Los Papirófagos

Written by on 26/05/2014 in Cronica, Literatura - No comments

Literatura. Crónica.

Por José Luis Borja…

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Es muy probable que la deforestación masiva de las selvas tropicales y de los bosques frondosos del hemisferio norte así como el desarrollo de la inteligencia artificial hayan sido los factores decisivos en la desaparición de una de las profesiones más impopulares desde su aparición, me refiero a la profesión de abogado.

Los abogados y magistrados de las cortes fueron ávidos consumidores de papiro, pergamino y luego de papel. Se les debe la creación de toda una jerga esotérica que, por mucho que haya enriquecido el vocabulario, solo tenía por propósito complicar las relaciones humanas entre vecinos, parejas, parientes y sociedades. Cualquier problema que se hubiera podido resolver solamente hablando como personas adultas era mal negocio para estos profesionales y por lo tanto debían añadir algún veneno y sumar complicaciones para justificar su existencia. Se debe reconocer también que es más elegante que otros peleen de manera civil en vez de elevar la voz, de proferir insultos y de intercambiar puñetazos, y aquél era el papel de los abogados.

También eran expertos en cobrar exorbitantes honorarios muchas veces proporcionales a su conocimiento de las leyes y de los métodos que se podían usar para burlarlas. “Hecha la ley, hecha la trampa” era un dicho común desde la Edad Media.  Jean Racine, famoso  dramaturgo francés del siglo XVII, sucumbió al desdén suscitado por los abogados cuando escribió la comedia Les Plaideurs (Los Litigantes), la única en toda su obra. Y desde entonces los abogados quedaron para siempre expuestos al escarnio público y a los consabidos chistes. En su apogeo lograron dominar el escenario público, monopolizando los cargos de diputados y senadores, redactando las leyes y todos sus vericuetos, aplicando todo su ingenio para oscurecer en vez de esclarecer y  hacer de la política su dominio privado.

Calentamiento globalhemisferio norte

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Polución

Su contribución al calentamiento global del planeta ha sido el tema de muchos estudios y tesis. Durante los siglos XX y XXI, el crecimiento exponencial de todos los aspectos legales en el mundo entero no solo hizo que se disparara la producción de papel, sino que también perjudicó la selva amazónica que hasta entonces había sido preservada como pulmón del planeta. ¡Qué ironía que aquellos cuya profesión consistía en enfriar relaciones fueran responsables del calentamiento global!

Cuando empezaron a usar computadores para almacenar toda clase de documentos y las minutas de los juicios, no imaginaban la sorpresa que les tenía preparada la era digital. La inteligencia artificial, que se fundamenta en la aplicación de la lógica para resolver problemas, permitió crear sistemas expertos capaces de analizar situaciones complejas y de ofrecer soluciones prácticas. Es así como, con el conocimiento de todos los casos juzgados en el mundo, estos sistemas aprendieron a emitir juicios y a dictar sentencias. De este modo, ya no fueron necesarios ni abogados, ni jueces, ni jurados y también desapareció la corrupción que había frecuentado los palacios de justicia durante tantos siglos.

Hoy en día, ya no sabemos lo que es el papel. Nuestra dependencia es ahora con el silicio, el material predilecto de la electrónica. El dolor nunca está ausente de la creación. Los sistemas expertos en materia judicial necesitan cada vez más memoria, más discos duros y más servidores, por lo que se pronostica que, después de la desaparición de los desiertos, las playas, también ricas en silicio, tendrán que ser sacrificadas. Pero cuando ya no podamos procesar más silicio, siempre nos quedará el papel que podremos sacar de  los ahora frondosos bosques del hemisferio  norte y de la selva amazónica…

paisaje hemisferio norte silicioselva amazonica

 

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About the Author

José Luis Borja. Nació en Francia, de padres españoles refugiados de la guerra civil. Estudió ingeniería electrónica en Toulouse y efectuó su servicio militar en la Cooperación Técnica Francesa, en Sudamérica. Siempre le apasionó la literatura y, a pesar de que nunca estudió formalmente el castellano, ha escrito varios cuentos cortos en este idioma como “El tiempo de las cerezas”, “Cadena de los tiempos”, “Amargos de mandarina”, una novela histórica, "Aroma de caña fresca", y un libro de "Crónicas venecianas".

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