Preludio para mi infanta difunta

Written by on 13/04/2016 in Literatura, Poesia - No comments
Literatura. Poesía.
Por Tony Cuartas…
Una infanta difunta

Evocación sinfónica de la Grecia antigua; Daphnes y Chloé es la obra más monumental de Maurice Ravel. Decoración concebida por León Bakst para el estreno de la obra en 1912. Wiquipedia.

…parece que se ha ido, pero entonces vuelve.

                          __

A mi lado el otro cuerpo,

al respirar, mantenía la visión

pegada a la roca de la vaciedad esférica

José Lezama Lima

Mientras el tiempo transcurre difusamente, tu ausencia es un gran desafío
     ahí frente a la ruptura de la somnolencia, penetras y saltas en el
     adormecimiento que emerge de  la voracidad presentada ante el espejo, 
     has traspasado la sustancia apoyada en el sueño venido del rocío.

Reconocer  el deslizar  del frío se ha tornado irreconocible, desaparece y
     al llegar es interceptado entre calles, es  como ver aparecer un animalejo
     arborescente, traspasa los relieves, así como obstáculos 
     abandonados junto a sus pasos.

Yo sé que es un absurdo metamorfoseado en su envolvente mordisco.
     Mis brazos  intentan  apresar el espacio, deshilachan el tegumento 
     semejando  un disfraz, es el inapresable tiempo sostenido por innumerables
     cuerpos. Han sido coronados por símbolos regidos por sombras 
      desdeñosas, embadurnadas  de  vergonzantes capaz  sobre otras, parecen
     seres arbόreos tratando de adquirir una armonía de aves nocturnas.

En excepcionales instantes reconozco que  sería imposible desentrañar su
     máscara envolvente, cubre a la muerte, al tanto con maternal gallardía
     Ganímedes custodia mis pasos, intento adherirme a Eros  ante  Céfiro
     y Jacinto va absorbiendo la poca luz. Ahora me hundo en los parajes
     de Hades. Allí indagaré dónde esta mi infanta.

La urdimbre fue  reemplazada por  la revelaciόn que  se produjo en la
      hoguera de  Roma y el dormir de  los seres  se  prolongó  hasta  nuestros
     días. Fue  un frotado  relumbrar y las estatuas se desmoronaron, 
      después apareciό la luz en salutífera reverencía.

Al ver a Esquilo, hijo de Euforiόn, primer gran representante del espíritu
     ático, y Pirístrato acababa de construir un nuevo santuario para el 
     culto de los misterios. Iba a hacer la referencia en la profundidad inspirada
     en el tránsito hacia Hades, era una fuerza purificadora y a la vez    
     triste, soy un hijo de los tiempos, quizás sea un heredero de Solόn, es ser
     comparado a una tragedia  de  Esquilo, sería la resurrecciόn del  
     hombre en su heroísmo. Por eso intento educarme y así elevar mi 
     preparaciόn junto al estatus superior. Puedo ver la escritura embadurnada 
     con las escamas del lagarto en su cenital paraje, el reptil pendula  su 
     cuerpo y lo vemos utilizando su larga lengua, caza los incestos predilectos
     para su glándula gustativa. El pergamino donde los escribas ejecutaron
     las palabras  sagradas y apócrifas, cuando el inapresable reptil
     duerme la siesta de las tardes sobre los papiros o tabletas de barro, en
     inesperados suspiros el día transcurre en evaporadas y somníferas 
     revelaciones medulares.

Esquilo como se sabe fue “el luchador de Maratón”, el abanderado 
     espiritual de lo primordial en la generación del nuevo ático, fundada de la
     más alta voluntad moral.

La fisura o arañazo profundo  provocado  por las patas del lagarto volvieron 
     a su armonía, y  su médula somnífera pudo restituir su tesura, las
     escrituras pudieron recuperarse y a su vez quedaron descifradas. Mientras  
     el bajamar iba provocando la vaciedad  en el espacio, dejando las mareas
     de  la séptima  luna a su libre albedrío, y hacia penetrar el acariciar de
     su mano, cuando la garduña venía danzando y su gemir era una cantata
     en Mi bemol, así disfrutaba de  la mejor parte del manjar disgregado 
     sobre el pasto del bosque humectado del rocío.

Contemplé al gato deslizar su aspecto egipcio, introducía sus pasos erguidos
     con su andar pausado, así como sus movimientos breves semejan
     la  prolongación del  silencio, iba acompañado con su  blando cuerpo
     desapareciendo con la neblina y el rocío de la media noche, lo aguarda
     en  un  aliento callado y de  sonámbulos seres llenos de  misterios
     umbrosos.

Penetramos por la puerta entornada y disipamos el soplido del viento ve-
     nido del mar, nos une y nos separa a la vez de la noche regida por las
     sombras largas y difusas, deambulan congestionadas con gestos 
     desdeñosos; gemebunda ciudad envuelta y abrazada de una bruma 
     devoradora y la tibieza de los cuerpos, andan imantados de humedad 
     desperdigada sobre estructuras carcomidas y sus calles plañideras de 
     suspiros. Viendo al espejo untado con los reflejos de la luz lunar, dormida
     en  su dimensión observando el asombro de Venus que  romancea
     con Tauro, reclama el despertar de la tortuga después de haber desovado
     sus huevos y aún permanece lloriqueando en desazonada quietud,
     al cernirse una tenue llovizna provocando la humectación sobre
     el paraje. Pero allí estaban los coyotes esperando que la tortuga reto-
     me su regreso al mar a través de la arena y se interne en las aguas que
     la esperan, y  la jauría aguarda para caer sobre el escondrijo y saciar 
     su apetito voraz.

Flota  la  luz  en  el  instante  y el ser se hunde en el vacío, dejando el
     aliento en el espacio y una burbuja obstinada quedaba en un balbuceo
     quieto  e inerte, como el letargo  de  un sueño gimiente. Busco el otro
     silencio  en  lo  alto  de  la noche, se apagan los reflejos y un inmenso
     abandono  se  posesiona de  la  dimensión que aparece  y es como si nada
     existiera, ¿y si la oscuridad y yo nos mantuviéramos en el espacio?…

Algunas veces pienso en qué lugar de la inmensidad estará mi infanta. Es
     como si volviera en cada  instante, al simple parpadear, y al despertar
     compruebo su ausencia, quedo confundido, quisiera dormir y no volver
     más…

Cuando el escorpiόn clava su aguijόn a todo aquel que intenta interceptar
     sus pasos y aislarlo, él actua como  un verdadero guerrero del medioevo
     y sin el menor reparo continua su marcha, arrastra su coraza y en
     ocasiones envuelve su cuerpo, y con gestos  malhumorados emprende
     sus pasos, alertando a la cordura, a la medida impulsa su blindaje y se
     introduce en los manglares o arenas del desierto, ocultándose en 
     oscuros escondrijos y espera…

Mis pasos me llevan por dédalos callejones por donde  otros  caminantes   
     han dejado sus huellas primogénitas transparentando sus sombras, 
     exploran la ciudad, internándose en lo desconocido y las estatuas de  los
     parques los ven pasar y sonreír, era una danza, iban flotando sobre
     adoquines pulímentados y humectados de caminantes que han retado
     al tiempo y en otras ocasiones era el relumbrar del sol, provocaba una
     especie de evasión a la luz, había que cerrar los ojos, es ir entre ramajes
     de una selva boscosa, traspasando las actitudes ceremoniosas, 
penetrar y hundirse en el influjo de callejones cóncavos, aconteciéndose
     un remolino en las intercesiones de calles y una gran sorpresa al sentir
     el cambio  del  viento, escoltado  de  un polvillo enceguecedor en
     burlesco salmoneo lastimero y percibir a la ciudad perdida en su propio
     remolino, vivía estática, rodeada por ese mar movedizo, reflejando las
     estructuras grisáceas de los carcomidos edificios y los fantasmas
     perseguían su deambular entre portales umbrosos y puertas 
     entornadas, como si estuvieran ahí para hacer el amor con un enorme y
     pesadumbrado hastío.

Vuelvo sobre mis pasos, golpeo los mismos adoquines, percibo como las
     sombras que  antes  me  conducían,  insisten en  su  comportamiento,
     quieren semejarse a los siameses. Es desaparecer ante la sonrisa en el
     principio del nacimiento, provoca una indefinida profundidad del 
     intelecto y al dejar la vestimenta suntuosa del estilo jónico y con acertado
     acierto dar  paso al siempre varonil vestido dórico. Al provocar un
     desdeñar, tropezamos con la risa  y  las vibraciones de  las carcajadas
     desaparecidas y remolinadas entre las paredes de la estancia chocan y
     al rebotar invaden deshilachando el azogado espejo, adormecido en el
     corredor y al percibir a la sierpe deslizar su disfraz  escamoso, nos va
     descifrando su prolongación suntuosa en busca de las sombras envolventes
     con su vestuario de  arborescente figura, tratan de  compararse  
     con la muerte cubierta de niebla.

Tony Cuartas

 

 

 

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About the Author

Tony Cuartas (La Habana, 1941) estudió y trabajó en Cuba como diseñador gráfico y escenográfico. Sus primeros poemas aparecieron en los años 60 en revistas de talleres literarios. En 2009 publicó el poemario "Prolongación ancestral" (Letra de Molde Ediciones, Miami), y tiene inéditos varios libros de poesía y narrativa. Actualmente reside en San Diego, California. "Y los caballos" está dedicado a su hija Lilian.

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