Literatura. Crónica.
Por Mario Blanco.
Sí, desde hace días tenía en mente escribir algo así, y el título de esta página lo tenía bien definido. Les cuento que en mi etapa de niñez en Santiago de Cuba, barrio Santa Bárbara, había, quizás aún existe, una panadería que era como el centro de reunión por excelencia de todos los muchachos, la mayoría de nosotros giraba alrededor de este centro laboral por muchas razones. La propia dueña, la señora Isabel, que era una trigueña muy genuina y autóctona santiaguera con sus dicharachos, sus bromas, su amor por Santa Bárbara a la cual le tenía su santuario muy bien adornado, nos permitía dentro de los predios de la panadería muchos de los juegos de entonces prohibidos: jugar al parchís por dinero, la 31 en las cartas, el dominó, etc. Los hijos de Isabel, Piro y Miguelito, eran muy amistosos con todos, e invitaban a sus amigos ver la televisión en su casa, una de las pocas TV que había en el barrio, y mataperrear en los predios de la panadería como en un solar. Los trabajadores de la panadería compartían también con los muchachos y realmente era un punto de confraternidad. Allí también vi un letrero por primera vez que me dejó meditando mucho tiempo, y decía: “Hoy no fío, mañana sí”. Pues bien, a su vez algunos de nosotros trabajamos como expedidores de pan a las bodegas del barrio, y yo, aunque nunca oficialmente lo hice, si ayudé en ocasiones a mi hermano Angel y a otro amigo que le llamábamos, “Miliciano”. Así que desde entonces me considero, “ayudante de repartidor de panes”, como una de las tareas que hice en mi niñez. Ni hablar entonces de lo que se podía ganar siendo repartidor oficial, y yo que ayudaba, imagino que me tocarían algunos centavos, si acaso.
Después de terminar el preuniversitario, viajé a Polonia donde me hice ingeniero, regresé a Cuba y trabajé desde 1978 al 1986 en el Ministerio de Transporte (Mitrans), y ahí, el Partido [Comunista] me pidió ocupara el cargo de alcalde del municipio Plaza de la Revolución (lo que en realidad se llamaba presidente del Poder Popular), que abarca entre otros los barrios del Vedado y Nuevo Vedado, después de unas elecciones, sino fraudulentas, si bien manipuladas. Hoy aquí en Canadá, después de 23 años y jubilado, mi hijo Mario Dennys me ofreció hacer un trabajito cómodo y sencillo, que consiste en situar para su venta a muy buen precio, panes en un estante a la entrada de algunos Wal-Mart, y por ello gano 15 dólares en cada lugar, y estoy atendiendo tres. Recapitulaba sobre mi vida días atrás y me reía, y por eso se me ocurrió el título de esta página, y al comentárselo a mi esposa, ella me dijo, sí, de alcalde a panadero, tremenda diferencia en el orden social, pero ¿te fijaste en la diferencia salarial? ¡Caramba!, como alcalde, ganaba 340 pesos al mes, que hoy en día son unos 15 dólares, y resulta que hoy en un solo día gano el triple de ello. Bueno económicamente vale la pena la transformación laboral o social como quiera llamársele, aunque la comparación no es justa, pues el reconocimiento social como alcalde realmente no tiene precio.
Pues nada, un poco en bonche y otro a lo serio, esa es la realidad de la vida hoy, y yo muy a gusto con mi retroceso laboral. En general, no importa el trabajo que se realice, lo más importante es sentirnos bien con lo que hacemos, y esta satisfacción tiene varias aristas positivas en la vida.
Así que, amigos, aparte del dinerito que gano cuando hoy ando de panadero, me acuerdo de mi infancia y de aquellos buenos ratos pasados en la panadería del barrio, que de verdad, a mis años constituyen uno de los mayores regocijos de la vida. ¡Panaderooo!, aquí tu pan, ¡calienticooo!
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