Literatura. Periodismo. Crónica.
Por Mario Blanco.
Adiós, bella Donostia, pero seguimos dentro del País Vasco, así una parte de su población ha querido sea. Nuevamente, y no por repetirlo aburre, el hermoso paisaje abunda, sí, montañas y valles y caseríos típicos en ellos. Llegados a Bilbao, el hospedaje es bueno, aunque dicen no en el mejor de los barrios, pero céntrico y asequible por el metro y a escasos 150 metros de una de las estaciones. Y a patear Bilbao, admirando su bella ría que lo atraviesa y romantiza, aunque nos hablan de su desborde en 1983 que ocasionó decenas de muertes. Tomamos el bus turístico que nos muestra lo mejor de la ciudad. Bella su catedral, admirable la arquitectura de su teatro e imponente su enorme mercado bajo techo, uno de los más grandes de Europa. El almuerzo, una exquisitez, nos atendió un muchacho colombiano muy atento. Imposible no mencionar del trayecto la vista del Museo Guggenheim, uno de los escenarios de la novela Origen de Dan Brown.
En la tarde se nos une Daymarelis, la hija de Rossy Barrero, mi amiga de la infancia, llevan años viviendo en Bilbao. Se casó Dayma con un vasco. Nos lleva a tomar unas cañas al enorme mercado y luego nos conduce a su casa, donde para mi satisfacción, mi amiga me reconoce, pues anda algo mal de salud y últimamente comienza a olvidar algunas caras. Sobrevienen muchas anécdotas de nuestra juventud. Conocemos a sus dos hijos, grandes muchachotes, y a su esposo Iñaki quien en la noche nos lleva de regreso a nuestro hospedaje, relatándonos en el camino algunas bondades de su ciudad.
Partimos temprano en autobús para Santander, ciudad muchas veces mencionada en la literatura por mi leída. Obviaba mencionar que estos autobuses tienen wifi y nos actualizamos con la familia y los aconteceres mundiales. La preciosa Santander nos recibe con buen clima, como de costumbre atrapamos el bus turístico y admiramos en cada tramo su bella arquitectura. En su puerto muchas veces atracaban barcos cubanos con mis amigos como tripulantes. El barrio de la Sardinera todo un primor, el centro Botín y el Palacio de la Magdalena, así como el museo y la estación marítima, vale la pena visitarlos. En el bus nos topamos con otra pareja cubana de Miami. La ciudad limpia y sus habitantes siempre ambles ante una pregunta. Lamentablemente volvemos a ver a algunas personas pidiendo dinero en las calles por falta de trabajo, esto para decirlo una sola vez lo vimos en casi todas las ciudades visitadas, mala racha económica acompaña nuestra bella España. El almuerzo exquisito en un lugar espectacular.
De regreso atravesamos lindos pueblos como Laredo y Castro-Urdiales, con bellas casas y edificios bien ubicados y cuidados. Pequeña y bella ciudad la de Santander digna de haberla incluido en nuestro recorrido y de la cual nos llevamos una impresión muy favorable. Mañana temprano, esta vez en tren, para Segovia, otro de mis sueños.
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