Pregunta a “Juventud Rebelde”: ¿Cuántos turistas de Estados Unidos irían a Cuba sin castrismo?

Written by on 29/10/2017 in Critica, Política - No comments
Política. Crítica.
Por Roberto Alvarez Quiñones…

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Hace unos días el diario oficialista Juventud Rebeld (JR)  publicó una amarga queja del régimen cubano: por culpa del “bloqueo” y de las restricciones de los viajes, Cuba deja de recibir 1,500 millones de dólares anuales en el turismo. Y agrega que ya entre  abril de 2016 y junio de 2017 perdió 1,702 millones de dólares.

Aquí se cae de la mata preguntarle a Raúl Castro, a su claque militar y a JR:  ¿Cuántos miles de millones de dólares podría hoy recibir la isla de visitantes de EE.UU.  si él y su hermano no hubiesen asaltado el poder e implantado el comunismo?

Fidel Castro introdujo  en buena parte de la conciencia nacional cubana la falacia de que el “bloqueo” de EE.UU. es responsable de todas las desgracias del país. De tanto repetirlo, el embuste para muchos pasó a ser verdad. Es una ley de la propaganda y la psicología que el nazi  Goebbles aprovechó muy bien.

Castro I incumplió su programa socialdemócrata y pluralista de “la Historia me absolverá”, y sus promesas de realizar elecciones  y restaurar la Constitución de 1940. Solo cumplió la hecha a Celia Sánchez en la Sierra Maestra, en junio de 1958:   “Cuando esta guerra se acabe, empezará para mí una guerra mucho más larga y grande: la guerra que voy a echar contra ellos. Me doy cuenta que ese va a ser mi destino verdadero”.

El comandante, al suprimir el sector privado e imponer el sistema marxista-leninista,  mató la única fuerza que crea  riquezas en este mundo. Y Cuba, una de las naciones con más alto nivel de vida en Latinoamérica antes de 1959, perdió incluso la capacidad de sustentarse a sí misma.

La economía cubana, absolutamente parasitaria,  devino proxeneta que só\olo se mantiene a flote con dinero regalado. Sobrevive gracias a subsidios, petróleo y cash obsequiados, y últimamente sobre todo con las remesas, paquetes y viajes desde el territorio “enemigo”.

Por otra parte, el embargo comercial y financiero lo provocó el castrismo. Fue la respuesta a las expropiaciones  de propiedades norteamericanas en 1959 y 1960. Primeramente se excluían alimentos  y medicinas, y en febrero de 1962 el Gobierno de John F. Kennedy lo hizo total.

Castro I necesitaba un “enemigo” a toda costa

Al confiscar las propiedades de EE.UU.,  a Castro I le importó poco que en 1959 el 73 % de las exportaciones cubanas había sido absorbido por EE.UU.,  y que el 70 % de las importaciones de Cuba procedieron del cercano vecino,  a solo 140 kilómetros de distancia. Ya el dictador tenía listo su proyecto de convertir a Cuba en satélite de la Unión Soviética, para poder mantenerse en el poder at infinitum.

Si esto lo sabía la inteligencia norteamericana, o no, o  si fue un error de Kennedy imponer el embargo comercial  total,  o no,  es otra historia. Lo cierto es que el primer golpe lo dio Fidel Castro y Washington  respondió.  Claro, eso no es lo que enseñan en las escuelas cubanas.

No pocos cubanos pensaban  —aún hoy— que fue un error el embargo,  pues le dio a Castro el pretexto para culpar a EE.UU. del desastre totalitario comunista. Pero analizándolo detenidamente, es fácil advertir que en el delirante proyecto revolucionario de Castro I, de ninguna manera  cabían relaciones normales con  EE.UU. Al contrario, atacarlo era el objetivo central castroguevarista.

La estrategia del dictador cubano —y toda su filosofía política— necesitaba  de la  confrontación permanente. Su admirado Mussolini ya lo había hecho. Cuando no hay un enemigo real para la “causa”, hay que inventarlo.

El modelo castrista tenía que  ser subsidiado

Algo fundamental es  suponer qué habría pasado en Cuba de no haberse impuesto el embargo ya más amplio en 1962.  Pienso que de todas maneras, Castro I  lo habría provocado, o tal vez algo peor. Porque necesitaba de un “enemigo  poderoso,  e “implacable”,  y por otros tres motivos:

1.— Relaciones normales con EE.UU. impedirían o dificultarían en extremo su obsesión de exportar la revolución  para “cubanizar” América Latina (es lo que hace ahora en Venezuela su hermano Raúl).

2.— Aunque Cuba hubiese podido comerciar con EE.UU. y recibir créditos, la increíble improductividad castrista habría generado muy pocos bienes para exportar a EE.UU. y pagar las voluminosas importaciones de todo (incluyendo alimentos) que necesitaba el país por producir tan poco y de tan mala calidad.

Es decir, el modelo instaurado por Castro I necesitaba ser subvencionado, y eso solo estaba dispuesta a hacerlo  la URSS. Y no por “internacionalismo proletario” y otras idioteces propagandísticas,  sino porque Moscú quería tener en el Caribe una plataforma para expandir su influencia y sus intereses en América Latina, y para espiar a Washington  en sus narices.

3.—  Al afianzarse la alianza político-ideológica Moscú-La Habana, la “Guerra Fría se extendió a Latinoamérica.  El régimen cubano debía enfrentar política y diplomáticamente a Washington. Porque tenía que pagar a Moscú por los subsidios, y porque era ese un propósito raigal del dictador.

No se trata de que Cuba cayó en manos de Moscú por la torpeza de Washington, sino de que Castro tenía realmente que subordinarse a la URSS, para saborear tranquilamente las “mieles del poder”, como él mismo las llamó,  aplicadas a otros.

Si el embargo no se hubiera implantado, el sistema económico  estalinguevarista centralizado, implantado en 1961 antes de que se impusiera el embargo,  no habría habido suficiente capacidad de hospedaje para recibir millones de norteamericanos. Los ingresos obtenidos por el turismo socializado no habrían podido sustentar la economía cubana, que recibía subsidios soviéticos que llegaron hasta los 5,000 millones de dólares anuales.

Otras preguntas: ¿Habría EE.UU. pagado 45 centavos la libra de azúcar importada de Cuba, cuando el precio mundial era de 4 centavos? ¿Habría regalado al régimen los 115,000 millones de dólares que le dio Moscú  entre 1961 y 1991?  ¿Le habría obsequiado miles de  millones de dólares en armamentos de todo tipo, incluyendo aviones, tanques, barcos, cohetes, vehículos, etc?  ¿Le habría entregado EE.UU. gratuitamente a los Castro en los años 80 tres millones de toneladas anuales de petróleo adicionales para que la reexportaran y obtuviesen más divisas que con las exportaciones de azúcar?

Además, un flujo de turistas de EE.UU. cámara en mano por las calles cubanas, habría disparado aún más la represión política. En fin, eso de turistas “yanquis” en la Cuba de los años 60, 70 y 80, parece  ciencia-ficción.

A todas estas, de qué bloqueo realmente estamos hablando hoy. Cuba depende ahora más que nunca del dinero que le llega de EE.UU., luego de la caída de los subsidios de Venezuela. Entre remesas, paquetes y viajes  desde EE.UU. en 2016 fluyeron hacia la isla más de 7,000 millones de dólares. Esa cifra superó los subsidios venezolanos, triplicó los ingresos del turismo y casi duplicó el valor de las exportaciones cubanas de bienes.

Hoy EE.UU. es uno de los principales socios comerciales de Cuba y uno de sus mayores proveedores de alimentos. Desde  el año 2000 la isla ha importado de su vecino 4,636 millones de dólares en arroz, pollos congelados, carne de cerdo, leche en polvo,  maíz, harina,  frijol de soya, manzanas, trigo, conservas, etc.

Y una última pregunta incómoda para JR y la dictadura: ¿Qué le ocurriría al castrismo y a Cuba si EE.UU. decretase de verdad un embargo total —como hizo la comunidad internacional con el régimen de Sudáfrica— y no le vendiese nada, ni permitiese el envío de remesas, paquetes, ni viajes a la isla?

Si con la política de Trump, o nuevas sanciones en respuesta a los ataques a los diplomáticos de EE.UU. disminuye el flujo de turistas desde el “imperio” a la isla la pregunta es la misma: ¿Ocurriría eso si no hubiera castrismo en la isla?

 

 

 

 

©Roberto Alvarez Quiñones

 

 

About the Author

Roberto Álvarez Quiñones (Cuba). Periodista, economista, profesor e historiador. Escribe para medios hispanos de Estados Unidos, España y Latinoamérica. Autor de siete libros de temas económicos, históricos y sociales, editados en Cuba, México, Venezuela y EE.UU (“Estampas Medievales Cubanas”, 2010). Fue durante 12 años editor y columnista del diario “La Opinión” de Los Angeles. Analista económico de Telemundo (TV) de 2002 a 2009. Fue profesor de Periodismo en la Universidad de La Habana, y de Historia de las Doctrinas Económicas en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales (ISRI). Ha impartido cursos y conferencias en países de Europa y de Latinoamérica. Trabajó en el diario “Granma” como columnista económico y cronista histórico. Fue comentarista económico en la TV Cubana. En los años 60 trabajó en el Banco Central de Cuba y el Ministerio del Comercio Exterior. Ha obtenido 11 premios de Periodismo. Reside en Los Angeles, California.

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