De vez en cuando, uno se entera de cosas que dejan pasmado. Resulta que el Colegio de Médicos de Barcelona ha cancelado este año el curso de homeopatía que se impartía allí ¡desde hace 13 años!, y sorprende cómo se haya podido institucionalizar por más de una década esa patraña antes de reconocer, como ha sucedido, que carece de refrendo científico. Algo similar ha ocurrido en la Universidad de Valencia y su master del mismo engañabobos. A día de hoy, nadie se extraña de negocietes a expensas de los incautos, pero que organismos oficiales colaboren a la difusión de paparruchas merece una reflexión que lleva a preguntarse, después de tantos años propagando memeces, si tal vez los directivos estaban capacitados para ejercer de tales.
Las que llaman terapias alternativas o complementarias, según convenga, son en el mejor de los casos un sacadineros y, en el peor, pueden comprometer la eficacia y operatividad de esa que los perroflautas designan despreciativamente como “Medicina ortodoxa”. Somos muchos quienes pensamos que, en cuanto a la salud y su quebranto, debiera prohibirse, por respeto a la ciudadanía, cualquier publicidad engañosa.
No obstante, ya hemos hecho callo tras escuchar de la baba de caracol contra las patas de gallo, el Actimel “Porque hay que estar vitales”, Pantene para el cabello “Con quince veces más nutrientes” (?) o el motivo por el que las mujeres son, en conjunto, de talla algo menor que la masculina. Resulta que durante la ovulación -escuché decir-, ellas fabrican feromonas que eliminan por el cogote, y éste conviene se sitúe a la altura de la nariz del varón con objeto de estimular su líbido merced al olor. Sin embargo, y en tratándose de enfermedades, no debieran promocionarse otras alternativas terapéuticas que las basadas en la evidencia, lo que no es el caso para la homeopatía. Y que ello haya sido ignorado por el Colegio de Médicos, convertido hasta ayer mismo en difusor, dice bastante poco en su favor.
Pese a todo, algo he sacado en limpio, y es descubrir la similitud en los vericuetos mentales que emplean algunos, y equiparo aquí a los dirigentes colegiales con muchos políticos, a la hora de redactar sus programas electorales y explicar su fracaso: la misma línea argumental, con parecida objetividad -o su ausencia- que la empleada para defender los crecepelos, energías positivas, cremas antiedad o la homeopatía. ¡Vaya con el Colegio de Médicos!
