Artes plásticas. Fotografía.
Por Rocío Danussi
A la hospitalidad que le ofrecen en Navalafuente, Ariel Danussi y Patricia Marino Penas, se debe agregar la información del Cementerio Civil —prácticamente desconocido por muchos españoles— gracias a un texto de Ian Gibson que estos le hicieron conocer.
“Están todos los heterodoxos, rojos, ateos, judíos, la gente de la II República y de la Institución Libre de Enseñanza. Y al otro lado, la Almudena, inmenso cementerio de los otros. Son las dos Españas. Voy muchísimo al cementerio civil, es una magnífica clase de Ia Historia”, este es parte del texto de Ian Gibson.
El cementerio civil fue inaugurado en 1884. Desde su creación, albergó tumbas, panteones y mausoleos dedicados a difuntos no católicos: librepensadores, ateos, protestantes, masones e incluso judíos -antes de tener el suyo propio separado-. Ser enterrado en el cementerio civil era toda una declaración final de intenciones que los sectores conservadores o religiosos consideraban un reto. El primer día de servicio del cementerio se enterró a una joven de apenas 20 años, Maravilla Leal González, que se había suicidado. El cementerio civil pasó a ser un espacio histórico en 1978, cuando la Constitución española eliminó la exclusividad de las inhumaciones para católicos en cementerios de titularidad pública. A partir de entonces, cualquier persona podía ser enterrada en los cementerios municipales con independencia de su confesión religiosa.
Caminar entre sus tumbas es pasear por la historia española contemporánea porque, en él, descansan los restos de varios presidentes de gobierno como Estanislao Figueras, Francisco Pi y Margall y Nicolás Salmerón; líderes políticos y sindicalistas como Pablo Iglesias, Julián Besteiro, Enrique Líster, Francisco Largo Caballero y Dolores Ibárruri “La Pasionaria” e intelectuales y artistas como Pío Baroja, Arturo Soria, Blas de Otero, Francisco Giner de los Ríos o Manuel Bartolomé Cossío.
Don Urbano, cuidador del cementerio, y guía ocasional en éste viaje histórico y sentimental, le hizo ver al poeta la lápida que aún espera la llegada de Antonio Machado.
Penelas hizo el recorrido acompañado por Rocío y sus generosos parientes. Rindió un especial homenaje con un clavel rojo en la tumba de Pío Baroja. Finalmente recorrieron el cementerio judío.
Fotos: Rocío Danussi