“Somos novios”/”It’s Impossible”…, excepto para el señor Armando Manzanero

Written by on 29/01/2021 in Critica, Cronica, Literatura, Música - No comments
Literatura. Música. Crónica. Crítica.
Por Félix J. Fojo.

Armando Manzanero. Wikimedia Commons.

El año 1968 fue un año difícil, muy difícil en verdad para la humanidad, y fue además un año cargado de desconcertantes y extraños acontecimientos de todo tipo, como pocos años lo fueron antes que él. Fue también un año donde se iniciaron cambios, algunos buenos, otros no tanto, que nadie vio venir y que no se harían evidentes hasta mucho después. Y lo fue, según decían muchos por entonces, entre ellos mi madre, porque el 68 fue uno de esos años que tienen un día de más en febrero, o sea, que el 68 fue bisiesto y comenzó en lunes.

Todo eso será una superstición sin fundamento, nadie lo duda de dientes para afuera, pero me asombra pensar en cuanta gente creía, y cree todavía, en esas cosas. Mi madre, descendiente por línea directa de españoles, estaba convencida de que los años bisiestos no eran buenos años, es más, después de la copita de champán, las doce uvas, besos y abrazos de reglamento, se apartaba un poco a un rincón y rezaba, pidiendo salud y buena suerte para todos nosotros, una breve oración. Lo hacía invariablemente a las doce y un poquito de la noche del primer día de cada año de 366 días. Es muy probable que eso no cambiara en absoluto el porvenir, pero a ella la hacía sentirse más tranquila. Después, pues ya veríamos lo que vendría, que para eso está uno vivo.

Para el 31 de enero de 1968, a un mes justo de la breve oración que rezara mi madre el primero de enero en la madrugada, ya los guerrilleros del Vietcong, apoyados por tropas del norte, habían atacado Saigón varias veces, incluyendo la sede de la embajada de los Estados Unidos allí, dando inicio así a la «Ofensiva del Tet», una operación de gran envergadura militar y mucha ambición política que, a costa de ríos de sangre y sufrimientos sin fin, sellaría la suerte del Viet Nam del Sur y sacaría, varios años después, a los norteamericanos de la guerra con el rabo entre las piernas, algo que nadie podía imaginarse aún que sucediera.

El doctor Christian Barnard, al otro lado del mundo, tampoco perdía tiempo en festejos. Era este caballero una especie de genio ambicioso y atrevido, de esos que cambia el tablero de las ciencias a su manera, y para no desmerecer llevaba a cabo su segundo trasplante de corazón el día dos de enero del 68 en el hospital Groote-Schuur de Ciudad del Cabo, Sudáfrica. Nieva, algo por demás extraño, el 9 de enero en Ciudad de México, lo que deja patidifusos y con la piel de gallina a más de uno, ocurre también un tremendo terremoto en Sicilia con casi quinientas víctimas, se estrella un bombardero B-52 con cuatro bombas atómicas a bordo (que no explotan, gracias a Dios) en una base militar en Thule, Groenlandia, y el partido comunista checoslovaco, dirigido por un iluso bien intencionado llamado Alexander Dubcék, comenzaba la denominada Primavera de Praga, movimiento que terminaría en agosto con la invasión de un cuarto de millón de soldados y 2000 tanques soviéticos a Checoslovaquia. Todo eso en un mes, así que esperen por los otros once. Era, quien puede ahora negarlo, un año caliente, muy caliente, sí señor, ese año de gracia, es un decir, de 1968.

Pero mientras todo eso pasaba en el planeta —pasarían todavía muchísimas más cosas, alguna de ellas terribles, como la matanza de jóvenes en la Plaza de Tlatelolco— y las planas de los periódicos, los programas de radio y las televisoras no daban abasto para contar los detalles y pronósticos para el resto del período, casi todos funestos, en esa misma Ciudad de México estaba por ocurrir algo diferente.

Sin alardes ni temores de ningún tipo, sosegadamente, muy a su manera, un mexicano de 33 años de edad, bajito y aindiado, muy buen pianista y regular, digamos que aceptable, cantante de nombre Armando Manzanero Canché, graba, acompañándose él mismo al piano, una canción. Es en realidad un bolero, pero muy suelto y poco apegado al cánon tradicional que habían impuesto los cubanos y el maestro Agustín Lara primero en Veracruz y luego en la capital y el mundo, al que pone por título «Somos novios».

©Discogs. All Rights Reserved

La pieza suena bastante en la radio y gusta a los que la escuchan, eso es un hecho, pero nada le indica al señor Manzanero, todavía, lo que pasaría después con ella. ¡Vaya usted a saber si la nevada en el DF, ese fenómeno tan raro, fue de buen augurio para aquel hombre que quería sonar a toda costa en las vitrolas!

Lo cierto es que hasta el año 1970, él ya ha compuesto otras piezas que cree incluso mejores, «Somos novios» solo se ha escuchado en la voz del propio Manzanero. Y es una pena, porque el mexicano interpreta sus canciones con afinación y melodía pero no es poseedor, ni de lejos, de una gran voz. El compositor aspira, como todo buen creador de éxitos, a que su canción la canten los mejores, pero no se le pasa por la cabeza la posibilidad, por lo menos por ahora, de que ese alguien cante en otro idioma. Y está consciente, además, sería de tontos no estarlo, de lo difícil que es el crossover al inglés. Por tanto… por tanto… ¡Albricias! Un letrista norteamericano de nombre Sid Wayne, que compone y arregla para Elvis Presley, pero también para otros cantantes de moda, escucha, probablemente en la RCA, su casa disquera, la canción «Somos novios» y ni corto ni perezoso, y sin encomendarse a nadie, mucho menos al compositor, le adapta una nueva letra en inglés a la melodía. Es un tipo singular y muy americano este señor Wayne, cuando escucha algo que le gusta, pues se lo apropia, aunque sabe, claro que sí, los límites legales de las cosas, pero… ¿Man… za…nareis, Manza… ne… rou, quien será este mexicano? Se pregunta el gringo.

Perry Como. It’s impossible. Cortesía de Félix J. Fojo.

Es así, de la mano de Sid Wayne y ahora con el título «It’s impossible» y una nueva letra, una letra que se adapta mejor al oído norteamericano, que Wayne sabe mucho de eso, que «Somos novios» llega a manos del crooner y reconocida figura de la televisión Perry Como, un buen cantante y mejor animador al que todos llaman Mr. C. Y la canción, ahora en inglés, se vuelve, en la voz de Como, un sonoro éxito. Un éxito pasajero, eso sí, porque Como tiene un repertorio amplísimo y no le ha puesto el alma a la pieza.

Pero… si la canción funciona, ¿por qué no entregársela al número uno, al number one, al Rey, a Elvis? ¿Por qué no, verdad? Pues sí, la pieza, una vez testeada por la casa disquera, y por Sid Wayne, que no tiene un pelo de tonto, en la voz de Como, y sabiendo ya que vale oro, la arreglan ¡tremendo arreglo! para Presley. El disco que contiene «It’s impossible» se lanza a mediados del año 1971 y Elvis la estrena, ahora que ha dejado de hacer películas bobas en Holywood, en sus siempre abarrotados shows de Las Vegas. La gente sale de los casinos, quizás con los bolsillos vacíos, pero felices, tarareando la melodía: It’s impossible, it’s impossible…

Hagamos un alto aquí para aclarar las cosas. ¿Contó Sid Wayne, que ya sabemos que era un listillo de armas tomar, con el compositor original, Armando Manzanero, para hacer una nueva versión de la canción? El mexicano dice que sí, que se la pidieron desde la casa disquera en los Estados Unidos y que incluso él le cedió el 50% de las regalías a Wayne, al que nunca conoció en persona, en agradecimiento por hacer famosa su canción. Muy amable de su parte, que el señor Manzanero, como todos sabemos, es un caballero chapado a la antigua, pero todo eso lo dijo muchos años después.

La verdad es que al día de hoy no sabemos lo que pasó en realidad y hasta hay quien asegura que hubo problemas legales entre ambos, o peor, se cuenta que Wayne quiso demandar a Manzanero por apropiarse de la melodía de «It’s impossible», lo que constituye, además de un robo en toda regla por parte de Wayne, una soberana estupidez porque «Somos novios» ya tenía varios años de andar rodando por las radios de toda la América Latina cuando se convirtió, gracias a la chispa de Wayne, en «It’s impossible». Basta escuchar los primeros acordes, no importa el idioma que uno hable, para saber que «It’s impossible» es «Somos novios» de cabo a rabo. Lo cierto es que con probable acuerdo legal, a favor de Manzanero, claro está, de por medio, «It’s impossible» por un lado y «Somos novios» por el otro se convierten, no se puede negar que en parte gracias a la voz y la soberbia interpretación de Elvis Presley, en éxitos mundiales de primera línea.

Elvis Presley & Liberace.©2021, Aria Savings. Cortesía de Felix J. Fojo.

De ahí en adelante y con ese aval, «Somos novios» sale a caminar, y a meterse en un bolsillo, el mundo. El aval es bueno, muy bueno, pero la melodía es mejor y se defiende por sí misma, y lo dice un cubano que ya tenía «Somos novios» metida en la cabeza cuando todavía le faltaban años para escuchar el «It’s impossible» del Rey.

La cantan, es una avalancha, además del propio Manzanero, Perry Como y Elvis Presley, al que acompaña el pianista Liberace en una memorable ocasión en Las Vegas que por suerte queda grabada, la texana, y la mejor en el negocio del canto, según Dean Martin, Vikki Carr, el crooner Andy Williams, que le pone dulce, el jamaicano Dennis Brown, que hace una soberbia y poco común interpretación (escúchelo, que vale la pena), la italiana Mina, que la recrea espectacularmente, el grupo femenino norteamericano Three Degrees, la hongkonesa Frances Yip, Luis Miguel, que la pone de moda, junto con un montón más de boleros, entre los más jóvenes, Andrea Bocelli y Christina Aguilera (dos voces muy contrastantes para mi gusto), Jerry Vale, Guadalupe Pineda, la japonesa Rimi Natsukawa, el salsero Roberto Lugo, Nuria Feliú y un montón de genta más ¡y los que faltan!

Por cierto, y esto no es más que un chisme de farándula. Andando el tiempo, que el hombre era un tipo arriesgado si de plata se trataba, Sid Wayne se metió en problemas con un letrista francés por introducir una sílaba de una canción de este en «It’s impossible», pero esa es otra historia que no atañe al maestro Manzanero. O sí, porque en el acuerdo legal vuelve a quedar claramente establecido, en blanco y negro, que el creador de la pieza original se nombra Armando Manzanero Canche y el título de partida de la misma es «Somos novios». A los efectos legales, y sobre todo históricos, esto equivale a «colorín colorado».

Vale decir ahora, para cerrar esta historia, que, aunque «Somos novios» es una tremenda canción, ni tan siquiera es la más conocida internacionalmente, hablo del idioma castellano, del compositor mexicano Armando Manzanero: «Esta tarde ví llover», «Adoro», «No sé tú», «Mía», «Cuando estoy Contigo», «El Ciego», «No», «Te extraño», «Contigo aprendí», «Como yo te amé», «Nada personal», «Esperaré», «Parece que fue Ayer» y otras cien piezas salidas de la cabeza y el piano del mexicano le han dado la vuelta al mundo. Su sueño, el sueño de aquel joven allá en Mérida, el pueblo donde nació en 1935, era escucharse alguna vez en el radio tal y como él había escuchado a Agustín Lara.

Armando Manzanero al piano. Cortesía de Félix J. Fojo.

 

 

 

 

 

Pues bien, Maestro, lo sobrepasó con creces.

 

 

 

©Félix J. Fojo. All rights Reserved.

About the Author

Félix J. Fojo. La Habana, Cuba, 1946. Es Médico, divulgador científico y un apasionado de la historia. Exprofesor de la Cátedra de Cirugía de la Universidad de La Habana. Desde hace muchos años reside entre la Florida, EE.UU. y Puerto Rico. Colabora en la Revista Galenus, importante revista para los médicos de Puerto Rico. Ha publicado artículos de opinión y divulgación en diferentes medios periodísticos de EE.UU. y Europa. Entre sus libros publicados por la editorial Palibrio: Caos, leyes raras y otras historias de la Ciencia (2013), Una breve historia de la obesidad (2013), No Preguntes por Ellos (2013), De médicos, poetas, locos... y los otros (2014). Su próxima novela, El Corso me decían (Editorial Unos & Otros) se encuentra en edición.

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