Literatura. Narrativa. Novela. Por Joaquín Mas Perlá… Un muchacho que no pertenecía a nuestro barrio, de aspecto famélico, que tenía un silbato, se ofreció a ser el árbitro. Solo le faltaba, comentó, “algo” para cronometrar el tiempo. Un anciano bien vestido, que fumaba en pipa y tomaba el sol en un banco, sacó de un bolsillo interior un reloj de los de tapa y cadena de plata y se lo prestó.
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