¿Qué hay dentro y detrás de una mentalidad terrorista?

Política. Sociedad. Crítica.
Por Jesús Hernández Cuéllar…

Una consecuencia del terrorismo. Rassemblement devant Le Carillon à Paris le dimanche suivant les attentats du 13 novembre 2015 en France.  Creative Commons.

Disparan a mansalva contra hombres, mujeres, ancianos y niños. Destruyen símbolos considerados por ellos como señales indiscutibles de sus enemigos. Muchos son expertos en el uso de peligrosos explosivos que inclusive usan para acabar con sus propias vidas, en fanáticos arranques suicidas. Los hemos visto actuar recientemente en Londres, Orlando, San Bernardino y París, y anteriormente en Madrid, Nueva York, Washington, Buenos Aires y otras muchas ciudades. ¿Por qué lo hacen? ¿Qué hay dentro y detrás de una mentalidad terrorista?

El antropólogo francoestadounidense Scott Atran, director de investigaciones antropológicas del Centro Nacional de la Investigación Científica de París, Francia, e investigador asociado de la Universidad de Oxford, en Gran Bretaña, ha pasado la mayor parte de su carrera buscando la respuesta a esa pregunta, a través de entrevistas a miembros de grupos radicales. Tal vez sea importante empezar por el final. Este hombre de 63 años piensa que los jóvenes que se integran a movimientos violentos como el Estado Islámico necesitan “valores y sueños”. Por supuesto, eso no es suficiente, todavía necesitamos saber más.

Fuego dejado por el estallido de un auto bomba en Irak. (Foto: Wiki Commons).

Según Atran, la gente piensa de inmediato que un terrorista es un psicópata enloquecido, pero en realidad gente muy común se integra a esos grupos y no precisamente por razones religiosas. En una reciente intervención ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, este científico explicó que la mayoría de los que se unen a esos grupos radicales son estudiantes, inmigrantes, desempleados y amigos de los que ya forman parte de esos movimientos.

“Ninguno de los combatientes del Estado Islámico que entrevistamos en Irak superaba la educación primaria, algunos tenían esposas e hijos pequeños… y cuando les preguntamos qué es el islam, respondieron ‘mi vida’… No sabían nada del Corán o del Hadith, o de los califas originales como Omar y Othman, porque habían aprendido el islam de la propaganda de Al Qaeda y del Estado Islámico”, subrayó Atran ante el Consejo de Seguridad. Esa propaganda “les dice que los musulmanes como ellos van a ser eliminados, a menos de que ellos eliminen primero a los impuros”.

Para Atran, el extremismo violento no representa un resurgimiento de culturas tradicionales, sino su derrumbe, y esos jóvenes, muchos de los cuales han vivido la mayor parte de sus vidas atrapados en la miseria y la violencia, buscan una identidad social que les permita disfrutar de un “significado y una gloria personal”, en medio del fracaso.

Encontrar un equilibrio entre la interpretación antropológica de Atran y la feroz realidad que se ha vivido en Irak, Siria, París y otros lugares, no es tarea fácil. El último Indice de Terrorismo Mundial del Instituto de Economía y Paz revela que en 2016, las muertes ocasionadas por terroristas llegaron a la astronómica cifra de 29.376, lo cual representa una disminución del 10% con respecto a 2014 . Según el mencionado instituto, la mitad de esas muertes fueron provocadas por el grupo islamista nigeriano Boko Haram y el llamado Estado Islámico de Irak y Levante. Además, de acuerdo con este índice, desde el año 2000 se han producido alrededor de 73 mil ataques terroristas en todo el mundo que han matado a aproximadamente 170 mil personas.

Amnistía Internacional ha señalado que el Estado Islámico ha emprendido una “limpieza étnica” a una “escala histórica” en los territorios que tiene bajo su control en Irak, Siria y otros más pequeños en Libia, Nigeria y Afganistán dominados por grupos afines. Los cálculos que se han hecho del número de miembros de esa organización son diversos. Naciones Unidas cree que son 15 mil combatientes de más de 80 países. Los servicios de inteligencia de Estados Unidos estiman que son aproximadamente 20 mil, entre ellos unos 3,500 que se unieron desde naciones occidentales.

El rey Abdullah II de Jordania vaticinó que los ataques a París, y la respuesta inmediata de las fuerzas aéreas de Francia, Rusia y Estados Unidos contra posiciones del Estado Islámico, era “el comienzo de la Tercera Guerra Mundial”.

Los hechos que tenemos a nuestro alcance nos permiten entender que la respuesta militar es absolutamente necesaria para tratar de impedir que en los siguientes 12 meses del estudio del Instituto de Economía y Paz haya otros miles de muertos a manos de terroristas. Pero la interpretación de Atran nos ayuda a entender algo muy importante. La humanidad no necesita más revoluciones políticas, mucho menos violentas. La humanidad necesita una revolución profunda y extensa de la educación. Una educación ética que sea capaz de provocar un mínimo de sensibilidad, compasión y por lo menos de comprensión del prójimo. Es más difícil tomar un rifle de asalto y masacrar a civiles inocentes, cuando se tiene esa educación. Los políticos…, ¡vaya esperanza!.., son los encargados de emprender esta revolución. Y, por supuesto, tendrían que ser los primeros en someterse a esa nueva educación, una y otra vez.

Solo así el género humano conseguirá algún día la ansiada paz mundial, y el fin de los tiranos y los terroristas.

 

 

 

 

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About the Author

Jesús Hernández Cuéllar es director y editor de Contacto Magazine. Desde 1981 ha trabajado en todo tipo de medios: agencias de prensa, diarios, radio, televisión, semanarios, internet, revistas y redes sociales. Fue redactor de la agencia EFE en Cuba, Costa Rica y Estados Unidos, así como editor metropolitano del diario La Opinión de Los Angeles, California, e instructor de periodismo de la Universidad de California en Los Angeles (UCLA). Ha trabajado como periodista en las elecciones presidenciales de Estados Unidos desde la elección de Ronald Reagan en 1984.

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