EE.UU. y Cuba: la “realpolitik” de Barack Obama

Written by on 29/05/2015 in Critica, Política - No comments
Política. Crítica.
Por Roberto Álvarez Quiñones…
Barack Obama 3

El presidente Barack Obama disfrutando un tabaco cubano. This caricature of Barack Obama was adapted from a Creative Commons licensed photo from Steve Jurvetson’s Flickr photostream. The hand and cigar were adapted from a Creative Commons licensed photo from Elvert Barnes’s Flickr photostream.

La política del presidente Barack Obama hacia Cuba en rigor no es

tan nueva como parece a primera vista

Como al actual inquilino de la Casa Blanca parece no importarle mucho que está tratando con la única dictadura comunista del continente, es el primero de los 11 presidentes estadounidenses desde 1959 que se ajusta al pie de la letra a lo que se conoce como realpolitik, palabra alemana que significa pragmatismo político a ultranza, y que se sintetiza en una frase de John Foster Dulles, Secretario de Estado con el presidente Dwight Eisenhower en los años 50: “Estados Unidos no tiene amigos, sino intereses”.

Dulles lo que hizo fue resumir otra frase pronunciada por el también Secretario de Estado John Quincy Adams, pero en 1823, cuando sentenció: “Estados Unidos no tiene amistades permanentes, sino intereses permanentes”. También del imperio británico dijo algo parecido Lord Palmerston, primer ministro de Inglaterra a mediados de siglo XIX.

Adams aquel mismo año enunció la política de la “fruta madura”, según la cual por gravitación geográfica inevitable Cuba al separarse de España sería parte de la Unión Americana. Y también en su fecundo 1823 el pragmático Adams elaboró la tesis de “América para los americanos”, que se llamó Doctrina Monroe porque era James Monroe el presidente y no Adams, quien lo fue dos años después. En pocas palabras, esa doctrina significaba: colonialistas europeos, fuera del continente americano.

De manera que en relación con Cuba, por primera vez desde que Fidel Castro asaltó el poder, el Gobierno de la más antigua y sólida democracia moderna se enfoca en abrir el camino a los empresarios estadounidenses para que hagan negocios en Cuba, no importa si hay allí una tiranía comunista.

Obama considera que si europeos, chinos, rusos y brasileños quieren meterse en la isla, con más razón deben hacerlo sus vecinos más cercanos. El mandatario y sus asesores no ven ninguna diferencia entre hacer negocios con China o Vietnam, igualmente con Partidos Comunistas en el poder, que con Cuba.

Esa realpolitik tiene cierto parentesco con el cínico pragmatismo del filósofo estadounidense William James (1842-1910) y que se sintetiza en una insólita sentencia suya: “Solo es verdad lo que me es útil”.

Pero en el caso de los Castro no hay un parentesco, sino que es James el guía doctrinario de la dictadura. En su filosofía se basan los medios de la isla y el gobierno para la manipulación de la realidad: si algo es verdad pero no conviene al régimen, es mentira; si es mentira pero conveniente, es verdad. Y punto.

Otro objetivo de la Administración Obama es que con el deshielo La Habana-Washington mejoren las relaciones de Washington con América Latina en general. Pero ello no va a ocurrir en forma significativa mientras la mayoría de esos gobiernos sean izquierdistas y antiestadounidenses.

En el caso de los Castro, la realpolitik se expresa en la necesidad de tener un asidero al que agarrarse ante el cada vez más incierto futuro de Venezuela, mecenas de Cuba.

De una u otra manera los gobiernos actúan como lo definieron Adams y Dulles. Sólo en tiempos de guerra, o de catástrofes naturales los estados actúan solidariamente en tareas puntuales. Y también en las entregas de ayuda humanitaria a países con crisis alimentaria o con gente muy necesitada, y en la lucha contra el terrorismo, o la protección del medioambiente, etc.

¿Más amigas?

A fines de la II Guerra Mundial, con sus 67 millones de muertos y una destrucción material sin precedentes, hubo consenso internacional en que las naciones debían ser más “amigas” y coordinar políticas para evitar una hecatombe humana como la ocurrida. Y así en junio de 1945 un total de 51 países firmaron en San Francisco la Carta de las Naciones Unidas. Surgió la ONU.

Sin embargo, nació tarada por el derecho de veto en el Consejo de Seguridad, el único órgano capaz de aprobar resoluciones de cumplimiento obligatorio para los estados miembros. Ese privilegio de poder vetar, que paraliza constantemente a la ONU, fue la condición sine qua non que exigieron las cinco grandes potencias vencedoras en la guerra para crear la entidad política global. Y sin ser muy “amigas” se constituyeron en miembros permanentes del Consejo de Seguridad: EE.UU., Gran Bretaña, Francia, China y la Unión Soviética (hoy Rusia).

Con la expansión geográfica del comunismo y la guerra fría no cuajó del todo el plausible propósito de la ONU. La realpolitik lo impidió. Con la descolonización de Africa y Asia, y la independencia de otros territorios se cuadruplicó su membresía y hoy la organización tiene 193 países, que muy poco pueden lograr, salvo recomendaciones que nadie cumple. La entidad ha quedado más bien para la asistencia humanitaria en casos de crisis, o el despliegue de “cascos azules” en zonas de conflicto.

¿Internacionalismo?

Por lo demás, mientras más poderoso es un país, menos amigos y más intereses tiene; no importa la ideología. ¿Era por internacionalismo proletario que la Unión Soviética subsidiaba al castrismo y pagaba la libra de azúcar a 45 centavos cuando se cotizaba a 4 centavos en el mercado mundial?

Moscú pagaba, y caro, porque Cuba era su plataforma en el corazón del continente americano para expandir el comunismo y la influencia soviética en la región, y porque era su base de inteligencia y contrainteligencia en las narices mismas de EE.UU., entre otras razones.

No fue por solidaridad revolucionaria que Fidel Castro sembró de guerrillas y quiso incendiar Latinoamérica con la ayuda del Che Guevara, sino para convertir a Cuba en el centro ideológico y político de la región y vivir luego a expensas de las naciones liberadas de la “explotación imperialista”. ¿Subsidia hoy Caracas a La Habana por solidaridad, o porque el chavismo sin la dirigencia cubana no puede sobrevivir?

Y al colocar 36,000 médicos cubanos en Venezuela y Brasil, sin sus familias, los Castro no lo hacen por solidaridad con los pobres, sino porque esa es la principal fuente de ingresos en divisas –quintuplican los ingresos por el turismo– que tiene la arruinada economía cubana, y porque a la vez concientizan ideológicamente a decenas de miles de personas.

Blindaje estratégico

Lo peor es que el gobierno castrista aplica realpolitik a su propio pueblo. El bienestar de los cubanos —empobrecidos a nivel africano—, y la restauración de los derechos y libertades ciudadanos no cuentan a la hora de hacer política en La Habana. Lo que le importa a la Junta Militar es mantenerse en el poder.

Es por ello que la élite histórica de la Sierra Maestra realmente no quiere una normalización total de relaciones con EE.UU., sino que se levante el embargo, tener acceso a créditos internacionales, recibir dinero de los turistas estadounidenses y capitales. Le preocupa que, pese a los controles que se impongan, “demasiados” lazos con EE.UU pudieran crear una situación que la desborde. Muchos dentro de la casta dirigente abogan por una mayor flexibilización económica, hacia un modelo más liberal que el raulista (¿el chino? ¿el ruso? ¿ambos combinados?).

Para evitar que se abra una eventual caja de Pandora desestabilizadora, el dictador insiste en que el proceso de deshielo tiene que ir despacio. Para “no cometer errores”, como admitió sin tapujos al regresar a La Habana, luego de su periplo por varios países y de recibir el muy amistoso espaldarazo político del papa Francisco en el Vaticano.

O sea, la jerarquía castrista quiere blindarse primero con leyes, prohibiciones y controles de todo tipo para maniatar a los cuentapropistas y a toda la población en general. Pero aun así, algunos generales y burócratas comunistas se preguntan si de veras podrán lograr ese blindaje y nada se les va ir de las manos.

Obama, a su vez, piensa que los controles internos serán insuficientes para soportar la presión interna e internacional que tendrá el régimen, y que el castrismo se verá arrastrado a hacer cambios políticos. Al menos con los Castro a cargo, es muy difícil que eso suceda. Tiene que haber un nuevo liderazgo político en Cuba para que ello ocurra.

Mientras tanto, la estrategia del general sin batallas y su gente es que funcione exitosamente el blindaje que ahora arman para mantenerlo todo bajo control.

[Tomado de ContactoMagazine.com]

Roberto Alvarez Quiñones

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About the Author

Roberto Álvarez Quiñones (Cuba). Periodista, economista, profesor e historiador. Escribe para medios hispanos de Estados Unidos, España y Latinoamérica. Autor de siete libros de temas económicos, históricos y sociales, editados en Cuba, México, Venezuela y EE.UU (“Estampas Medievales Cubanas”, 2010). Fue durante 12 años editor y columnista del diario “La Opinión” de Los Angeles. Analista económico de Telemundo (TV) de 2002 a 2009. Fue profesor de Periodismo en la Universidad de La Habana, y de Historia de las Doctrinas Económicas en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales (ISRI). Ha impartido cursos y conferencias en países de Europa y de Latinoamérica. Trabajó en el diario “Granma” como columnista económico y cronista histórico. Fue comentarista económico en la TV Cubana. En los años 60 trabajó en el Banco Central de Cuba y el Ministerio del Comercio Exterior. Ha obtenido 11 premios de Periodismo. Reside en Los Angeles, California.

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