Literatura. Periodismo. Crónica.
Por Mario Blanco.
A esta ciudad francesa llegamos por ómnibus, Flexbus con Wifi, el día 5 de octubre, y a la estación vinieron a recogernos nuestros amigos Dominique y Aristico. A ella no la conocíamos, y a él, hacía más de 20 años no lo veía. Pero antes imposible no manifestar la satisfaccion por el paisaje, y aunque sea repetitivo en casi todos los tramos, lo expresaré, porque la tierra española es bella de verdad. Partiendo de Barcelona vemos el famoso “Pepino”, linda edificación. Al salir de la ciudad, triste pero cierto, notamos algunos, “llegaipón”, para los que no conozcan este término cubano, son casuchas improvisadas de cartón y zinc. Pasamos por Girona y otros pequeños pueblos antes de llegar a los Pirineos, que lo atravesamos por una garganta evitando las elevaciones. Vemos un enorme lago por la derecha, una extensa pradera, muchos viñedos, en fin, tierras que quizás se vean una vez nada más. Perpiñán, al costado de Andorra, Narbona, Montpellier hasta Toulouse, la ciudad rosa, conocida así por el color de sus ladrillos al agregársele sangre de res al barro utilizado, según la anécdota de aquellos tiempos.
En la tarde, visita a Toulouse, llevados de la mano de Dominique, quien posee un enorme dominio de la ciudad. Admiramos los puentes sobre el río Garonne, en especial el Pont Neuf, la Place du Capitole con el ayuntamiento, la Plaza Saint Pierre y la iglesia Saint Sermín, el monumento a los caídos de 1914, el arco del triunfo y la plaza Thomas Wilson que, aunque fue un presidente estadounidense, allí tiene su lugar como reconocimiento por ser un aliado de Francia durante la primera guerra mundial. Apreciamos, y Dominique nos explica, las arcadas de la Plaza del Capitolio y las pinturas en sus soportales que describen la historia de Toulouse. Admiramos la calle del Toro con su historia sobre el religioso Don Saturnino, quien fue arrastrado por un toro y de ahí su nombre. Imposible narrarlo todo, la rue de Metz en el centro de la ciudad, en la noche admiramos toda la ciudad desde las alturas de la coline de Peche David. Se dice que el nombre de Toulouse proviene de un rey visigodo llamado Tholus que tenía dos capitales, una era Toledo y la otra Toulouse. Cena en un restaurante libanés. Vamos a la cama a las 2:00 a.m.
Al siguiente día, camino a Carcassonne con su castillo de la edad media, siglo XIII, que se dice es uno de los sitios más visitados de Francia. Rumbo al castillo, Dominique nos habla de algo nunca escuchado por mí, y se trata del Canal du Midi, que une al río Garonne con el Mediterráneo, y de hecho se une así este mar con el océano Atlántico, bautizado con este nombre en 1789 durante la Revolución Francesa y es el canal navegable más viejo de Europa. También nos relata la historia del color pastel blue, un tinte azulado para las telas provenientes de la flor de la Cocagne, árbol característico de Toulouse que, durante el Renacimiento su comercio la convirtió en una ciudad rica. Antes de llegar nos deleitamos en el horizonte por la parte izquierda con la famosa Montagne Noire. Durante el trayecto también la vía está rodeada por ambos flancos de los famosos árboles, Platanes, al parecer provenientes de la región de Corbiers, nos relata nuestra francesa que Napoleón ordenó sembrar la orilla del canal y los costados de las carreteras con estos árboles, quizás por su belleza, pues él era un gran conocedor de las tareas del campo y de la flora francesa. Y qué decir del castillo, pues una obra monumental, con sus torres y murallas desde el cual se observa toda la ciudadela de Carcassonne. Es toda una fortaleza defensiva con los atributos de aquella época. De regreso almorzamos el famoso plato típico de la región, la apetitosa cassoulet, servido en cazuela de barro con las alubias especiales (frijoles blancos), pato confitado, chorizos y otros. Nada, que Toulouse fascina y Carcassone embelesa.
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