Literatura. Crónica.
Por Mario Blanco.
Todo ser humano ha padecido en algún momento de su vida sensaciones de temor. Unas veces ante circunstancias que la propia vida nos depara, otras ante peligros naturales que nos buscamos o surgen. Entonces, después de múltiples formas, unos y otros nos armamos de valor para enfrentar esos peligros y temores. En mi caso, una de ellas ha sido la imagen de mi padre, todo un héroe para mí en su conducta ante el peligro, y créanme que hasta el día de hoy a pesar de mis 66 años, cuando mi entereza se sacude, mi mente busca la figura de aquel hombre bruto, por no haber tenido la oportunidad de estudiar, pero altamente corajudo ante los embates de la vida, y entonces mi ser se llena de energía y puedo enfrentarme sin flaquear al mayor peligro que se me presente.
Estoy jubilado y en general tengo tiempo a mi favor para meditar a menudo sobre el comportamiento humano, que ha sido objeto permanente de mis reflexiones, por eso para mí al observar las reacciones y el desarrollo humano tan diverso me inspira al análisis, a la búsqueda y comprensión de esa rama tan importante de la Psicología y Antropología. Pero además no solo del hombre, sino también de la naturaleza en general, plantas y todo ser vivo. Se dice que la diferencia entre el ser humano y los demás animales, es que somos racionales o pensantes y que tenemos alma y otras características. Pero muchas veces somos tan insignificantes en nuestra comunicación con el mundo que nos rodea, que los animales nos sobrepasan y son más creativos. Tomemos, por ejemplo, las expresiones de cortejo del macho a la hembra en muchos animales, en específico en algunas aves es algo asombroso y fascinante. Comentaba recientemente con un amigo, que apreciar esas manifestaciones nos deja anonadados, pues nosotros, seres pensantes y complicados en nuestra morfología, en la mayoría de los casos nos quedamos pequeños ante esas manifestaciones tan genuinas y variopintas.
No obstante, somos bien complejos, tan así que a veces ni con los familiares y amigos cercanos llegamos a entendernos. Pero independientemente de eso hemos aprendido a defendernos, no hablo de las armas respecto a peligros foráneos, no, sino de nuestros propios monstruos internos como es el caso de los miedos interiores, y por eso en mi caso saqué a colación la imagen de mi padre, y como quisiera que mis hijos me tuvieran también como talismán ante sus temores, pero cada ser humano busca su propia protección y es un ser independiente en sus soluciones.
Depende de muchos factores la imagen que proyectamos al mundo que nos rodea, además esto sucede generalmente de forma espontánea. Quiera Dios que mis vástagos me recuerden en cierto modo, como yo recuerdo a mi padre, sería el gran premio de mi vida.
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