Prosa varia de Diana Rosa Pérez

Written by on 25/03/2015 in Literatura, Relato - No comments
Literatura. Narrativa.
Por Diana Rosa Pérez…
Agujero negro
Prólogo

Demasiado floja para hacer daño. No es bondad, no se equivoquen los que me conocen, los que me quieren. La inconsistencia es una propiedad de mi espíritu: su sustancia. Cuando se tiene un espíritu inconsistente es como si en el pecho,  en la cabeza,  o en algún rincón de la carne, se tuviese un agujero negro, y entonces palabras como Odio, Amor, Deseo, Pasión, Placer, Crueldad, Traición,  Venganza, Acción, Fe,  por su peso, son atraídas por ese campo gravitacional invisible que anima la materia,  y al entrar en contacto con la oscuridad pierden su luz propia y se vuelven transparentes, y se quedan vagando de aquí para allá, y no las puedes encontrar porque no las ves, y si no las encuentras dejan de ser lo que realmente son: grandes emociones.

Como todos los seres de este mundo, tengo una historia ilimitada de tiempo; tengo también, como todos, una cronología por etapas. La fecha en que comenzó la etapa presente (no es el día que ustedes piensan, es nueve meses antes de…) mi espíritu salió a pasear y flotando tan ensimismado en su aburrimiento fue presa fácil de dos de sus semejantes. Luego en la prisión comenzó la transmutación, y aunque hubiese podido, por leyes naturales,  ser diferente a sus secuestradores, entiéndase que la sustancia es inmutable.

Nací cansada y aturdida, en terreno infértil (porque las tierras fecundas  no se regalan), y mi primer llanto fue el eco de la irrupción por primera vez hace millones de años del vacío ontológico en  la infinita posibilidad de la felicidad. Mi primera caída, la mueca de espanto del principito cuando, ya harto de cuidar su rosa sin que esta, aunque fuese por consideración, le dijese qué se esperaba de él, cayó despampanantemente de su asteroide; mi primera sonrisa, el grito de horror de Kafka cuando soñó que, en el mejor de los casos, podría ser él y no otro nombre, una cucaracha; mi primer diente, el espejo de toda la fealdad visible e invisible que me quedaría por ver; mi primer abrazo, brazos tristes sobre brazos tristes, sin carne, ni hueso, ni sangre para alimentar clavos; mi primera pregunta, un no bajo cadena perpetua; mi primer viaje, un trueque de pan viejo  por dinero; mi primera alegría, el miedo; mi primera certeza, ninguna; mi primer deseo, meterlo todo en una maleta y salir volando, sin llevarme, por supuesto; mi primer amor, el nacimiento de un pequeño monstruo con cola de rata, cuerpo de rana,  cabeza de rinoceronte y alas de buitre, su entrada insegura y penosa al baile en el palacio real; mi primer desengaño, la única razón de ser de mis secuestradores; mi primera traición, la convicción en las respuestas a preguntas trascendentales, los errores despersonalizados y convertidos burdamente en cobardías sociales. Y podría seguir hasta llenar 13870 cuartillas, pero no me parece soportable, mejor,  resumo la esencia: la voluntad de poder es una falacia; el poder ser (o no ser)  es una causa a priori y no existe algo en esta existencia  material que actúe  sobre él modificando su cualidad;  los hechos que nos definen no son más que sus axiomas tangibles, que en dependencia de la empatía con el entorno, llegan o no a conformar el  ciclo de retornos en función de la  ecuación  causa-efecto que nos representa en el espacio.

Y entonces, ¿quién me va a alabar… ni a juzgar?

 Caballos salvajes

Regresión

Sueño que muero la víspera de la felicidad y despierto como de un viaje a través del opio de mi conciencia. Todavía con los ojos hechos humo, veo caballos salvajes que vienen hacia mí, siento sus zancas en mi estómago y el dolor me brota de la boca para nunca más amanecer el día.

Cabalgo hacia la luz en una estampida de sensaciones y dejo de oír los ruidos que me definían infeliz. Trago mar y tierra, me harto  del mundo que me quiero llevar, respiro la rabia que nos hizo hombres, lloro la angustia de la finitud. Me persigno por la suerte de haber sido. Me esperan a la salida, un adiós  de carne y hueso se suspende eternamente en el segundo final de lo cognoscible, constelaciones de pasiones me hacen la reverencia. Me inundo en el cosmos del origen.

Jesucristo

 Homilía

Nunca amanece en este cuarto. Vivo aquí de mis homilías, en mi mente se traduce un mundo sin conexiones, sin interpretaciones ni limitaciones. ¡Oh Jesús!, que pese a tu mala suerte vas más allá de lo que un hombre quiere ser, ¿por qué vana ilusión desfiguraste tu imaginería? ¿por qué no fuiste Dios y no un payaso? Volvamos al éter, no seamos más perfectos e inteligentes; dulce resignación, alegría de flotar, suerte de no tener que pensar otro incesto. Dulce placer de vivir fuera de todas las mentes. Ven a mí, corta el hilo de lo perceptible, amarra la magia a mi cerebro, respira allí… seamos solo ideas.

Misterio
 Misterio

En una noche de luna llena, sobre el blanco de mi cama, veo sombras con nombres de dioses. Perfectas… Y yo no estoy donde tuviera que estar para compartir su mesa.

Me levanto del sueño para palpar sus espaldas; quiero penetrar el goce de sus movimientos que como convulsiones me arrebatan pasiones; intento correr a través de las sábanas y no logro concentrarme en el día de mi nacimiento. Juzgo mi incompetencia heredada; hija de una estirpe incrédula, herejes del tiempo hirvieron mi carne en un vacío de luna. Dentro de  un perpetuo y lacio estío descubro batallas anteriores a mis días y sufro  guerreros hambrientos luchando por ignotas victorias, reclamando glorias hirsutas, asesinos de misterios, envidiosos  de sacros laureles… ojos de mandriles.  Encajo mi mano hasta lo más profundo para alcanzar  la roma criatura que place en los mares de mis entrañas. A esta hora duerme sobre una bola de fuego. Cuando llego allí, aprieto hasta asfixiarla,  y empujo duro, de un  golpe, sin sudar, porque sudar no cuesta amores en este perímetro. Ojos de mandriles espían mi conversión; oculto aún, el sol cocina el aborto de mi indulgencia y grita la chusma que devela a su hijo nonato.  Eterna la noche, termina el ritual que sueño y rezo en el precipicio de mi casta el destierro  que piso fuera del lugar de antaño. Luz de luna alumbra las sábanas que custodian el milagro del origen, roza mi persona, palpa mi lengua hasta la garganta; y en un festín de entusiasmo, canto la gracia de una nueva vida.

Desierto

Desierto

Incapaz de comprender  las vidas ajenas, me sumerjo en la mía hasta lo infecundo.  Enraizada en  vergüenzas carcelarias, intento amansar los pájaros de la astenia, que acurrucados junto a mi ombligo,  carcomen el pan de las ambiciones. Y como  acto de contrición,  azoto al heraldo  de mi fortuna cuando en las noches llega apacentando sueños. En un desierto de voces, ando de regreso  el camino de mi raza.

 [Estos minicuentos-poéticos han sido enviados especialmente para Palabra Abierta por su autora]

Diana Rosa Perez Castellanos

 

 

 

 

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About the Author

La Habana, Cuba, 1973. Licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de la Habana. Fue asistente de dirección cinematográfica del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica (ICAIC). Ha publicado, entre otros poemas, "Hija", Editorial La Pereza. Tiene en proceso de edición el libro de poemas “Demasiado lejos de Grecia y sus misterios”, en el que aborda temáticas relacionadas con la reencarnación, la vida y la tristeza, tópicos habituales en su obra. Actualmente trabaja en su primera novela. Reside en Santiago de Chile.

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