Mis estudios, por Carlos Penelas

Written by on 27/08/2025 in Biografía, Literatura - No comments
Literatura. Biografía.
Por Carlos Penelas.
Argentina tuvo una proyección hoy inimaginable. La decadencia en el mundo es notable. Gobernantes impresentables, un declive en las sociedades y en la civilización. Y al mismo tiempo avances científicos y técnicos significativos. Pero en líneas generales, lo cultural, la búsqueda del conocimiento, la fineza en el sentir, la elegancia del pensamiento se perdió para siempre. Además, tampoco les interesa a las nuevas generaciones el pasado no solo de sus ancestros, sino de la historia en general. El gusto o el mal gusto lo vemos en artes plásticas, en literatura, en el vestir o en el comer. Vamos a hablar, querido lector, de un universo que no existe. Reitero, la degradación en Argentina es feroz. Donde toquemos, hay deterioro, mediocridad. Décadas de populismo, de imbecilidad, de golpes militares, de grosería, de impudicia, de corrupción generaron estos caballeros normandos que nos habitan, nos rodean y nos proyectan.

Escuela Presidente Roca, fundada en 1903. Cortesía del autor.

He señalado hasta el cansancio mis orígenes gallegos. Mis abuelos, paternos y maternos, nacieron en el Reino de Galicia. No supieron leer ni escribir, campesinos y trabajadores sin descanso. Mi padre de A Coruña, mi madre de Ourense. Fui el menor de cinco hermanos, todos lectores, frecuentadores del teatro, el cine, la plástica y la música. Ellos forjaron en mí una conducta. Mi padre – gracias a socialistas y anarquistas que conoció de joven en la fábrica donde trabajo pudo leer a autores fundamentales – como dije en otras oportunidades me legó una biblioteca y una conducta. Comencé a leer a los seis o siete años. A los diez me acompañaban Sandokán y lady Mariana, la perla de Labuán. A los quince escribí un primitivo poema al enamorarme de una niña de ojos claros. A los veintidós, ya en el profesorado en letras, publiqué mi libro inicial. El poeta Raúl González Tuñón fue el primero en llamarme. Otro universo.

Cursé la escuela primaria en el mejor colegio del país. Escuela Presidente Roca, fundada en 1903. La mayoría de mis compañeros eran hijos de inmigrantes. Libertad 581, frente a la Plaza Lavalle, al costado del Teatro Colón. Pórtico resuelto con pilastras y columnas de orden jónico. Grupo de cariátides que sostienen el frontis ornado con acroteras. Carlos Morra, su arquitecto, se inclinó por el estilo neo-griego. La idea era edificar un templo del saber, tal cual lo inculcó —a mi criterio— el hombre más representativo de nuestra historia: Domingo F. Sarmiento.

Al terminar la escuela primaria ingresé a la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini (1890), uno de los establecimientos prestigiosos de Argentina. Estilo neorenacimiento italiano, con muestras de arquitectura clásica inglesa. Se destacaba la gran escalera de honor. De más está decir que tanto de la escuela primaria como de ésta egresaron y se destacaron hombres de la cultura: ingenieros, abogados, médicos, actores, intelectuales. Hice los primeros años, luego como no iba a continuar estudiando ciencias económicas, rendí equivalencias para el colegio nacional.

Cuarto y quinto año lo realicé en el Colegio Sarmiento, Libertad 1257, una escuela de enseñanza media fundada en 1892, por el entonces presidente de la nación, Dr. Carlos Pellegrini, como anexo del Colegio Nacional de Buenos Aires, y ocupa su majestuoso edificio desde 1928. Su historia comienza como un anexo para albergar a más alumnos, y con el tiempo se consolidó como una institución educativa independiente y prestigiosa dentro de un edificio de arquitectura clásica, monumental y simétrica. Reconocida en la zona del barrio de Recoleta. Bustos de próceres, escalinatas de mármol, patio central con galerías que favorecen el panóptico. Debo decir que fui un alumno medio, con placer en el estudio de Literatura, Historia, Matemáticas y Física. El resto me resultaba tedioso.

Al recibirme de bachiller rendí examen de ingreso en la Escuela Normal Superior de Profesores Mariano Acosta, fundado en 1874. Es asimismo de estilo neorenacimiento italiano. Por aquellos años la mejor institución para el estudio de Letras y de Ciencia. El nivel académico era notable. Cito nada más a tres profesores: Julio Balderrama, Lorenzo Mascialino, Germán Orduna; de nivel internacional. Por sus aulas pasaron, entre otros, Arturo Marasso, Julio Cortázar, Leopoldo Marechal, Manuel Sadosky, José Luis Romero…

Estos colegios, más la educación de mi hogar, hicieron que buscara siempre la excelencia. Amigos, conocidos, poetas y escritores fueron formando una educación que compartía con el deporte: fútbol, box, natación. Esto última lo sigo practicando dos veces por semana. Los libros, la Biblioteca del Maestro, las galerías de pinturas o el cine eran parte íntima que se combinaba con la actividad deportiva diaria o semanal; gritar en la tribuna de la cancha de Independiente junto a los primos de Avellaneda: al lado de mi hermano Roberto en el Luna Park o con mis padres en un teatro de Avenida de Mayo descubriendo la zarzuela. De allí amigos de diferentes clases sociales, de distintas formaciones, de miradas que me ayudaron a ver y aprender desde ángulos diversos. También el deporte por aquellos tiempos era otra cosa. mens sana in corpore sano, leíamos en el frontispicio del club. Sí, caro lector, una cita del poeta romano Juvenal.

Ni hablar de los planes de estudios, el alto nivel de la mayoría de maestros y profesores, el trato cotidiano, el respeto. Un ejemplo de todo lo dicho. Hay dos presidentes decisivos de la Generación del 80: Nicolás Avellaneda y Julio Argentino Roca. El colegio primario del cual hablé tiene un estilo neoclásico de fortísima impronta griega: parece un Partenón con su columnata jónica y su frontis triangular. Sobre la puerta de entrada principal una leyenda: Liber liberat, el libro libera. Eso leíamos niños de seis años todos los días al entrar. Un juego de palabras latino para una clara referencia a un templo del saber, que hace referencia a uno de los protagonistas del campo semántico “escuela”: el libro. Y a otro menos explorado en ese universo: “el libro libera, bienvenidos a la escuela”.

Luego acudieron viajes, grandes ciudades, aldeas, gastronomías, cafés, idiomas, museos, artesanías, encuentros con nuevos amigos… Pensar que todo comenzó en un cuaderno con palotes. Y una pelota de goma.

[Buenos Aires, 24 de agosto de 2025]

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About the Author

Carlos Penelas nació el 9 de julio de 1946 en la ciudad de Avellaneda, provincia de Buenos Aires, y reside en Buenos Aires, capital de la República Argentina. Es Profesor en Letras egresado de la Escuela Normal de Profesores Mariano Acosta, y es en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires donde cursó Historia del Arte y Literatura. Obtuvo primeros premios y menciones especiales en poesía y en ensayo, así como la Faja de Honor (1986) de la Sociedad Argentina de Escritores —de la que fue en 1984 director de los talleres literarios— y otras distinciones. Fue incluido, por ejemplo, en las antologías Poesía política y combativa argentina (Madrid, España, 1978),Sangre española en las letras argentinas (1983), La cultura armenia y los escritores argentinos (1987), Voces do alén-mar (Galicia, España, 1995), A Roberto Santoro (1996), Literatura argentina. Identidad y globalización (2005). Publicó a partir de 1970, entre otros, los poemarios "La noche inconclusa", "Los dones furtivos", "El jardín de Acracia", "El mirador de Espenuca", "Antología ácrata", "Valses poéticos", "Poemas de Trieste", "Homenaje a Vermeer", "Elogio a la rosa de Berceo", "Calle de la flor alta" y "Poesía reunida". A partir de 1977, en prosa, fueron apareciendo los volúmenes "Conversaciones con Luis Franco", "Os galegos anarquistas na Argentina" (Vigo, Galicia, España, 1996), "Diario interior de René Favaloro", "Ácratas y crotos", "Emilio López Arango, identidad y fervor libertario", "Crónicas del desorden" y "Retratos", etc.

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