Tras un somero vistazo desde el exterior, a ellas les encanta entrar en muchas de las tiendas que flanquean el paseo mientras los acompañantes masculinos, de haberlos, suelen permanecer fuera: las manos en los bolsillos, la mirada perdida o sentados y fumándose un piti en el cercano escalón. Es lo habitual, pero ni les cuento si es tiempo de rebajas: en tal caso, la tienda es un imán que las arrastra a su interior sin oposición que valga. Me ha dado por contarlo ya que es lo habitual en muchas de las calles comerciales que transitamos juntos, así que el tema me concierne y, tras la reiterada experiencia, me dio el otro día por listar algunos de los objetos que atraían su mirada al tiempo que buscaba, en las inmediaciones del comercio en cuestión, el mejor lugar en que esperarla.
Escribía Flaubert que cualquier cosa se vuelve interesante solo con que la mires (se refería a la mirada de tu compañera en ese rato, supongo) el tiempo suficiente, y la relación de escaparates con imán era, por lo que comprobé, de lo más variopinta e imprevisible: zapatos y zapatillas, vestidos varios que acabarían quizá olvidados en los armarios, tacitas y tazones, lámparas o colchones, sortijas entre otras baratijas, ropa interior o, lo que es aún peor, prolongadas detenciones en cualquier chiringuito por lo baratito…
Cuando al poco le conté la experiencia rimada a mi nieto (12 años, y otro que el del piano, al que aludí semanas atrás), su comentario fue inmediato:
– Son marujas – respondió -. ¿También ella? – se refería a su abuela.
– Pues no lo sé, la verdad… ¿Qué es una maruja? -le pregunté.
-La que está siempre con el abanico -precisó- y, cuando se levanta, se parará para entrar en cualquier sitio. Sobre todo si ha visto un cojín.
– ¿Y por qué un cojín?
– ¿No te has fijado? Cuando están sentadas y abanicándose, dicen siempre que la silla es muy dura y estarían mejor con un cojín. Es por su culo…
Sonreí, me limité a decirle que parecía muy observador y que a partir de entonces prestaría más atención a los cojines y su reclamo. Estaré a ello en un futuro, aunque creo de entrada que al niño le sobraba razón. Mucha maruja, entrañables marujas…
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One Comment on "De escaparates y marujas"
Muy cálido el artículo. Y muy simpático.