Literatura. Crítica.
Por Reynaldo Fernández Pavón…
Un amigo me envió desde Miami un Mp3 con la versión de Charles Aznavour de la canción “Esperanza”, la más universal de todas las canciones del primero de los catorce hijos que dio a luz Claudina Argote Vázquez, en Bayamo, y no por casualidad al nacer, le nombró con el seudónimo que llevó en la Guerra de independencia el general Antonio Maceo y Grajales, Ramón Cabrera, autor que para sobrevivir trabajó como ebanista, vendedor ambulante de mangos, de carbón y hasta de enciclopedias.
Su canción “Esperanza”, inspirada por Pepito Palma, pianista de la Orquesta Aragón, quien le dijo: —Ramón si me compones una canción con el nombre de Esperanza, la mesera del Brindis Bar, me aceptará como novio—. Una semana después la grabaron; su amigo conquistó el amor de la mesera y Ramoncito compuso una de las canciones que desde entonces ha recorrido escenarios en todos los continentes con versiones en varios idiomas, entre las más conocidas, el chachachá de la Orquesta Aragón y la versión de Charles Aznavour, que nos convence de que esta historia es una experiencia común a muchos seres humanos, como versan las dos primeras estrofas:
La conocí y me enamoré,
y me ilusioné,
y ahora todo se acabó.
Al conocer su fingido amor
que causó dolor
a mi pobre corazón.
Escribiendo estas breves notas se develaron en mi memoria acontecimientos que mi alma, por instinto, había conservado como joyas en el exilio; y las imágenes de mi infancia salieron corriendo hacia el patio donde crecieron con amor mis esperanzas.
Me vi en andas en los hombros de mi tío Ramón, en el que fuera el Casino Español de la Playa de Marianao, una tarde de verano frente al mar que baña las costas habaneras. Mi tío, con permiso de mi madre, me había llevado a un bailable donde actuaría el Benny Moré, quien a la fecha había grabado la mayoría de sus sones montunos en interpretaciones que, sin excepción, se convirtieron en éxitos nacionales e internacionales, como “Bayamo”, “Palma Soriano”, “Guantánamo”, “Santiago de Cuba”, “Manzanillo”, “Marianao” y “Pinar del Río” que hilvanaron un collar de tributos a la belleza de las ciudades y campos de Cuba.
—Tío, ¿donde se conocieron tú y Benny?—, le pregunté con la curiosidad propia de un niño, y sonriendo contestó: —Sobrino, yo vivía en un hotelito en la calle Teniente Rey donde Benny durmió algunas veces; allí le vi de cerca por primera vez y nos saludamos, pero fue Mariano Mercerón el que nos presentó… Y mientras Ramoncito me contaba con entusiasmo anécdotas de su amistad con el Benny, la banda gigante comenzó a tocar los primeros acordes de su “Trecero de manigua”, descripción poética de las fiestas de los guajiros; y entonces fue cuando “El Bárbaro del Ritmo” apareció en escena con su bastón y su sombrero. Una multitud que se encontraba dispersa corrió desaforada para amotinarse frente al escenario, petrificados, hipnotizados en un asombro mágico, nadie bailaba y el Benny trazaba figuras con los pies sobre el tablado, improvisando con la voz sobre el estribillo:
Trecero de manigua
toca un son que reviva.
Ramón Cabrera nació en Bayamo el 16 de noviembre de 1916, ciudad que fue incendiada durante La Guerra de los Diez Años por sus pobladores para que los militares españoles se sintieran frustrados en su marcha por aquella ciudad que se negó a ser ocupada. Siendo un adolescente recibió clases de solfeo, teoría y trompeta de su padre Ramón Pavón Cabrera, quien había obtenido en una oposición la batuta de director de la Banda Municipal de Palma Soriano, y montaba repertorio día tras día para estrenarlo en la retreta dominical con la banda de esa ciudad, vestida de uniforme sobre la glorieta del parque, donde se daban citas las muchachas enlazadas de cuatro en cuatro y de seis en seis, mientras los jóvenes enamorados les susurraban piropos zalameros en los oídos… Entre esos caballeritos se encontraba Ramoncito en sus años mozos. Cuentan sus hermanos que uno de esos domingos iluminados, al escuchar el área de rigoletto, “Poeta y aldeano”, el hasta ese momento aprendiz de carpintería y ebanistería regresó a la casa decidido a ser compositor y escribió la canción “Rosario” que inició un ciclo de boleros coronados con “Tu Voz” en la interpretación de una cantante tutelar de las Américas, la sin par Celia Cruz.
Grandes cantantes como Antonio Machín, Vicentico Valdés, Tito Gómez, Inocente Iznaga (“El Jilguero”), Pío Leiva, Ana Gabriel, Guadalupe Pineda y Oscar D’León, entre otros que harían esta lista interminable, hicieron de su obra un repertorio luminoso.
En 1965, Ramón Cabrera se fue a Europa y volvimos a verle durante una triste estancia de casi dos años en Cuba. Apresado en Europa por agentes del servicio secreto, por el presunto cargo de ser “agente del enemigo imperialista”, le llevaron secuestrado desde Bulgaria hasta la isla en un buque mercante; agravio perpetrado por seres que destruyen y odian contra un cubano de pura cepa. Durante un pase que le otorgaron en la granja, en la que se encontraba cumpliendo la condena impuesta por el tribunal revolucionario, fue visitado por la cantante Elena Burke y el compositor Cesar Portillo de la Luz en la casa de su madre, en Buenavista. Cantaron durante toda la noche obras de la antología de la música cubana. Poco después de esa velada de lo real maravilloso le liberaron, y viajó rumbo a Madrid, donde le esperaban con ansiedad, su esposa Rosario y las personas que integraban el íntimo círculo de sus queridos amigos, en tiempos en que María Dolores González Flores (Lolita) popularizaba su canción “Con el insinuante mirar”.
Un día llegará en que las generaciones por nacer, y las que ya han nacido, editarán la música de Ramón Cabrera; y se escucharán en todos los rincones del planeta las melodías contagiosas de “Ahora si tengo un amor”, “Amanecer guajiro”, “Amarga realidad”, “Anda machetero”, “Aves del Prado”, “Caminito de Zaza” “Cartagena plateada”, “Compréndeme nena”, “Con este Son”, “Deja de pensar en el mañana”, “Desconsiderada”, “En el Cabaret”, “Frutas de España”, “Los conquistadores”, “La provocadora”, “La mano”, “Mala Yerba”, “Miguel, Mi parranda”, “¡Qué mala eres!”, “Tierra querida”, “Ya te lo dije” y “Baracoa”, obras que harán vibrar otra vez a todos los públicos y Ramoncito, desde la inmortalidad, escuchará vibrar los 32 armónicos de la canción que lo llevó a la cúspide de la fama y la popularidad:
¡Ay! Qué pena me da,
Esperanza por Dios,
tan graciosa
pero no eres buena.
¡Ay! qué pena me da,
Esperanza por Dios,
tan graciosa y sin corazón.
Ramón Cabrera dejó de existir durante un invierno madrileño, el 15 de diciembre de 1993, sin que sus familiares pudieran colocar una azucena sobre el sitio en que reposa.
Sirva este homenaje escrito en el aniversario de su natalicio como estímulo a la memoria colectiva.
Filadelfia. Noviembre 16 de 2014.
[Este trabajo ha sido enviado especialmente por el autor para Palabra Abierta]
©Reynaldo Fernández Pavón. All Rights Reserved
2 Comments on "Salutación al compositor Ramón Cabrera Pavón Argote en su nacimiento"
Buenas tardes, por favor una pregunta: ¿ En qué año Ramón Cabrera grabó “Esperanza” ?. Agradezco tu respuesta.
La canción “Esperanza” se grabó en la década de los años 50, y al principio fue por la orquesta Aragón. Después, en el año 60 o 61, la grabó Charles Aznavour, en Francia. Gracias por su interés.