Literatura. Crítica. Promoción.
Por Manuel Gayol Mecías…
Aurelio de la Vega: A Rebel with a Cause es un excelente documental de Camilo Vila, que muestra a un hombre histórico aún haciendo historia. Su música aúna todas las emociones humanas, enaltece la virtud del sentir, única manera intuitiva de fundir la inteligencia con la sensibilidad del corazón. Su música es fragua de emociones; fluye a veces en estrépitos de manos y palmadas y en sonidos de grandiosidades lejanas. Recurre a una armonía muy íntima, remota, como de sueños ancestrales que terminan respirando en ciudades y plazas, en lejanos horizontes de crepúsculos marinos. Así es Aurelio por dentro, como una guerra de nervios, como una paz de arpegios que se van sosegando y encuentran de pronto la combinación perfecta de un silencio. Pero ese silencio habla preparándonos para el estallido magnífico de una ansiosa quimera que comienza. Una de las características importantes de sus composiciones, a mi modo de ver, es la suma compleja de emotividades humanas; es el hecho de ser una música de emociones para emocionar, para sentir, y de convertirse en sensaciones solo percibidas por la inteligencia del corazón. La furia y la paz de los sonidos que se hacen sentir.
En efecto, Aurelio de la Vega es un histórico compositor de música clásica aún haciendo historia. Y es retratado en cuerpo y alma en este excelente documental de Camilo Vila que muestra una auténtica secuencia de amor con la obra, con la vida y con una Cuba profunda por parte de un hombre que ha respirado todas las emociones que pueden dar los sonidos. Su música es un reflejo fehaciente de las sensaciones y sentimientos humanos que son ordenados y proyectados mediante una inteligencia culta; y es un ejemplo de esa emotividad esencial que yace todavía escondida en la Cuba que no se conoce, una isla invisible que todavía está por descubrirse. Aurelio de la Vega es la parte oculta de una clase de cubano que nunca en la misma isla se le ha dado a conocer con fuerza pero que siempre ha existido y existe, y que vibra en lo remoto de la historia y en el horizonte de un país que algún día —con educación, con una verdadera y universal educación— se alzará de sus cenizas para entonces ser lo que está llamado a ser…
Por otra parte, el espíritu anticomunista de Aurelio de la Vega lo llevó siempre a mantenerse en Estados Unidos, fuera de cualquier tipo de roce con el régimen castrista. De ahí que su música estuviera censurada y no se conociera en Cuba, quizás únicamente de alguna manera clandestina, hasta el año 2012 en que se volvió a hacer mención de sus obras, y estas pudieron ser escuchadas por primera vez por nuevos compositores y músicos amantes de lo clásico.
Aurelio siempre fue opuesto rotundamente a cualquier tipo de ideas comunistas, y en especial, a las de los hermanos Castro. Pero al mismo tiempo no comulgó jamás con esa idea chabacana de que la música cubana era/es ritmo y charanga, sandunga y bochinche para bailar, que solo sirve para ver mover las nalgas y la cintura de una mujer, imagen trasnochada que viene desde la República, de que Cuba resultaba y resulta ser únicamente una isla para ir a rumbear, y gozar de los placeres simplones de la vida, sin ningún tipo de uso inteligente del gusto, cuando eso siempre ha sido una gran falsedad; pero que junto a ello (a la falsedad del estereotipo, digo) desde hace muchos años se ha dejado de promover, o no se ha promovido con la intensidad que se requiere, la música erudita y seria que sí ha existido en Cuba, incluso desde el siglo XIX hasta el XX. Figuras como Ignacio Cervantes, Laureano Fuentes, Hubert de Blanck, José White y José Manuel “Lico” Jiménez, entre otros, en el siglo antes pasado; y Amadeo Roldán, Alejandro García Caturla, Gonzalo Roig, Ernesto Lecuona y Aurelio de la Vega, por solo citar algunos nombres más ya en el siglo XX, han sabido poner (y lo han hecho con creces) el nombre de Cuba muy en alto en el panorama de la música clásica internacional. Pero debido al facilismo con que se ha sentido y acogido siempre la música popular, esta veta de calidad extraordinaria de la música clásica cubana, podríamos decir, no ha llegado a convertirse y servir como el otro modelo, el de la Cuba culta que siempre ha parecido inexistente.
En esto Aurelio siempre se ha ubicado como un ser altamente sensible, que ha sabido dedicarse con todo el corazón a ese modelo que se inserta en los laberintos de La Cuba secreta, de la filósofa española María Zambrano, quien se lo expresara alguna vez al propio José Lezama Lima en un arranque de solidaridad y filiación entre seres privilegiados y originistas, y hechizada por las cosas valederas y esenciales de la isla; y que se hace unísono aquí con el ejemplo de De la Vega, en cómo sus pasos de compositor han podido (y lo han logrado) revolucionar la música culta cubana no solo dentro de su catálogo local, sino además dentro del gran diapasón de la música clásica internacional. Ejemplaridad de Aurelio quien para la mayoría de los nativos en Cuba ha quedado oculto, o para unos pocos ha permanecido en las sombras y las brumas de la censura.
Independientemente de que después de los años 60 se haya empezado a trabajar más este tipo de música académica, incluso por encima de la música popular (hay que recordar la iniciativa de Leo Brouwer, director de la Orquesta Sinfónica de La Habana en aquel entonces, de buscar un nuevo sonido mediante la creación del Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC), esfuerzo que fue más allá de lo popular, ha sido por al afán político del populismo implantado, defendido y desarrollado por el mismo gobierno “revolucionario”, que lo clásico en realidad siempre quedó (y ha quedado) por detrás de lo popular (la rumba, el son, el mambo, el guaguancó, entre otros, y la llamada internacionalmente música salsa, que no es otra cosa sino música cubana bailable) a un extremo tal que en cuanto a ritmo y música a la isla no se le conoce más que por las mulatas chancleteras de Tropicana, en aquellos tiempos, y hoy en día por la revelación del grupo Buena Vista Social Club.
Es este tipo de circunstancia la que ha llevado a Aurelio de la Vega a no creer ni contribuir con la promoción de esta única imagen populista, y más incluso, podríamos decir populachera que tanto daño nos ha hecho como seres que también pensamos y sentimos. Y ahora que hablo de pensar y de sentir como un conjunto de equilibrio humano, vuelvo a tocar el documental de Camilo Vila en el que Aurelio deja bien expreso —sin desdorar la música popular, claro está— su preferencia por el modo culto de hacer música inteligente, composiciones las suyas que al mismo tiempo sirven para proyectar las emociones y las circunstancias de cualquier ser sensible. Por su parte, la profesional y certera dirección de Vila, deja que las voces de diferentes y destacados compositores, intérpretes, investigadores y escritores hablen de la repercusión e importancia de la música de Aurelio de la Vega, como una manera más de testimoniar la fuerza y la validez peculiar de este laureado autor cubano.
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