Por Carlos Penelas.
Con el tiempo fui advirtiendo la decadencia, la corrupción, el mal gusto, la brutalidad, la ignorancia, lo zafio, lo ceporro, el latrocinio, lo desolador en cada cosa, en cada institución, en cada individuo. Sistemático, caballeros, sistemático. Obispos, monseñores, arzobispos, generales, coroneles, sindicalistas, empresarios, intendentes, políticos, intelectuales, gente con supuesto pensamiento. Unilateralidad de la inteligencia. Una suerte de pedofilia en todos los ámbitos. Podemos decir putrefacción, deshonestidad, depravación, perversión. Y lo que usted desee agregar. ¿Escolástica, abismo doméstico, burocracia ortodoxa, estupidez humana? Sin temor, colega, sin temor. Exorcismo: articulación entre lo político y lo mágico.
Por supuesto hay islas. Pequeñas islas donde se crea, donde la imaginación y la ciencia, donde lo creativo y la ingenuidad están presentes. Y la nobleza de muchos hombres de a pie. Sin duda hay gente de la cultura, estudiantes, profesionales y paisajes bellos. Gente que lucha por una ética y un verdadero sentido de la libertad, de la dignidad. Pero son islas. Lo demás son deseos imaginarios.
Argentina es un país pobre. No importa lo potencial. Es pobre, tiene numerosas villas miserias. Droga, hambrunas, narcotraficantes, violencia, ignorancia. Barrios sin letrinas, sin cloacas, sin agua potable. Hospitales saqueados, escuelas vencidas, universidades que causan compasión, desempleo. Y dale con el bombo y dale que le doy. Frente y contra frente, compañero. Inexorable.
El lenguaje se destruyó. Niños que terminan la escuela primaria son incapaces de comprender textos, de leer de corrido, de conocer lo elemental. Jóvenes perdidos en cretinismo, en necedades. Sin vocabulario, sin mirada, sin destino. Una sociedad que vive la inmediatez sin sentido histórico o ético. Lo observamos en la calle, en las conversaciones de los trenes, en las confiterías distinguidas, en los mercados, en el almacén, en las panaderías, en los consorcios. Se roba, se endeuda, se estafa, se paga y se cobra coimas. Saqueo. Complicidad, tono de complicidad. Abrazos, aplausos, fotografías.
La confusión ideológica es inabarcable. Se cree, por ejemplo, que el peronismo es de izquierda, mientras la izquierda piensa que Cuba es una revolución. Se sigue hablando de Colón, Castro, Mao o Maduro con la simplicidad de un simio. Lo normal es esa suerte de anormalidad feroz, despiadada. Hoy, insólitamente, se oyen voces que hablan del “anarco-capitalismo”. El desvarío del delirio. Sin persignarse, caro lector, sin pisar la alfombra.
El deporte se convirtió en una enajenación y en una malversación que horroriza. Nada se salva. Se ha cristalizado la autocomplacencia y el autoengaño. Una especie de sentimentalismo, de argucia ante los sucesivos fracasos. La falacia nos embosca a cada paso como la venalidad y el pobrismo a gran escala, a escala inimaginable. Todo se ha vuelto engañoso y estéril. Y fue creciendo el glamour de lo aberrante, del reboleo de consignas y palabreríos al garete. De un lado y del otro crecen ultramontanos, seres de una exuberancia que superan a Dalí. Que el Señor esté contigo.
El populismo de derecha es igual al populismo de izquierda. Fascismo de izquierda o fascismo de derecha. No advierto diferencias de fondo. Ambos niegan lo innegable, ocultan errores garrafales, crímenes y engaños. Crean narrativas, retóricas huecas, resonantes; enunciadas con frases difíciles de digerir. De lo estético no hablemos. Se repiten parricidios, se repiten obviedades, se repiten generaciones. La desventura continuará







