Me refiero a otro que al príncipe de ese nombre en la obra de Calderón. Llaman síndrome del tal, cuando asalta repetidamente el miedo a no recordar y es lo que creo me está sucediendo, con una memoria renqueante y necesitada de alguna cataplasma para la cabeza si pudiera hacerme con ella sin llamar la atención. ¿Qué iba a hacer? ¡Ah, sí, cambiarme los calcetines! El bar aquel, frente a la farmacia de la esquina, ¿Cómo se llama? El marido de Ana Belén, el cantante… Sí, mujer: Víctor no sé qué. El que ha pasado me acaba de saludar y ni idea de quién es o, por no seguir, aquella amiga tuya tan graciosa, con el pelo rizado… ¿sabes a la que me refiero? El caso es que se trata de una de las cosas que, junto a las arrugas o el dolor de espalda, evidencia que los años no pasan sin dejar huella y si, como dijera Emilio Lledó (¡me he acordado!), ser es, esencialmente, ser memoria, me temo que muchos de mi quinta vamos camino de dejar de ser por mor del maldito Segismundo, así que no queda otra que reivindicar la posibilidad de robotizarse a petición propia, aunque sin cambiar de aspecto para poder reconocer al que te mire desde el espejo del baño.
Modificar tal vez el móvil y reducir su tamaño, de modo que pudiera insertarse en algún lóbulo cerebral y la pregunta a la maquinita no precisara de verbalización ni teclado; como una transmisión del pensamiento, vaya. ¿No dicen que ocurre a veces ese intercambio mental? De ser así, ¿por qué no a voluntad, y con una Wikipedia ampliada en el artilugio, como destinataria?
El tema provoca cierta inquietud y es que, de seguir en este trance y conforme avance en edad, llegaré a olvidar incluso los olvidos, transformado en quién sabe qué residuo carnal sin complejo alguno. Sin embargo, de momento me las arreglo –espero que me entiendan quienes se ven en las mismas- porque, además, cuando cogido a contrapié, siempre puedo salir del paso con alguna muletilla de esas que recuerdo (¡albricias!) por oírsela cada día a cualquier político y hablando de lo que sea. Evidentemente. Como no podría ser de otra manera. ¿Se dan cuén? (por cierto; ¿cómo se llamaba el que lo decía mientras caminaba a pasitos cortos?)