Literatura. Crítica. Por Gustavo Catalán… Quería terminar de una vez, con cada madrugada y, sin embargo, todo empezó a cambiar tras la llamada. Su amante de muchos años, la Otra, accedió a acompañarle en el penoso duermevela tras garantizarle que no iban a encontrarse ambas siquiera en el pasillo. Su mujer dejaba el hospital a las ocho en punto y, media hora después, la querida tomaba el relevo nocturno.
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