Literatura. Crónica. Por Carlos Penelas… En Espenuca, mis abuelos y mi padre se levantaban con el alba a trabajar la tierra de sus amos. No lejos de allí, en Rante, Ourense, mis otros abuelos hacían lo mismo. Veían el agua de los cántaros helados en invierno. Veían las lluvias, la nieve. Sentían lo indispensable: el huerto, los hijos, la leña de la lumbre. Miraban el cielo, la injusticia, la claridad traslúcida de la aldea.
Literatura. Sociedad. Crónica. Por Gustavo Catalán... Me propuse hace un tiempo aficionar a mis nietos al ajedrez y hemos ido progresando aunque el ...
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