Ciencia. Literatura. Crítica.
Por Manuel Gayol Mecías.
Hablamos ahora de Raymond Kurzweil, un científico a quien hay que tomar muy en serio no solo por su calidad creativa y profesional, sino además por sus predicciones científicas que, en la mayoría de los casos, se han cumplido. Estas predicciones han sido acertadas en un 86 %, y Kurzweil señala que esto es así debido a que “las predicciones en tecnología son predecibles”:
Mi tesis central —dice Kurzweil—, es lo que yo llamo “la ley de los rendimientos acelerados” [que] se basa en que las mediciones fundamentales de tecnología de la información siguen trayectorias predecibles y exponenciales, desmintiendo la creencia convencional de que “no se puede predecir el futuro”1.
En efecto, esta experiencia de Kurzweil le ha otorgado cierta fama de científico clarividente para la problemática futura en el desarrollo del cerebro y relacionada directamente con la inteligencia artificial (IA). Según él mismo, sus características de vidente en la IA fuerte es algo natural para cualquier otro tecnólogo que siga su “ley de los rendimientos acelerados”. De aquí que, apoyado en su condición de augur, hable de las posibilidades concretas del transhumanismo, como base y desarrollo transitorio, para una etapa posterior, a la que él denomina singularidad, no lejana en el tiempo, y que ya se ha mencionado en lo que se ha dado en llamar poshumanismo.
No obstante, hay escollos que Ray Kurzweil tendría que salvar para poder pronosticar un poshumanismo al modo en que él lo ve, y como es el hecho de que las máquinas se conviertan en “personas” y, por tanto, puedan tener una conciencia igual o superior al ser humano. Al respecto Carlos Beorlegui nos dice:
Cuando analiza las diferentes posturas sobre la mente, Ray Kurzweil se distancia tanto del panprotopsiquismo (teoría que defiende que “todos los sistemas físicos son conscientes, aunque un humano es más consciente que, digamos, el interruptor de la luz”), como de las propuestas de J. Searle, Penrose y Hameroff. Ray Kurzweil está convencido sin ninguna duda, pero sin aportar razones filosóficas convincentes, de que en un futuro no muy lejano la ingeniería robótica conseguirá construir mentes artificiales que podrán poseer los mismos atributos que las mentes humanas: conciencia, creatividad, sentimientos y libertad2.
Según Beorlegui, Kurzweil “considera que se puede copiar y trasplantar a un robot este patrón, equivalente a un programa informático mental, sin que en esa copia o trasplante se pierda nada del yo o conciencia original que se quiere copiar”2. Pero, de inmediato, el catedrático en Antropología Filosófica acentúa su crítica a Kurzweil cuando expresa:
No somos un ente más dentro de un conjunto matemático, sino un yo irrepetible. El problema está en definir en qué consiste nuestra identidad, qué es lo que nos hace ser cada uno de nosotros, y diferentes a los demás. Nos podrían extirpar paso a paso las diferentes partes de nuestro cuerpo, y mantendríamos la identidad. Seríamos el mismo, pero no lo mismo.
El ser humano, y los seres vivos, van cambiando gradualmente de células y demás componentes biológicos, pero la forma y estructura no cambian. Y eso es lo que mantiene la identidad. Somos un patrón que cambia lentamente pero que posee estabilidad y continuidad, aunque las cosas que constituyen el patrón cambian rápidamente3.
En este sentido, y por estos tipos de dificultades o problemas que se crean ya a priori, no se puede llegar a una conjetura de confirmación del poshumanismo, aun cuando pudiéramos ser partidarios del mismo, cuestión esta que en mi caso no lo soy, al menos, hasta ahora. Aún considero que es muy temprano para dar una aceptación de todas las teorías de Kurzweil. Pienso que, de alguna manera, nos podremos ir acercando a los planteamientos de este futurista, pero al mismo tiempo, la complejidad del proceso de la inteligencia artificial es tal que muy bien podrá llenarse de variantes y de nuevas líneas de investigación, con resultados que crearían nuevas visiones y, probablemente nuevos objetivos, de este fenómeno de vital importancia para la humanidad.
El problema del poshumanismo no radica en el tránsito de lo que va a ser o significa el transhumanismo, puesto que el cuerpo del ser humano al igual que el hardwere del robot no ofrece ningún tipo de inconveniente ni de peligro, y en mucho puede ser beneficioso, pero sí lo altamente complejo y problemático será cuando el asunto llegue al plano de la conciencia, debido a que esta es fuente y caja de resonancia del valor espiritual del hombre. Su intangibilidad y subjetividad vendrá a ser característica fundamental que se encuentra —en cuanto a la cuestión ontológica— en un plano profundamente intelectual (digamos, filosófico y teológico, sin querer hablar de aspectos poéticos, místicos y metafísicos).
La conciencia es lo que realmente marca la identidad del ser humano. Un sentimiento como el amor, o la fe misma, ¿podrían creársele a una máquina? ¿Esta llegaría a tener la potencialidad poética requerida para lograr una total profundidad de creación? Quizás en la narrativa pudiera ser factible. Pero en el hecho emocional, sustancial de los sentimientos, en el que se juntan diferentes emociones, tales como la atracción, el estremecimiento interior, la fe en algo superior o mejor, la sensibilidad por los recuerdos que nos unen a otra persona, la duda de sentirse menospreciado, ignorado, traicionado, la necesidad de la familia y muchos sentimientos más, la conciencia nos da una identidad sui generis, distinta del otro, nos propone y nos hace tomar las decisiones. Y todo se forma en algún lugar remoto de nuestra propia alma. Y funciona diferenciadamente, con total separación de las otras conciencias individuales. Son nuestras respuestas (o mejor, mi respuesta) a las percepciones del mundo, interioridades impredecibles que nos hacen avanzar o retroceder. Es, incluso, un raro impulso de ser un humano auténtico, genuino, ante las disyuntivas de la vida. Y ello, al mismo tiempo, nos convierte en seres individuales, diferente uno del otro, diferente a todos. Ningún ser humano jamás ha sido igual al otro, aspecto distinguible que las máquinas no podrían imitar, y si lograran acercarse a ello, siempre terminarían siendo una imitación; imitación que en los robots se vería como una singularidad colectiva.
En el ser humano la salvación es individual. Nunca colectiva ni imitativa, porque la verdadera singularidad del hecho de ser persona es el misterio del alma. Es individual porque cada uno de nosotros tenemos el derecho a salvarnos por nuestras propias decisiones. Y asimismo es una singularidad porque cada uno somos diferentes, pero pertenecemos y representamos al mismo Todo que nos creó. Y esa es la otra gran diferencia con la máquina: el alma que tenemos es un cuerpo intangible de energía, íntima, en la que su centro es la conciencia, que de alguna manera es un pedazo de la conciencia del mundo y mucho más: es una parte irrompible de la Conciencia Universal. Otra diferencia es que a las máquinas las fabricó el hombre, mientras que a nosotros nos creó la Conciencia Original, y además nos ganamos la inteligencia a la que hemos llegado por nosotros mismos a través de una evolución, que en el caso de Teilhard de Chardin avanza siempre hasta el Espíritu. Esta distinción así tiene que ver también con los recuerdos, con una Historia precisa que envuelve a los seres biológicos por miles de años. La memoria del ser humano viene no solo de un pasado familiar y personal, sino además procede de una memoria colectiva a través del inconsciente, puesto que la cultura del mundo está repleta de arquetipos, de símbolos, sueños y de una Historia (con mayúscula) mundial que se afianza en la evolución que hemos hecho no solo a nivel bioquímico y de nuestro ADN, sino también a nivel de inteligencia; lo que no sucede (o sucederá) en la historia de las máquinas. Nuestros orígenes pueden estar enmarcados en la consanguinidad de los soles, planetas y galaxias; y no así en los robots que solo vienen encadenados a una evolución tecnocientífica, dado por un proceso reciente de los metales, cables y circuitos, de los transistores y la bioquímica, y decididos todos por la inteligencia del ser humano. En el mejor de los casos, los cyborgs tendrían que contar con cierta marca de lo biológico, en un grado muy reducido para poder ser considerados “poshumanos”.
Habrá, por supuesto, una filosofía transhumanista, más que todo, de una inclinación transicional (con su carácter muy marcado de lo humano); y esta mostrará un proceso de errores, aciertos y grandes confusiones. Ineludiblemente va a ser una filosofía híbrida conjugada con la antropología, la psicosociología, la fenomenología, la teología y la metafísica, debido a que cada una de estas disciplinas sería afectada por la nueva identidad del ser, mitad humano, mitad máquina. Esta filosofía, integral, múltiple, intentaría la recuperación de una ética nueva, teleológica, porque dentro de todos los novedosos parámetros por los que habría de pasar, tendría la inmensa tarea de encontrar un fin material, metálico y/o anímico y espiritual. No podría quedar en la plena inercia de la confusión.
En resumidas cuentas, el proceso del poshumanismo es aún impredecible, y además me atrevería a decir que hasta de una manera completa “irrealizable”. Porque, aunque se lograra dotar de conciencia a una máquina (ver para creer), esta nueva conciencia nunca quedaría a la altura de la humana, y suponiendo que se llegara a contar con una conciencia metálica (o mejor: una conciencia que surgiera del metal) y que posea cierta carga espiritual, ello significaría entonces una fuerte marca o sello de lo humano.
Hasta ahora lo que sí pienso es que el ser humano seguiría existiendo en paralelo con las máquinas.
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Notas:
1 Consultar el artículo de Alexandra Hernández Muro: “Seis alucinantes predicciones de Ray Kurzweil, el futurista de Google”, en Spohimanía, 26 de noviembre de 2015, https://www.sophimania.pe/tecnologia/redes-sociales/6-alucinantes-predicciones-de-ray-kurzweil-el-futurista-de-google. También se puede consultar otro artículo de la misma autora, a través de un link redirigido: “Congreso de tecnologías al 2045: Inmortalidad mediante mentes\’descargadas\’ en computadoras y viviendo on line”. Ver en: http://www.sophimania.pe/tecnologia/redes-sociales/congreso-de-tecnologias-al-2045-inmortalidad-mediante-mentes-descargadas-en-computadoras-y-viviendo-on-line/.
2.- Carlos Beorlegui, op. cit.