Sobrepeso y obesidad se han triplicado en la población mundial desde 1975, habiendo convertido el eslogan de Juvenal, Mens sana in corpore sano, en poco menos que una quimera para muchos. En el año en curso se calculan en USA un 42.5% de habitantes con exceso de peso (es el país que encabeza la lista) y en Europa lo padecen uno de cada seis adultos, porcentaje que en España es hoy del 18.7%.
Pero la grasa parece ir a más y así, para 2050 se prevé que serán obesos más de mil millones en el planeta: una de cada 5 mujeres y cada 4 varones, con mayor incidencia en ellas debido a que la postmenopausia es proclive a unos kilos de más . Por otra parte, el acúmulo es también lacra infantil. Globalmente, unos 40 millones de niños menores de 5 años y uno de cada cinco entre los 5 y 15 años, no está en el peso considerado normal por altura y edad.
Las causas son varias y la mayoría sobradamente conocidas más allá de factores biológicos (genéticos, alteraciones metabólicas, trastornos hormonales…). Entre otras, sedentarismo, consumo excesivo de alcohol o determinados alimentos, y asimismo muchas de las consecuencias que no sólo afectan a la salud favoreciendo la diabetes, enfermedades cardiovasculares, algunos cánceres, trastornos del sueño o infertilidad amén de otras derivas, sino que el aspecto del obeso/a puede provocarle trastornos emocionales varios: ansiedad y depresión al verse en el espejo o por las actitudes de terceros, y una estigmatización que dificulte su relación con el entorno.
Por lo expuesto, se deduce la necesidad de actuar, personal y colectivamente, en aras de la adecuada prevención o tratamiento. Se trataría de evitar el sobrepeso promoviendo el acceso a comida saludable tanto en áreas urbanas (¡Ya basta de hamburguesas!) como en los colegios, y alentar la actividad física facilitando la movilidad (¡Ya basta de patinetes!), máxime cuando sabemos que más de un 80% de adolescentes, en el conjunto de países, hacen menos ejercicio que el recomendable y sólo el 25% entre la población adulta se mueve lo suficiente. Pese a las buenas intenciones de los afectados y su posible afán por llegar “al inapresable peso de las sombras”, como escribiera Lezama Lima en su novela Paradiso, también se conoce que únicamente un 11% de quienes intentan normalizar su peso lo consiguen o mantienen, de alcanzarlo, pasado un año.
Problema en auge el de la gordura y de lenta resolución cuando se logra, a pesar de que existan a día de hoy ayudas complementarias: desde la psicoterapia a medicación específica (Semaglutida). Pero de seguir con sobrepeso, tampoco es conveniente insistir en el fracaso y quizá, en algún caso, convendrá traer a colación como recurso paliativo a Josep Pla y la seguridad con que afirmó que a los hombres nos siguen gustando sobre todo la ópera, el vino dulce y las mujeres gordas. Ignoro si a ellas les pasa lo mismo en su juventud o bien pasada la cincuentena, que es cuando el asunto, como he mencionado y tras el cese menstrual, se agrava, con los sudores y sofocos consiguientes.