¿Si cayese Maduro, qué pasaría en Cuba?

Literatura. Política. Crítica.
Por Roberto Álvarez Quiñones.

Nicolás Maduro. Wikimedia Commons.

El ¿general? Raúl Castro y demás vividores de la cúpula dictatorial cubana últimamente no pueden conciliar bien el sueño, sacudidos por una misma pesadilla común que se alimenta de cuatro insistentes preguntas:

1) ¿Está Nicolás Maduro tan sembrado en el poder como él supone, y hace creer a todos? 2) ¿No hay posibilidad alguna de que caiga? 3) ¿Estuvo alguna vez tan débil políticamente y tan presionado dentro y desde fuera del país? 4) ¿Hubo antes un descontento tan menos secreto como el que hay ahora entre militares venezolanos no vinculados al narcotráfico?

Ese desvelo del dictador y sus apandillados es comprensible. Es demasiado lo que hoy está en juego en Cubazuela, el engendro creado por el profesor Fidel, pobre, pero proxeneta geopolítico muy astuto, y su alumno venezolano, mediocre, pero nadando en petróleo y millones de dólares. Sin la “zuela”, Cuba castrista, ya en ruinas, difícilmente podría caminar.

El rechazo de Maduro a aceptar su derrota electoral, su soberbia, y la brutal represión desatada contra el pueblo parecen confirmar el axioma de que los dictadores nunca entregan el poder por las buenas, salvo raras excepciones… en que les ofrezcan garantías creíbles de que no irán a prisión por los crímenes cometidos.

“Tanto va el cántaro a la fuente hasta que se rompe”

Y precisamente ese es uno de los temores que cunden en La Habana. Al parecer la oposición y Washington le ofrecen a Maduro y sus más encumbrados narcosecuaces esas garantías.

El cántaro se rompió. Tomado de AnestesiaR.

Pero además temen que pese a las apariencias de mucha fuerza militar, al final sea expulsado del Palacio de Miraflores el hombre que Fidel Castro puso allí cuando “convenció” al casi agonizante Hugo Chávez de que no designara a Diosdado Cabello como su relevo, sino a Nicolás Maduro, el veterano agente de la inteligencia cubana desde los años 80.

La maquinaria de vigilancia y delación instalada por Cuba en las fuerzas armadas venezolanas hasta ahora ha impedido conspiraciones militares. Pero “tanto va el cántaro a la fuente hasta que se rompe”. Hay más peligro hoy que nunca antes de esa ruptura, pues las circunstancias han cambiado.

Las dos caras de la moneda: una de temor, y otra peor aún

Veamos las dos caras de la moneda. En una de ellas se advierte el temor de Maduro y sus secuaces a ser juzgados y encarcelados, lo cual los lleva a atrincherarse y a rechazar cualquier negociación para una transición pactada que les otorgue una amnistía garantizada por el futuro Gobierno y por Washington. Consideran que con el apoyo del alto mando militar pueden mantenerse en el poder ad infinitum.

En la otra cara se advierte que contra Maduro ahora por primera vez se está aplicando a fondo la estrategia del sándwich: máxima presión interna y externa simultáneamente.

Oposición venezolana ganó las elecciones. Tomado de Flickr.

De la presión interna, la mejor expresión fue la paliza electoral del 28 de julio, cuando la oposición obtuvo cuatro millones de votos más que Maduro. No solo eso, según una encuesta de la firma Cati Meganálisis el 93.4% de los entrevistados dijo que el ganador fue Edmundo González Urrutia. O sea, hasta quienes votaron por Maduro admiten que perdió.

En la presión externa, la ONU, la OEA, la Unión Europea, Washington y decenas de naciones de todo el mundo exigen a Maduro que muestre las actas, o reconozca su derrota. Incluso tres de los principales mandatarios de izquierda, viejos aliados de Maduro en América Latina, han tenido que distanciarse un poquito del tirano, a quien le deben haber reprochado: “Oye, Nicolás, apretaste, un fraude tan chapucero no podía tener éxito”.

Es cierto que Maduro hoy cuenta con un apoyo militar, pero está políticamente más débil que nunca, más asediado internacionalmente, y la gente ya no tiene miedo de salir a la calle a protestar. Todo eso convoyado por el run-run” callejero de que hay descontento en las fuerzas armadas.

Y algo fundamental es que si Maduro y sus compinches no negocian antes de enero de 2025 una salida del poder con la amnistía que al parecer les han ofrecido, y luego son desalojados del poder por la fuerza. entonces ya no habría perdón alguno. Irían a prisión, y Maduro a una en EE. UU. por haber inundado ese país con drogas durante años. Pagaría el mismo precio que Manuel Antonio Noriega.

¿Nos vamos como ricos, o nos quedamos y vamos a prisión?

Por eso Maduro, Cabello, Padrino, Jorge Rodríguez, Amoroso, Saab, y comparsa, en privado se preguntan: ¿nos vamos con los millones de dólares que nos robamos, o nos quedamos y si nos echan vamos todos a la cárcel? Tienen hasta el 10 de enero de 2025 para decidir qué hacer.

Por otra pate, si no aceptan ahora un pacto para dejar el poder entonces en febrero de 2025 van a caer sobre Venezuela más sanciones económicas, diplomáticas y políticas. Y habrá otra estampida de millones de migrantes que agravará la falta de fuerza de trabajo en Venezuela, la crisis, la escasez de todo. Eso afectaría a la población civil y a los militares, incluidos oficiales de menor rango pero con mando de tropas, tanques, artillería y aviones de combate.

Ah, y otro detalle clave. Una huelga general indefinida convocada por la oposición que paralizase la mayor parte de las actividades del país, sumada a los factores antes mencionados, podría precipitar la intervención de militares para sacar a Maduro del Palacio de Miraflores y facilitar la toma de posesión de González Urrutia el 10 de enero de 2025.

Por supuesto, a Raúl “el Cruel” y sus secuaces no les preocupa la mediación “familiar” de Lula, Petro y López Obrador, que solo pretenden vestir a la dictadura con un traje light. Nunca facilitarían la instalación en Caracas de un gobierno con un presidente centrista o de derecha no miembro del Foro de Sao Paulo, o del Grupo de Puebla.

Lo que quita el sueño en La Habana es que, pese todo, al final el cántaro de Maduro se rompa. Y cómo podría entonces sobrevivir “la revolución”. De dónde van a sacar los cientos o miles de millones de dólares anuales que hoy roban de sus salarios a los 10,000 médicos cubanos y personal de salud en ese país, y otros 2,500 “colaboradores” cubanos en Venezuela incrustados en la estructura del poder venezolano, muchos de ellos manchados de sangre y de drogas.

En Argelia, país petrulero, según Cuban Prisoners Defenders (CPD), por cada médico cubano el Gobierno argelino paga $6.700 dólares mensuales y cada galeno recibe solo $450. Suponiendo que en Venezuela la escala del robo castrista es igual que la argelina, el régimen castrista se embolsa anualmente unos $1,000 millones de dólares que perdería con la caída de Maduro.

Sin Maduro en Miraflores el castrismo difícilmente sobreviviría

Cuba pobreza. Foto tomada de ContactoMagazine.

Tampoco el Gobierno castrista tiene cómo conseguir los $1,400 millones de dólares necesarios para importar el petróleo que hoy le obsequia Maduro a Cuba, y que cubre entre el 40% y el 43% del consumo en la isla.

México en 2023 regaló a Cuba 20,100 barriles diarios de petróleo por valor más de $400 millones de dólares, según el diario El Universal. Pero Cuba necesita 87 mil barriles diarios de petróleo extranjero pues produce 38 mil barriles y consume 125 mil. Sin Venezuela, y suponiendo que México siga obsequiando tanto petróleo, Cuba no tiene de dónde sacar los $1,331 millones de dólares para comprar los 69,900 barriles diarios faltantes

En fin, el Estado cubano está en bancarrota. En el país hay cada vez menos producción agrícola e industrial. Hay ya incluso hambruna tipo África subsahariana en ciertos segmentos de la población, una falta alarmante de medicamentos, apagones interminables y los sistemas educación y salud pública prácticamente colapsados.

La isla produce ya muy poco para obtener divisas e importar alimentos y todo lo que se necesita. En 2023 Cuba exportó bienes por $2,155 millones de dólares. Compárese con los $13,235 millones exportados por República Dominicana, que antes de 1959 exportaba seis veces menos que Cuba.

La caída de Maduro sería el puntillazo mortal a lo que queda de la economía cubana. Además, los efectos devastadores para Cuba serían también políticos, psicológicos, sociales. Todos juntos constituirían un tsunami de impacto colosal en la sociedad civil y entre los militares no corruptos.

Sin el hombre de Cuba en el Palacio de Miraflores, el totalitarismo castrista difícilmente podría mantenerse en pie.

©Roberto Álvarez Quiñones. All Rights Reserved.

 

 

 

 

About the Author

Roberto Álvarez Quiñones (Cuba). Periodista, economista, profesor e historiador. Escribe para medios hispanos de Estados Unidos, España y Latinoamérica. Autor de siete libros de temas económicos, históricos y sociales, editados en Cuba, México, Venezuela y EE.UU (“Estampas Medievales Cubanas”, 2010). Fue durante 12 años editor y columnista del diario “La Opinión” de Los Angeles. Analista económico de Telemundo (TV) de 2002 a 2009. Fue profesor de Periodismo en la Universidad de La Habana, y de Historia de las Doctrinas Económicas en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales (ISRI). Ha impartido cursos y conferencias en países de Europa y de Latinoamérica. Trabajó en el diario “Granma” como columnista económico y cronista histórico. Fue comentarista económico en la TV Cubana. En los años 60 trabajó en el Banco Central de Cuba y el Ministerio del Comercio Exterior. Ha obtenido 11 premios de Periodismo. Reside en Los Angeles, California.

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