Labios sellados (fragmentos de una novela)

Written by on 15/01/2012 in Novela - No comments
Exiliados cubanos

Exiliados cubanos

“No fue ocurrencia del exilio trasladarse. En 1962 las autoridades floridanas trataban desesperadamente de situar a cada nuevo grupo de refugiados que arribaba diariamente a Miami absolutamente desposeídos” (capítulo 2, p. 18).

[…].

“Para los refugiados la más consoladora y atractiva ubicación por aquellos días era California. En primer lugar, se conseguía empleo y los sueldos eran superiores a los de la Florida y otros estados. Además, el clima y el idioma no eran barreras; en Los Ángeles ya había una gran colonia hispana” (cap. 2, p. 19).

[…].

“La ciudad de Culver City, en otro tiempo activo centro de producción de grandes empresas cinematográficas fue escogida como lugar de residencia por un gran número de exiliados. Allí encontraron la relativa seguridad del dólar en el bolsillo, pero, ¿se sentían conformes? Evelio nunca hubiera emigrado, pero… (cap. 2, p. 20).

[…].

“Si de esta reunión pudiera salir algo en firme”, musitó Carredo saliendo de la cocina con su deliciosa y aromática carga de café. Pero era difícil poner al exilio de común acuerdo. Hasta ese momento no se había logrado (cap. 2, p. 28).

[…].

Mariana miró el reloj de la cocina. Eran las 9:10 de la noche. ¿Dónde estará esa chiquilla? se interrogó a sí misma. De repente oyó el “mugido”, como le llamaba Viki a aquel ya familiar sonido de la sirena del muelle de Santa Mónica que orientaba a las embarcaciones surcando de noche la espesa niebla del Pacífico. “Con tal de que Viki no esté en el muelle…”. (cap. 7, p. 61).

[…].

Mariana no pudo evitar la efusión de sentimientos reprimidos… Estaba cansada de sufrir, de los malos ratos, de su vida sin alicientes. De su existencia sin amor (capítulo 7, p .75).

[…].

—Mami, what’s the matter? Why are you crying?

Mariana se volvió desprevenida. No había oído entrar a Viki. Secándose las lágrimas, le respondió:

—Es que estaba pensando… (cap. 7, p. 7).

[…].

Please, tell me mami, what’s wrong? I’d never seen you cry—, insistió Viki —I don’t understand you, mami. Come on, tell me what happened.

—Hija, ¿por qué me hablas en inglés? ¿No te hemos pedido que en casa hables español? ¿No habíamos quedado en eso?

OK, mami. Yo sé que éste es territorio libre e independiente, como dice papi. ¿Te das cuenta de que tengo razón? ¡Ya no se puede vivir en esta casa! See, mami, you’re like him. Your body is here, but your mind is over there, in Havana. Why don’t you leave the past alone? Let it go. Let the past go. You will be happier (cap .7, p. 76).

[…].

—Claro que no los entiendo. Mientras están allá tienen la obsesión de venir para acá. Llegan aquí y a las pocas semanas ya el país no sirve. Entonces quieren hacer una revolución para regresar. Los cubanos están locos, todos están locos, y mi padre es el peor de ellos (cap. 7, p. 78).

Stop the war! Make love

(Dicho popular en los años 60)

15 de octubre de 1969 (9:00 a.m.)

Shit—, exclamó Viki al volver a su dormitorio. “Mami has spoiled my day. I am so tired of feeling guilty…”. Era imposible vivir así, pensaba ella.

—¡Coño, yo soy la única virgen que queda en Los Ángeles—, vociferó súbitamente, lanzando una de las zapatillas de casa al espejo de la cómoda. —¡La única virgen!—, repitió con furia. Ya estaba cansada de ser prisionera de la tan cacareada virginidad, de su castidad en desuso dentro del ambiente americano en que se movía (cap.15, p. 150-155).

[…]

El recinto universitario parecía una colmena. Había mucha gente que no era de allí. Un grupo enorme, evidentemente de trabajadores de la agricultura, vestidos con ropa de labor y pañuelos rojos y negros atados alrededor de la cabeza, al estilo de los piscadores, como para llamar la atención. Abundaban los cartelones de protestas por todos lados: ¡OUT OF VIETNAM NOW! ¡PEACE NOW! AMERICA, LOVE IT OR LEAVE IT! ¡CUBA SI, YANKI S NO! Reporteros y camarógrafos con equipos listos para reseñar el acto corrían de un extremo a otro tras la noticia. Negros, asiáticos, mestizos y blancos cooperaban pacíficamente en el propósito de condenar la guerra en Asia. Viki había oído decir a su amiga Annette: “We are going to have the largest demonstration of Moratorium Day in the West coast! We must stop the Vietnam War!

Annette era una de las organizadoras de la protesta que tendría lugar en la plaza Janss Steps, de la UCLA, esa noche. Proyectaban una ceremonia con velas y discursos por personajes del cine y la televisión. Harry Belafonte, Candy Bergen, Burt Lancaster y figuras políticas, entre ellos el representante republicano George Brown, habían prometido asistir. Viki también había prometido cooperar, pero tenía que regresar a su casa antes de las 9:00 de la noche. Si llegaba cinco minutos pasada la hora señalada, tendría una batalla verbal con sus padres, pensó molesta. “Coño, ¡qué atrasados están estos cubanos! Lo único que les interesa es que se caiga Fidel, y que no le destapen el agujerito de la sabrosura a sus niñas”. ¡Ah, cuánta lucha, cuántas contradicciones! No era fácil sacarse de la conciencia las enseñanzas de su madre (cap. 15, p. 157).

[…]

Aunque ella no podía asistir regularmente a las conferencias semanales de la Dra. Gisela Barajas, secretamente Mariana escapaba de vez en cuando algún sábado, sólo por el bien que le hacían los consejos de esta inteligente mujer. No era sólo ella quien tenía tabúes y complejos de los cuales librarse. Las asistentes intercambiaban libros, pero se cuidaban de traerlos forrados con papel grueso y oscuro como para que nadie pudiera enterarse de lo que leían. Así pasó de mano en mano el famoso libro de Betty Friedan, The Femenine Mystique, y otros de Simone de Beauvoir, Karen Horney, Margaret Mead; y uno, por cierto muy bien escrito, aunque poco conocido, La mujer y su nicho de santidad, de una autora hispana cuyo nombre no recordaba.

La Dra .Gisela no enseñaba a conseguir hombres, sino a cómo vivir con ellos. “La generalidad de las asistentes a mis conferencias”, decía ella, “temen estar haciendo algo ilícito por el mero hecho de desear ampliar sus conocimientos y perder el miedo a la vida”.

La mujer hispana, con raras excepciones, carga un terrible complejo de culpa, y se considera a sí misma perversa y pecadora cuando por su deseo lógico de superarse, se atreve a contravenir o desviarse de las normas de conducta y dictados familiares. El temor a traspasar los límites intelectuales impuestos durante el proceso de la crianza, y a rechazar la tabla de valores de la familia, se convierten en derecho autorizado para que sus padres y hermanos mayores tuerzan su voluntad, oscurezcan su inteligencia y ejerzan un control pernicioso sobre su existencia (cap. 16, pp. 176-178).

[…]

Mariana no podría decir las veces que había mirado el reloj esa noche. La inquietud la consumía. “Es muy tarde. Algo terrible tiene que haberle ocurrido a Viki. Tendría que despertar a Evelio”, pensó.

—Evelio, despierta. Necesito hablarte. Espabílate, por favor. Tienes que salir a buscar a Viki.

—Viki, ¿qué le pasa a Viki?—, preguntó Evelio, todavía atontado.

—Espero que nada malo, pero no ha vuelto desde que salió para la universidad esta mañana.

—Ah, cabrona, y ¿qué hace esa chiquilla en la calle a estas horas? ¿Llamaste a sus amigas?

—Si, pero no estaba con ellas. Por favor, Evelio, llégate a la universidad, a ver si está allí.

—No seas estúpida Mariana. ¡A estas horas en la universidad!

—Pues sí, es posible. Esta noche han hecho allí una protesta acerca de la guerra en Vietnam, y probablemente se quedó para ayudar a las amigas.

—Era lo único que nos faltaba, que ande metida en esas protestas de los comunistas. La culpa es tuya, por consentirla.

—Anda, Evelio, apúrate. Ve a buscar a Viki (cap. 16, pp. 180-182).

***

[Fragmentos de Labios sellados, de Carmen Alea Paz, Premio Internacional de Novela “Ðr. Alberto Gutiérrez de la Solana”, 1999. Concurso patrocinado por el Círculo de Cultura Panamericano de Verona, New Jersey].

 

Carmen Alea Paz (La Habana, Cuba). Narradora y poetisa, traductora, conferencista y profesora de idiomas. Cuenta con una maestría en lengua y literatura española e hispanoamericana. Ha sido profesora de español y literatura de la Universidad de Northridge. Ha recibido premios y menciones tanto en Cuba como en Estados Unidos. Cuentos, artículos y ensayos suyos aparecían con frecuencia en importantes revistas y diarios cubanos de la década de 1950, tales como Lux, Carteles, Vanidades, Colorama, Patria, Bazar, así como en los periódicos Avance, El País, El Mundo y Diario de la Marina. Su sección “Disquisiciones femeninas”, que publicaba el semanario dominical El País Gráfico tuvo una gran aceptación de lectores en aquellos tiempos. Asimismo fue colaboradora oficial de la popular revista habanera Romances. Ha publicado varios libros, entre ellos, El caracol y el tiempo (Poesía, 1992); El veranito de María Isabel y cuentos para insomnes rebeldes (Novela y cuento, Miami, Editorial Ponce de León, 1996); Labios sellados (Novela, Premio Internacional “Alberto Gutiérrez de la Solana”, del Círculo de Cultura Panamericano 1999, 2001); Casino azul (Novela, Universidad Autónoma de Baja California Sur, 2004); y más recientemente Risas, confeti y serpentinas, una historia familiar. Reside en la ciudad de Northridge, California.

 

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Carmen Alea Paz (La Habana, Cuba). Narradora y poetisa, traductora, conferencista y profesora de idiomas. Cuenta con una maestría en lengua y literatura española e hispanoamericana. Ha sido profesora de español y literatura de la Universidad de Northridge. Ha recibido premios y menciones tanto en Cuba como en Estados Unidos. Cuentos, artículos y ensayos suyos aparecían con frecuencia en importantes revistas y diarios cubanos de la década de 1950, tales como Lux, Carteles, Vanidades, Colorama, Patria, Bazar, así como en los periódicos Avance, El País, El Mundo y Diario de la Marina. Su sección "Disquisiciones femeninas", que publicaba el semanario dominical El País Gráfico tuvo una gran aceptación de lectores en aquellos tiempos. Asimismo fue colaboradora oficial de la popular revista habanera Romances. Ha publicado varios libros, entre ellos, El caracol y el tiempo (Poesía, 1992); El veranito de María Isabel y cuentos para insomnes rebeldes (Novela y cuento, Miami, Editorial Ponce de León, 1996); Labios sellados (Novela, Premio Internacional "Alberto Gutiérrez de la Solana", del Círculo de Cultura Panamericano 1999, 2001); Casino azul (Novela, Universidad Autónoma de Baja California Sur, 2004); y más recientemente Risas, confeti y serpentinas, una historia familiar. Reside en la ciudad de Northridge, California.

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