsión de la comunidad por sus rígidas normas. Muestran la forma de vestirse de hombres y mujeres y la ocupación que tiene cada grupo con un orden y respeto extraordinario, y el apego a sus costumbres tradicionales, a mi juicio rayando con el fanatismo. La familia que emigra es un matrimonio con siete hijos, decide emigrar a otra comunidad en el Perú por la pobreza que ya reina en Belice, venden y rematan todas su propiedades, por primera  vez todos los miembros de la familia, con hijos ya de unos veinte años los mayores, toman  un avión, luego desde Lima un bote por el río durante dos días de navegación, y más tarde en equipos automotores se adentran en el monte y, al llegar al lugar, el padre y guía absoluto, explica de forma entusiasta su contentura de estar allí, y como construirá su casa y el área que empleará para cultivar y llevar como hasta ahora su vida aislada y puritana.

Repito, nos resulta bastante incongruente ver cómo, aún en la actualidad, con el desarrollo que ha alcanzado la sociedad, haya grupos, insisto, provenientes del continente europeo, la joya de la civilización, con sistemas de vida semejantes. Y nada, así es nuestro mundo y nos queda, creo, mucho todavía por ver y conocer.

 

 

 

 

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About the Author

Mario L. Blanco Blanco, Santiago de Cuba, 1949. Ingeniero naval. Estudió en la Politécnica de Gdansk, Polonia. Trabajó durante algunos años en el Mitrans, organismo central en la dirección de inversiones. Durante el período del 1986 al 1989 se desempeñó como Presidente del Poder Popular del municipio Plaza de la revolución en Ciudad de la Habana. Trabajó luego en el sector marítimo de la Pesca. Fue director de la empresa de Tintorerías y Lavanderías de Ciudad de la Habana. Reside en Montreal, Canadá, desde 1997.

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