Literatura. Crítica.
Por Claudio Ferrufino-Coqueugniot…
Un poeta en Rusia es más que un poeta dice. Sí, lo es, como él, narrador, congresal, cineasta, activista. Pero se refiere sobre todo a la mística que tiene el versificador en la historia rusa. No puede hablarse de Nicolás I, de los decembristas, por ende del populismo, la social revolución y la anarquía sin hablar de Pushkin. Sucede igual con Mayakovski en los tempranos años de octubre. El poeta como representación popular. Los hay en Dostoievski y Tolstoi, en Andreyev. Poeta era Nicolás Ogarev, íntimo de Herzen y Bakunin en el exilio londinense, y, como ellos, alma de la resistencia progresista contra el imperio del zar.El alter ego de Miguel Bakunin creado por Iván Turgueniev en su novela “Demetrio Rudin” cuenta no sólo con la fervorosa pasión del destructor/creador revolucionario sino con la luminosidad del vate, quizá sin quererlo el autor. El poeta es a la vida rusa lo que el comerciante a la inglesa.Excede Evtushenko los cánones del poeta tradicional y se hace voz de Rusia. Reclama para sí la reparación de todo el mal que el totalitarismo trajo consigo, no desde la opinión de un reaccionario porque con su letra siempre estuvo al principio y al frente de la lucha. No puede permitir que un grupo de mediocres burócratas en nombre de la gran fantasía que representó octubre 1917 continúe ejerciendo un dominio que se basó en la mentira y el engaño. Enseña y afirma que “Nosotros” de Zamiatin y “1984” de Orwell son obras antitotalitarias y que “Un día en la vida de Iván Denisovich” (Solzhenitsin) junto a libros de Vasily Grossman y Eugenia Ginzburg son textos de historia. Rechaza la censura soviética y replica que “la falta actual de libros es una castración del corazón del futuro”. Cita que deberíamos colgar encima del trono del canciller Choquehuanca. Continúa que el núcleo del sistema opresivo en su país está conformado por gente que nunca leyó, y nunca lo hará, “Los hermanos Karamazov”.
Cochabamba, 1985. En una cafetería un hombre y una mujer, Francia y Bolivia. Intercambian obras. Ella le cede “La hermandad del Anillo” -J.R.R. Tolkien- El le desliza “Entre la ciudad Sí y la ciudad No” -Yevgeny Evtushenko- En un par de volúmenes, aunque los lazos humanos se hayan roto, se funda el misterio del conocimiento y la belleza. Así sucede cuando el poeta ruso le inscribe al prosista boliviano de su “amor por Bolivia”, 40 años después de pasar por el rígido frígido altiplano.







