Literatura. Arte. Historia. Crónica.
Por Mario Blanco.
La vida a veces nos depara eventos inesperados en el decursar de la misma. En este caso a relatar, a veces no nos percatamos de la grandiosidad de algunos hechos relacionados entre la cotidianidad de nuestros quehaceres con las acciones de algunos grandes hombres.
He tenido la oportunidad de viajar a Europa varias veces y dentro de las últimas ha sido a España, aterrizando y disfrutando por varios días de la belleza de Barcelona. La ciudad condal, como acostumbra a llamársele, ha sido el escenario donde el gran Antoni Gaudí desarrolló la mayoría de sus obras, y desde luego imposible estar en esa ciudad y no recorrer y admirar las creaciones de este gigante de la arquitectura, uno de sus mayores representantes. Lamentablemente me he perdido de ver, por falta de tiempo y coordinación algunas de sus obras en esta ciudad, pero tengo el orgullo de haber visitado y aunque no sea con minuciosidad: La Sagrada Familia, la Casa Calvet, Milá, y Batlló, entre otras. No obstante, tengo aún pendiente el parque Güell y el Colegio Teresiano, pero, y aquí cabe una de las circunstancias que la vida nos depara, sin ser el objetivo principal de la visita, tuve la oportunidad de apreciar, yendo en busca de las raíces de mi abuelo paterno en Astorga, el magnífico Palacio Episcopal que allí reina, y trasladándome de Segovia a Astorga, aprovechando el cambio de tren en León que fue de unas tres horas, las suficientes para recorrer la ciudad, y apreciar allí la Casa Botines, que de hecho me recordó a mi amigo Botines, catalán que lleva decenas de años aquí en Montreal con una tienda de antigüedades y que ha viajado a Cuba múltiples veces. Y nada, así de simple, la vida me ha brindado esas oportunidades que, mis amigos, arquitectas y arquitectos de Santiago de Cuba, que iniciaron esta carrera en 1969 por primera vez en nuestra ciudad, incluida mi hermana Rosa, probablemente me “envidiarán” a largos trazos.
La vida de este ingenioso arquitecto comenzó en su ciudad de Reus, cerca de la bella Tarragona que tanto me gustó al atravesarla en nuestro último viaje viniendo de Valencia a Barcelona. Este catalán de rica imaginación constructiva fuera de lo normal, vivió casi 74 años perdiendo la vida de forma insólita, al arrollarlo un tranvía yendo a rezar y a entrevistarse con su amigo y confesor, al atravesar la famosa Gran Vía que tantas veces he transitado en la bella Barcelona. Quedó mal herido, aturdido y sin sentido, y no resultó reconocido de inmediato por ser tomado por un mendigo con sus ropas gastadas y viejas, y la demora para trasladarlo al hospital influyó en la pérdida de su vida que sucedió tres días después. Triste final para la vida de un genio.
Comentándole hoy a mi amigo y editor cubano-miamense, Armando Nuviola, me recordó él la similitud de la creación de los Jardines de la Tropical, obra proyectada por el también arquitecto catalán Ramón Magriñá, que bajo la influencia de Gaudí, diseñó esta obra habanera en la cual muchos capitalinos y otros visitantes radicados han tenido la oportunidad de disfrutar esos bellos paisajes, y hasta bailar en uno de sus salones tan renombrados. Gloria al gran Gaudí, inspirador y maestro, uno de los grandes hombres de la arquitectura mundial.
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