Literatura. Poesía. Crítica.
Por Waldo González López.
Con el título Sones para Guillén y Versos a Nicolás: sátira política, el poeta cubanoamericano Alain L. de León publicó, tres años atrás, la primera edición de este volumen que pronto aparecerá, en una segunda, revisada y ampliada por el propio autor y, a solicitud suya, prologada por este poeta y crítico.
Ante todo, subrayo la admiración de Alain por el destacado poeta cubano, lo que responde al porqué de esta reedición que, por sus cualidades, merece la lectura de los amantes de la genuina poesía.
Como sabemos, Nicolás Guillén nació en Camagüey, Cuba, el 10 de julio de 1902, y murió en La Habana el 16 de julio de 1989. Además de poeta, fue periodista y activista político cubano.
Sin duda, tal se ha dicho, él reivindicó la cultura negra dentro de los procesos de mestizaje y transculturación, definiendo este fenómeno como mestizo; rasgo distintivo del Caribe. Lo más significativo de su labor creadora fue su conversión del ritmo y el baile típico de Cuba: el son, en poesía.
Por tal labor y por su vínculo con los viejos comunistas, a partir del advenimiento de la mal llamada Revolución, la élite liderada por Fidel, lo consideraría El Poeta Nacional de la Isla, ignorando otras voces que, con tantos o más méritos, pudieron ocupar dicho sitial…
Pero, claro, el destacado poeta —con su mulatez y su obra— le sirvió al castrismo para, solo en apariencia, cumplir tal tarea del Estado antirracista, tópico que desde sus inicios incumplió el Gobierno, pues apenas con ubicar en funciones estatales a dos viejos comunistas: el luchador sindical Lázaro Peña y el líder comunista Blas Roca, y el muy pobre obrero Juan Almeida «Comandante de la Sierra Maestra», fracasaría en su oportunista empeño el hoy por fin extinto Fidel Castro: «El Tiranosaurio», tal titulara su recordado libro el importante caricaturista cubano Arístides Pumariega (Aristide).
Guillén lograría poemas esenciales para la cubanía desde sus inicios, con los ocho que conforman su primer libro Motivos de son (1930), luego continuados con tres cuadernos consecutivos Sóngoro cosongo (1931), West Indies Ltd. (1934) y Cantos para soldados y sones para turistas (1937); justamente sobre los ocho poemas del primero, el propio Guillén los subtitularía «poemas mulatos» para denotar que estaban escritos con la mixtura étnica que conformaba la composición racial de la isla.
A tal fin, en el prólogo advertiría su propósito:
«Éstos son unos versos mulatos. Participan acaso de los mismos elementos que entran en la composición étnica de Cuba, donde todos somos un poco níspero […] Por lo pronto, el espíritu de Cuba es mestizo. Y del espíritu hacia la piel nos vendrá el color definitivo. Algún día se dirá: “color cubano”. Estos poemas quieren adelantar ese día».
Mas, a medida que fue acomodándose al status castrista —que lo nombrara Poeta Nacional e instalara como poeta oficial—, iniciaría una etapa que, no obstante sus parciales logros, afectaría su creación para devenir, finalmente, un discurso facilista, francamente oportunista y, en resumen, pobre, debido a la componenda con su nueva situación y sus prontas respuestas al requerimiento del propio tirano: Tengo, de 1964, es el título que mejor identifica tal actitud de Guillén, por lo que los textos de este volumen han sido y son, no “motivos de son”, sino del «choteo» con el que —burla, burlando— los cubanos demostramos nuestro inagotable sentido del humor que, por irónico, nos ha valido ser definidos por los rioplantenses como los argentinos del Caribe.
Recordemos algunos de los versos de Tengo: «[…] Tengo, vamos a ver, / tengo el gusto de andar por mi país, / dueño de cuanto hay en él, / mirando bien de cerca lo que antes / no tuve ni podía tener. […]».
En tal sentido, es oportuno recordar que, en no pocas ocasiones, el propio tirano le solicitaba determinados textos y, en otra, cuando Haydée Santamaría le pidió un poema sobre Ernesto Che Guevara, ya el acomodado Poeta Oficial tenía escrito su conocido «Che Comandante», lo que al presidente de la UNEAC le enorgullecía, pues no tuvo que esforzarse cuando la ex guerrillera y directora de la Casa de las Américas casi se lo exigió para que lo leyera en la velada realizada el 18 de octubre de 1967, en la Plaza de la Revolución.
Asimismo, contrariamente, el hoy fallecido líder rechazaba algunos de sus mejores poemas, como «Digo que no soy un hombre puro», también criticado por élite comunista de su partido. En sus logrados versos, el en ese momento veraz poeta, escribiría: «Yo no te digo pues que soy un hombre puro, / yo no te digo eso, sino todo lo contrario. / Que amo (a las mujeres, naturalmente, / pues mi amor puede decir su nombre) […] y bebo ron y cerveza y aguardiente y vino, / y fornico (incluso con el estómago lleno). // Soy impuro ¿qué quieres que te diga? / Completamente impuro. Sin embargo, / creo que hay muchas cosas puras en el mundo / que no son más que pura mierda. / Por ejemplo, la pureza del virgo nonagenario. / La pureza de los novios que se masturban / en vez de acostarse juntos en una posada. / La pureza de los colegios de internado, donde / abre sus flores de semen provisional / la fauna pederasta. / La pureza de los clérigos. / La pureza de los académicos. […] La pureza de los que nunca tuvieron blenorragia. / La pureza de la mujer que nunca lamió un glande. / La pureza del que nunca succionó un clítoris. / La pureza de la que nunca parió. / La pureza del que no engendró nunca. / La pureza del que se da golpes en el pecho, y / dice santo, santo, santo, cuando es un diablo, diablo, diablo. / En fin, la pureza de quien no llegó a ser lo suficientemente impuro / para saber qué cosa es la pureza. // Punto, fecha y firma. / Así lo dejo escrito. / Nicolás Guillén.»
Con textos definitorios como «Balada de los dos abuelos», por apenas ejemplificar con uno de sus mejores poemas, Guillén asentaría su creación en tópicos fundamentales de la esencia de «lo cubano en la poesía», por decirlo con el título del libro de conferencias/ensayos publicado en 1958 (y reditado en 1970) por Cintio Vitier; pero asimismo, por las características ya apuntadas sobre el facilismo y la gratuidad a los que fueron gravitando su persona y su de cualquier modo valiosa obra, no pocos momentos la afectaron y afectan, tal aconteciera igualmente con su colega y no siempre amigo Pablo Neruda, quien, comunista desde joven y «poeta de utilidad pública», tal se autodefiniera, creyó en los cantos de cisne de la Revolución cubana, y escribió y dedicó su apologético volumen Canción de gesta a la Revolución cubana en 1960, publicado en la Isla en una millonaria edición repartida gratuitamente al pueblo. En la dedicatoria, Neruda escribió: «este libro es una ayuda elemental y fraternal con la que asumo una vez más, y con orgullo, mis deberes de poeta de utilidad pública».
También muy conocido es que, en su autobiografía Confieso que he vivido, el clásico autor de Veinte poemas de amor y una canción desesperada respondería con sorna e ironía la actitud oportunista de varios de sus examigos escritores cubanos.
Según José Manuel Martín Medem —autor de importantes libros, como entre otros, El secreto mejor guardado de Fidel. Los fusilamientos del narcotráfico (Madrid, 2014)— en su artículo «Fidel le debe un desagravio a Neruda», narra que el poeta viajaría a Nueva York, para participar en el Congreso del PEN Club. Casi mes y medio más tarde, un grupo de escritores de la Isla, encabezados por Alejo Carpentier, Nicolás Guillén y Roberto Fernández Retamar, acusaban a Neruda, en la carta abierta publicada por el Granma, de «consentir la utilización que de tu visita hace el Gobierno de Estados Unidos para hacer olvidar los crímenes que perpetra en los tres continentes subdesarrollados (y los que está planeando cometer, como en Cuba) y, sobre todo, para neutralizar la oposición creciente a su política entre estudiantes e intelectuales no sólo latinoamericanos sino de su propio país».
Y continúa Martín Medem: «La dirección de la Revolución tardó ¡44 años! en reeditarlo y una errata eliminó del texto anterior la palabra asumo (la negrita es mía, WGL), desquiciando el sentido de la frase. Después de la carta abierta que le dispararon los escritores de Fidel y en sucesivas ediciones, Neruda le añadió a Canción de Gesta el poema “Juicio final”, censurado por la UNEAC en la versión publicada en 2004».
A continuación, adjunto dos fragmentos, donde Neruda alude directamente a Guillén, Carpentier y Fernández Retamar: los tres mencionados y «tristes escritores» cubanos, tal bien los llama Neruda: «Este libro, primero entre los libros / que propagaron la intención cubana, / esta Canción de Gesta que no tuvo / otro destino sino la esperanza / fue agredido por tristes escritores / que en Cuba nunca liberaron nada / sino sus presupuestos defendidos / por la chaqueta revolucionaria. // A uno conocí, cínico negro, /disfrazado hasta el fin de camarada; / éste de cabaret en cabaret / ganó en París las últimas batallas / para llegar campante como siempre / a cobrar sus laureles en La Habana. // Y a otro conocí neutral eterno, / que huyendo de los nazis como rata / se portó silencioso como un héroe / cuando era su voz más necesaria. / Y otro tan retamar que despojado / de su fernández ya no vale nada / sino lo que le cuesta a los cubanos / vendiendo elogios y comprando fama».
EL CUADERNO: LOS POEMAS DE ALAIN DE LEÓN
Dividido en siete secciones («En un lugar del Caribe», «Canciones para protestar», «Cuba y Venezuela», «Epigramas presidenciales», «Poemas de rebelión», «Poemas desde afuera» y «Dos poemas, dos poetas», el cuaderno posee diversas virtudes, como su actualidad, ya que, desde la primera edición y tras ella, Alain no ha dejado de vincular sus textos a la situación política contemporánea, de la que es un cronista-poeta esencial, como se corrobora con la atenta lectura y disfrute de los mismos. Para lograr su compleja tarea, emplea como Guillén, las recurrentes cuartetas asonantes, pero también otros recursos poéticos de la rica cultura popular cubana, tales el pregón, la canción, la sátira…
De tal suerte, parafraseando los textos guillenianos, con estrofas como leitmotiv, que van cambiando y enriqueciéndose, inicia la primera sección «En un lugar del Caribe», con «Caimán exhausto», donde escribe: «Arco de sol y aguacero, / nota musical mestiza. / Tiene cerrada la puerta / La Llave de las Antillas.»
Asimismo, aparecen en el propio poema quienes en la Isla defienden la libertad: los aguerridos disidentes que se juegan la vida a diario, como las heroicas Damas de Blanco, presentadas por el autor en esta estrofa: «Largos machetes de voces / cortan añejas consignas. / Flores vestidas de blanco / logran que el pueblo las siga.»
La paupérrima situación del pueblo en la Isla, aparecerá en diversos instantes, tal se aprecia en el poema inicial: «El dólar de la esperanza / siempre atrapa una sonrisa. / Hasta la Muerte se cansa / de caminar entre ruinas. // La pobreza / tiene rumba / en el Caribe. // Un hambre llena calderos / en nostálgicas cocinas. / Una maraca de polvo / le resuena en la barriga. // ¡Hasta el hambre / tiene rumba / en el Caribe!»
La ironía, arma del más crítico humor desde los clásicos latinos, surge ya en la estrofa inicial del segundo poema: «Comunismo», alusivo a los disidentes cubanos negros, con figuras, como Jorge Luis García (Antúnez) y Guillermo Fariñas que han sufrido prisión por dar la cara en su cotidiana lucha por la libertad en las calles: «Negro, negro, negro, ¡negro!, / como una noche sin luna, / vive con un hambre vieja; / negra como la locura. // El hambre tiene / cara de perro. // De la lluvia, el sol y el frío, / en donde puede se esconde. / Hoy se le queda en la boca / una esperanza salobre. // El hambre tiene / cara de niño. // Como las barbas del tiempo, / pero más sucias y largas, / tiene los sueños ahorcados / al borde de su mirada. // El hambre tiene / cara de viejo.»
Y ya avanzando en la estrofa inicial (I), escribe: «Que no puedo más, no puedo / —le dijo, al tambor, el negro—. / ¡Esta noche nos bebemos / el sufrimiento! / Voy a cantar lo que otros / nunca se atreven / para que escuchen los ojos / del dirigente».
El siguiente poema se disfruta por su genuina ironía: «Balada del trovador» (donde Alain alude a los conocidos y oportunistas Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, como al mediocre Vicente Feliú: los tres fundadores y antes «rebeldes» de la mal denominada Nueva Trova) es un texto decisivo por convincente y eficaz: «El trovador canta y canta / con falso amor, / sus canciones de protesta / y revolución. // El trovador es palabra / como un fusil, / el grito de su guitarra / te puede herir. // El trovador cantó todas / las letras que le han pedido, / con dura voz arremete / contra el imperio enemigo. // El trovador es garganta / del gobernante del pueblo. / El trovador corta caña / y tiene miedo. // El trovador solo trova / donde le dicen, / y solamente compone / lo que le piden. // El trovador guarda frases / de realidad, / en el país donde vive/ nunca las puede cantar. […]».
Incluye dos paráfrasis-respuestas que denomina «Réplicas»: «Nada» (a «Caña») y «Las ruinas» (a «El bosque enfermo»), y en esta subraya: «Te preocupaba el bosque: / se está recuperando, / la ciudad que en su cáscara nacía / se está secando. // La ciudad, poeta, ahora / es la que se está enfermando, / tiene en su vientre de siglos / hambres que la están matando; / en su nostalgia de piedras / las ruinas están aullando.»
La riqueza formal del cuaderno se corrobora con la magnífica utilización de distintas estructuras poéticas, por lo que no podía faltar la décima o, mejor, tal la definiera en el siglo XIX y para siempre el poeta José Fornaris: «La estrofa del pueblo cubano».
Así lo muestra en «La canina», donde Alain emplea con acierto dos décimas, al combinarlas con fina ironía: «Nina tiene una canina / difícil de silenciar, / y más si empieza a ladrar / persiguiendo una gallina. / Si el ave de la vecina / cruza la cerca y se cuela / en el patio, Nina vuela / detrás del ave sonora, / mientras la canina añora / la gallina en la cazuela. // Si la vecina de Nina / oye un fuerte cacareo / sabe que Nina un trofeo / espera con su gallina. / Porque cuando la canina / de Nina empieza a ladrar / es difícil de calmar / ya que a sus tripas se aferra. / La canina es una perra / hambre que la va a matar.»
Otro género o recurso del mejor humor muy empleado en la poesía y el teatro, es la sátira. Una muestra de su empleo con excelencia por Alain es el intenso y extenso poema octosilábico «El oficial y la Muerte», suerte de cuento en versos (otro procedimiento empleado por nuestro Martí en su clásico La Edad de Oro) del que no transcribo ninguna estrofa por su largueza.
En la siguiente sección: «Canciones para protestar», incluye nueve irónicas y muy logradas que dedica, entre otros temas, a la intransigencia, los niños sin adoctrinar, la camarada (del CDR) y, como sendas muestras de la rocambolesca imaginación del (en sus últimos años) vegetativo ex Comandante en Jefe, ofrece dos deliciosas sobre igual número de sus «creaciones»: la mesa redonda y el noni, sin dejar de mencionar la «Canción del compañero», excelente sátira que no transcribo completa por su extensión, aunque lo merece, por sus varias cualidades, entre las que destaca la utilización de una palabra tomada del impuesto «lenguaje» soviético de la ex-URSS: camarada, en su versión cubana: compañero.
No obstante, como dije antes, por su extensión apenas escojo las cuartetas que, como leitmotiv, van avanzando y solo cambiando los dos versos finales: «El compañero Guillén / está en el cañaveral, / corta caña, caña corta, / para que muela el central. // El compañero Guillén / quiere cantar y cantar, / mas los cantos no le sirven / si no son para alabar. // El compañero Guillén / añora un trozo de pan. / Ayer era Juan sin Nada, / y hoy ha perdido hasta el Juan. / El compañero Guillén / debe callar y callar, / mientras construye una balsa / para poder escapar.»
En la sección que sigue: «Cuba y Venezuela», Alain combina poemas comprometidos con la libertad de ambos países y sus valientes líderes, luchadores contra el infame Socialismo del siglo XXI, con otros punzantes contra los infames dictadores que, infortunadamente, desgobiernan ambas tierras hermanas.
De tal suerte, abre esta sección el romance «Encarcelados», dedicado «A los presos políticos cubanos», cuyo leitmotiv aparece solo en dos ocasiones prestándole aun mayor rigor a su valioso texto: «Preso cubano, / hombre de huelga. / Preso martiano, / voz de protesta».
En el segundo, «Rosa María» la voz de Alain, homenajea a la valiente y bella hija del inolvidable Oswaldo Payá, y en cada una de las cuatro estrofas de su breve pero impactante poema, va intercalando en los últimos versos sus dos nombres y sus apellidos. Helo aquí: «Con la conciencia / limpia, lo acosa / Rosa. // Libre de culpas / e hipocresía, / María. // Recto el camino / por donde va, / Payá. // No es contrincante / que deje el ruedo, / Acevedo.»
En «Pregón del coco», emplea tres cuartetos decasílabos en este recurso de la cultura oral/popular cubana —socorrido por los vendedores de frutas y botellas en Cuba antes de 1959—, solo que en el tercer cuarteto, aclara: «Que viene el Coco, ¡Dios salve al Coco!, / que este no asusta a niños y niñas, / solo a un tirano que ya está loco / porque ese coco es Coco Fariñas.»
Otro homenaje a los disidentes/activistas cubanos, es el siguiente texto de apenas cinco estrofas: «Rugidos», cuyos versos finales dedica a cuatro: Rosa María Payá, Guillermo Fariñas, Antonio Rodiles y Yoani Sánchez: «Con la conciencia limpia, lo acosa, / libre de culpas e hipocresía. / Sabe el tirano, mala la cosa, / cuando lo acusa Rosa María. // Ruge el tirano, y a gran escala / insulta, encierra, provoca riñas. / Sabe el tirano, la cosa mala / cuando acusa Guillermo Fariñas. // Ruge el tirano de sueños viles, / cuando lo acusa Antonio Rodiles. // Ruge el tirano, no tiene un chance / cuando lo acusa Yoani Sánchez. // Ruge el tirano, a cada momento, / porque conoce el final del cuento.»
Igualmente dedica dos poemas-homenaje a los valientes líderes venezolanos Leopoldo López y María Corina Machado. En el primero, como leitmotiv, intercala en tres ocasiones el dueto versal: «Leopoldo López, / te doy la mano.» La última estrofa resume el sentir del pueblo hermano: «Aun en la cárcel tu voz mantiene / tu voz de líder… Americano, / tu ejemplo vibra en el continente; / Bolívar vive en tu pecho, hermano».
El otro es un hermoso texto que ofrece la dimensión de María Corina Machado, paradigma actual de las latinoamericanas, representadas históricamente, entre otras, por las también venezolanas: «Negra» Hipólita (quien criara al Libertador), la indígena, la Negra Matea, Josefa Joaquina Sánchez (bordadora de la primera bandera de Venezuela), Juana Ramírez («La Avanzadora») y Cecilia Mujica («La Amante de la Libertad»).
Al abordar el calibre de esta ejemplar venezolana, Alain va enumerando sus virtudes y capacidades, repitiendo su nombre en tres ocasiones: «Mujer hermosa, mujer decente, / mujer que entiende el dolor humano, / mujer que sabe, mujer que siente. // María Corina Machado. // Mujer palabra, mujer vigente, / mujer que asusta al poder tirano, / mujer protesta, mujer valiente. // María Corina Machado. // Mujer batalla, mujer simiente, / mujer-orgullo-venezolano, / mujer emblema del continente. // María Corina Machado.»
Hay otros textos que, con ironía, provocan la befa y mofa, burlándose de varios “presidentes” y otros personajillos de los desgobiernos del Socialismo del siglo XXI. En el caso de Cuba, incluye a Raúl Castro, a su hija Mariela, a su nieto-guarda espaldas: Raúl Guillermo («El Cangrejo») y Elián, aquel niño caído en el mar y hoy adoctrinado joven adorador del vejestorio y extirano Fidel.
Asimismo, sobre los no menos indignos Chávez y Maduro, como el jefe del cártel de la droga Diosdado Cabello, escribe varios y muy certeros textos, por su ironía y tono paródico. De ellos, si bien todos imperdibles, escojo varias estrofas del antológico «Poema tierno a Maduro»: «Maduro dictó sentencia, / su máxima dice así: / “Los extranjeros que nos atacan / provienen de otro país”. // Como botánico sabio / enfrenta varios escollos, / recomendando sembrar / verduras, viandas y pollos. // Como “gran economista” / multiplicó la miseria, / sumó la inseguridad / y al país sumió en la quiebra. // Ay, Maduro, Madurito, / con tu sapiencia enloqueces, / has cambiado hasta la Biblia, / ahora son panes y peces».
Mas, el fino humor continúa en la siguiente sección: «Epigramas presidenciales»: quince textos que, acorde con la sagacidad y agudeza distintivas del «género», resultan piezas de antología. Escojo solo cinco, justamente las más breves que, por su concisión y tono sarcástico, convencen. Son las dedicadas a Daniel Ortega: «Es la pobre Nicaragua de Daniel, / sucursal de los infiernos de Fidel.»; a Enrique Peña Nieto: «Su mérito más glorioso / ser, de una actriz, el esposo.»; a Maduro: «El imbécil de Maduro, / piensa que es un tipo duro: / su gobierno y su apellido / ya están oliendo a podrido.»; a Raúl Castro: «Ha anunciado su retiro / Raúl para el dieciocho. / ¿Aún piensa seguir con vida / semejante viejo chocho.»; y a Fidel: «El Coma Andante Fidel / sueña regresar al trono, / por eso come moringa, / para volver hecho un toro.»
Siguen ahora los seis «Poemas de rebelión» dedicados al pandillero y tirano hoy vegetativo, en los que el poeta corrobora su odio al castrismo castrante y castrador de sueños y anhelos y, por ello, compartido en las dos orillas por cientos de miles de cubanos, pero como siempre, escribe con calidad, sin caer en lo panfletario, la mala poesía, como tanta de la publicada en la propia Cuba durante décadas, propiciada y exigida en las editoriales por el Gobierno.
Todos resaltan por su validez y calidad; pero selecciono como ejemplo: «Máximo líder», del que transcribo el tercer terceto: «Cuanto desvarío brota de tus labios / funda tiranos que siguen tu ejemplo. / ¡Cuánto excremento de luz solidario!»
«Poemas desde afuera» es la próxima sección con cuatro textos, igualmente actuales, en tanto el poeta aborda tópicos de la situación política cubana de ahora mismo, como el primero: «Letanía de los que nos fuimos», en el que, tal declara el título, resulta una enumeración de los países donde los cubanos escapan del castrismo. De tal suerte, en las tres últimas estrofas, el poeta dice: «[…] en los Estados Unidos / —este país que me abrió / los brazos, como un amigo— / tengo amigos, / y vecinos, / y amigos de mis amigos. // Todos, huyendo, hemos salido. // Es, esta, la letanía / de todos los que nos fuimos.»
El segundo texto, «Desde afuera del potaje», muestra sendos recursos empleados por el poeta con acierto, pues los combina: los juegos de palabras y las reiteraciones, tal evidencia en las siguientes estrofas octosilábicas y asonantadas: «Sé que escribo, sé que cribo / sé lo que fui con lo que soy. / Sé que recorro un camino, / y me asusta donde estoy. // Sé que escribo, sé que vivo, / como lo soñó Martí, / pero ¿qué hago, y mi lucha / por los que siguen allí? // Sé que escribo, seco escribo, / me cuestiono y arrepiento. / Hoy mezclo sueños y balas / en un mismo sentimiento».
Ya en la sección final: «Dos poemas, dos poetas», tras dedicarse a lo largo del cuaderno a parafrasear/parodiar/criticar la actitud y la complaciente/oportunista poesía de Guillén, Alain escribe, cuestionándolo aún más: «Son para despertar a un Poeta Nacional».
Aquí, la crítica al autor de «Tengo», es decisiva, por mordaz y honesta, pues, si bien se considera admirador de la mejor creación guilleniana (como el antes parciamente transcrito «Confieso que no soy un hombre puro»), no por ello deja de acusar el arriba mencionado poema que, tal apunté al inicio de este prólogo, los versos de «Tengo» han sido y continúan siendo, no “motivos de son”, sino del «choteo» de nuestro pueblo.
Por ello, Alain le confiesa con ironía al acomodado ¿Poeta Nacional?: «Es una burla, Guillén, / del destino, Nicolás, / que en Cuba digan que eres / el Poeta Nacional, / ¿De qué nación? / ¿Dónde está? // Ay, si tú vieses, Guillén, / todo lo que está pasando, / ¿Qué pasaría, Nicolás, / con el ritmo de tu canto? / ¿Otra vez dirías: ¡Tengo, / tengo lo que me he ganado!?
Al mayor de todos los cubanos y poetas: José Martí, le dedica un hermoso poema de elogio y admiración, tal corresponde a este gran hombre: «Tu azul palabra».
TU AZUL PALABRA
Qué nadie se ha dado cuenta;
sin embargo, está despierto:
tiene cabeza de mármol,
pero pulmones de viento.
Pon la mano en su nariz,
comprueba que no exagero,
mírale fijo a los ojos
y verás lo que yo veo.
Hay en sus labios de piedra
una sonrisa de cielo,
sonrisa de luz que dice
un mensaje de silencio:
«Quiero que sepa mi Cuba
lo mucho que yo la quiero»,
me dice su voz de antes
enjaulada en el recuerdo.
José de todos,
Martí del alma
que sepa el mundo
tu azul palabra.
Los transeúntes caminan
por las aceras del sueño,
la vida se ha puesto dura
como el hambre de los perros.
Muchos pasan frente al busto
del corazón más derecho,
al busto miran y miran
sus ojos, su lado izquierdo.
En su marmórea sangre
arden las tintas de viento,
mas, nadie entiende el mensaje
de sus labios de silencio.
«Quiero que sepa mi Cuba
lo mucho que yo la quiero»,
me dice su voz de siempre
encadenada al misterio.
José de todos,
Martí del alma
que sepa el mundo
tu azul palabra.
Señor de la pureza, desde Cuba,
con cánticos de paz de rosas blancas
y aromas de las aves caribeñas,
esparciste en los pueblos la esperanza.
Señor de los ejemplos, fue tu vida
candil de virtuosismo; tu palabra
desde tu breve altura se elevaba,
como cálida cumbre libertaria.
Señor de la justicia, mano abierta,
abrazo que se funde donde falta,
persiste tu mensaje, como nunca
la voz de los humildes te reclama.
«Quiero que sepa mi Cuba
lo mucho que yo la quiero»,
me dice su voz de lucha,
de corazón y de cielo.
¡José de todos, Martí del alma,
que sepa el mundo tu azul palabra…!
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(Prólogo inédito a Sones y versos a Nicolás Guillén: Respuestas, sátira e ironía, de próxima publicación)
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Miami, noviembre 23, 2016.
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