Literatura. Periodismo. Entrevista.
Por Manuel Gayol Mecías…
Nunca pensé que una historia policíaca, como ópera prima de un artista plástico, poeta, escritor y columnista de bienes raíces, como lo es Tony Ruano, pudiera insertarse en la literatura cubana, y en general la literatura en español en Estados Unidos, con tanto acierto, lucidez y valores literarios y jurídicos, como esta novela titulada Crimen en Lombard Street # 113, aun cuando no deja también de sorprenderme el hecho de ver en su título una intromisión del spanglish, cuando debería ser Crimen en 113 Lombard Street.
Esta narración de 220 páginas, publicada por eRIGINAL Books LLC, de texto bien editado por Magdalena Quijano, lo primero que entrega es una sorprendente lectura de lúcida literatura. Ruano nos asombra no solo por incursionar, por primera vez, de una manera tan fluida e inteligente, en el género policíaco, sino que nos va otorgando gradualmente una magnífica impresión, página por página, en el desarrollo de la trama y en la creación de una expectativa muy londinense; o sea, un suspense muy al estilo inglés, como si el estilo de Agatha Christie resucitara de la manera más feliz posible, incluso, en estos tiempos de oscura posmodernidad, digamos, en que este género ha sido más que agotado, trajinado por la novela negra, tanto en inglés como en español, y mucho más por el cine estadounidense.
Otra de las cosas sorprendentes en este libro es que fue escrito en Cuba hace 45 años, según me ha comentado el autor; y fue por una apuesta con un amigo que le dijo que él (Ruano) no se atrevía a escribir una novela policíaca donde el asesino se mantuviese oculto hasta las últimas páginas de la obra. De aquí que entonces Ruano le respondió que sí se atrevía y la escribió. Poco tiempo después la trajo a Estados Unidos y, al parecer, la engavetó para que se añejara.
- Palabra Abierta: ¿Cómo se dio esa apuesta con el amigo y por qué razón guardaste esta novela tantos años?
Tony Ruano: La apuesta fue algo casual, allá por 1969 ambos finalizamos de leer dos novelas policíacas y entonces surgió el desafío. Lo demás es historia: recogí el guante y escribí la novela. Si la tuve engavetada tantos años, fue porque estuve trabajando en ella hasta que no consideré que estaba apta para enfrentarla a la crítica. Solo entonces me decidí a publicarla.
Es válido citar la sinopsis de la novela en la contracubierta del libro, ya que es una descripción bien condensada por parte de eRIGINAL Books, que de una manera escueta pero precisa va al exacto centro de la historia:
El envenenamiento colectivo de todos los residentes en una casa de huéspedes rompe la magia de la noche londinense en la calle Lombard. Las investigaciones referentes al crimen, los detalles informados de toxicología, el intenso proceso judicial y sus resultados, mantienen a los ciudadanos y a la prensa londinense expectante a los acontecimientos.
Los diálogos están bien estructurados, bien pensados y bien escritos. Son diálogos al mejor estilo clásico de contar historias, como los podría escribir cualquier buen escritor de los años 20, 30 o 40 del siglo pasado, sin ningún tipo de intención técnica para impresionar al lector. Sin embargo, descubrimos que aun en estos tiempos —en los que ya hemos visto toda clase de técnicas literarias, toda clase de sortilegios de redacción— el diálogo, por ser inteligente y contribuir en específico con el suspense de la novela, puede ser estimulante y receptivo para el lector.
2.- PA: Tus diálogos, Ruano, están cruzados de tecnicismos legales y de informes de investigación; a no dudar, reflejan una cortesía y una forma de expresión muy inglesa—aun cuando la novela es en español—, ¿es esto debido a que Crimen en Lombard Street #113 la escribiste 45 años atrás, o es que te ubicaste en la forma de ser de los británicos en aquellos tiempos que, de alguna manera, recuerdo con cierta característica de un hacer y decir en cámara lenta? ¿Nunca tuviste temor de que el lector hispano rechazara la novela debido a una dinámica de lentitud?
TR: No. La duda jamás me asaltó al respecto. Siempre he considerado que la dinámica está vinculada a la intensidad de la trama. Si mantienes al lector interesado le llevarás de la mano sin importar la velocidad de la acción en el discurso.
Es cierto que el tratamiento de la imagen visual en el cine británico, hoy en día, ha ganado mucho ritmo para que una cineaudiencia, acostumbrada a la acción visual estadounidense de Hollywood, pudiera asimilarla. De cierta manera asimismo sucede en la literatura, en la que el ritmo no decae debido a la intriga y a la verosimilitud que va haciendo que el lector no se desprenda de cuatrocientas y hasta seiscientas páginas, como en realidad se ve en los best sellers norteamericanos y de cualquier otra nacionalidad.
3.- PA: ¿Cuándo te propusiste escribir esta novela, tú que eres cubano y, por tanto, de un ritmo psicológico caribeño, algo así como trepidante, a la hora de publicar esta novela en la actualidad sentiste duda en la recepción de lectura que fuera a tener?
TR: Siempre tuve la certeza de que la novela iba a gustar. La intensidad de los diálogos, así como la cantidad de personajes que intervienen en la obra, exigen al lector un ritmo de lectura intenso, el cual facilita la comprensión de los hechos. Hay obras en que puedes saltar capítulos sin perder detalles de lo que ocurre. En Crimen en Lombard Street #113 no sucede así, la trama es tan compacta y bien urdida que cualquier distracción que tenga el lector, durante la lectura, le obligaría a regresar páginas atrás para retomar el curso de la obra.
Una cuestión que llama la atención es que la novela no desarrolla un personaje determinado que pudiera actuar como héroe, o simplemente un protagonista aun cuando se le quiera ver como antihéroe, como quizás pueda ser el caso de las novelas de Leonardo Padura, en Cuba, o un investigador privado, o algún otro personaje en el que recae toda la atención de la historia. Yo veo esta falta de papel protagónico como algo muy original y arriesgado de tu parte. El hecho es que yo siento en la novela que el protagonista son todos. Todos son sospechosos y todos fueron envenenados. Y esto lo considero esencialmente novedoso.
4.- PA: ¿Cómo es posible que pueda existir un asesino si la narración, los datos y supuestas pistas que das sobre los efectos toxicológicos del arsénico deberían estar relacionados con alguien fuera de esta casa de huéspedes pero que nunca ha salido en la novela?
TR: Siempre he pensado que para esconder algo lo mejor es exhibirlo ante la vista de todos, y eso precisamente hice en la novela. Una vez que el lector se encuentra con el asesino comprende que en todo momento este jugó un papel protagónico en el crimen, y que las pistas para descubrirlo siempre estuvieron al alcance de su mano. La ausencia de un protagonista en particular está vinculada con mi forma de escribir y ver las cosas. No creo en superhéroes ni en sucesos individuales, para mí todo forma parte de una combinación de elementos, como lo es la vida misma, todo es causa y efecto; y a pesar de que la novela es una obra de ficción quise darle un toque realista a la investigación y al proceso, tal como ocurre en la vida misma.
Otra cosa que me admira de tu novela, desde la perspectiva del narrador, es que parece siempre intentar ser omnisciente, muy al estilo de los principios del siglo pasado, no obstante viene a ser un narrador objetivo que nunca llega a meterse dentro de la mente de ninguno de los personajes. Esto indica ser un recurso muy bien logrado para crear la intriga. Este narrador relata de una manera escueta, sólida, una acción detrás de la otra y en oraciones cortas o no muy largas. Lo que hace que todo pueda interesar en esta historia. Toda acción, todo dato de cualquier personaje puede ser una pista. En este sentido se descubre en la narración la madurez de un autor que sabe lo que quiere, y es mantener al lector totalmente expectante.
5.- PA: ¿Estuviste consciente de este recurso para otorgar expectativa a medida que escribías o realmente el espíritu de la historia, compuesto por la acción de todos los personajes, te fue diciendo cómo hacer las cosas?; ¿te dejaste llevar por lo que te pedía la misma novela o tú la manejaste todo el tiempo al estilo de un demiurgo?
TR: Manejé todo el tiempo el estilo. Siempre he considerado que el papel de un narrador, en una obra literaria, es narrar los hechos. A la vez que el narrador cruza esa fina línea y pretende conocer el pensamiento íntimo de los caracteres, la obra se convierte en un monólogo. Desde luego, existen momentos específicos en los cuales se hace imprescindible reflejar el pensamiento de uno u otro integrante de la trama, a través del narrador, pues no existe otra forma de hacerlo; he ahí donde caminas por el filo de la navaja y tienes que demostrar tus aptitudes.
Un último tema que quiero abordar contigo en esta entrevista es el hecho del jurado. Aquí hay como una especie de cambio, de giro de 180 grados en la narración, porque tomas las perspectivas de cada uno de los doce jurados, y creaste como una especie de juego, en la que cada uno se iba identificando con el proceso que habían acabado de presenciar y estudiar, y donde cada uno va pensando y obteniendo sus propias conjeturas, para siempre terminar en la misma conclusión. De modo que ahora estamos en presencia de un narrador omnisciente, pero al mismo tiempo manteniendo cierta proyección objetiva. Solo en determinados momentos de cada uno de los jurados, el narrador entra en la mente de los mismos. En mi caso como lector ello se ha constituido en un recurso fascinante.
6.- PA: Quizás esta pregunta pueda parecerte un tanto abstracta o de cierta insistencia psicológica, pero siempre me ha interesado todo lo que se relacione con la imaginación y la creación, por muy diversa e infinita que pueda ser, y se abre esta interrogación: ¿Cómo se te ocurrió este preámbulo del final? ¿Lo habías visto en alguna lectura tuya anterior? ¿Simplemente se te ocurrió para darle una mayor participación al jurado en la trama de esta historia? ¿O fueron los mismos personajes los que te exigieron que los trataras a cada uno de ellos de manera particular?
TR: Desde el principio me propuse darle participación a todo personaje que apareciese en la trama. Tanto el agente de policía que aparece al principio, y es el primero en encontrarse con la dantesca escena, hasta el secretario del juzgado, el policía que le alcanza el té a Mrs. Gautal —en la cárcel—, y la tía Annie, son personajes de poco brillo en la obra, pero no por ello dejan de tener un perfil sicológico que los caracteriza y humaniza. Con los jurados hice lo mismo, los presenté tal cual eran e hice conocer las motivaciones que afectaban sus vidas, así como los sentimientos que registraban al formar parte del proceso. Pude haber escrito capítulos enteros dedicados a cada uno de estos caracteres, pero creo en el poder de la síntesis, partiendo del axioma de que todo lo que no es absolutamente necesario sobra, sobre todo los adjetivos. Por eso es una novela corta.
Para terminar con este tema de los jurados, del culpable o los culpables y de la sentencia, en la que no termina la novela, debo añadir que estos momentos finales de la narración me suenan a cierto interés —ya de ti como autor— en criticar el mal uso que se hace aquí en Estados Unidos de la búsqueda de cada uno de los doce jurados, en que de cierta manera no son escogidos por sus profesiones ni especialidades, sino que hay una realidad azarosa en la constitución de los miembros de un tribunal, cualquiera sean. Mi pregunta:
7.- PA: ¿La constitución que hiciste del tribunal fue por casualidad, o esencialmente quisiste describir las profesiones y las maneras de pensar de cada miembro del jurado a modo de crítica, de poner el dedo en la llaga de un sistema judicial como el estadounidense y, por supuesto, como el británico, que es este último donde realmente se desarrolla Crimen en Lombart Street #113?
TR: Efectivamente, Manuel, ese es el principal motivo que me llevó a escribir la novela. Cuando niño, en Cuba, solía asistir a mi tío Julio en la verificación de las actas del juzgado municipal, ya que él era el secretario del mismo. Producto de ello, para mí un juez siempre fue alguien muy capacitado y lúcido, capaz de analizar con sicología, lógica, extrema cordura e imparcialidad cualquier hecho que se le presentase, por tanto quise plasmar una crítica sobre la posibilidad de exponer vidas de personas inocentes, al criterio de personas no capacitadas para tener poder de vida y muerte sobre un semejante. No digo que el sistema de jurado sea errado en su esencia, lo que planteo es que la forma de seleccionar sus integrantes es ilógica; al punto que puedo compararlo con la selección de un médico de medicina general, para practicar, en un paciente, una cirugía de corazón abierto.
En verdad se justifica perfectamente el hecho de clasificar tu novela y tus respuestas en esta entrevista como una grata sorpresa. Porque, en efecto, se demuestra que una novela, una obra literaria cualquiera sea, se puede escribir con éxito, sin importar la época ni el estilo, siempre y cuando sea hecha con el ingenio, la inteligencia y el aliento de las grandes obras.
Estimado amigo, gracias por esta entrevista para Palabra Abierta.
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