Política. Crítica.
Por Roberto Alvarez Quiñones…
Soy de los que no se hicieron ilusiones con el VII Congreso del Partido Comunista (PCC) y por eso no me sorprendió lo allí ocurrido, y que cayó como un jarro de agua helada sobre todos los cubanos y los analistas de todo el mundo que esperaban buenas noticias para el inicio de cambios importantes en la isla.
No solo el evento no aportó nada para mejorar la vida de los cubanos, sino que se orientó a prohibir o paralizar los cambios y empeorar la devastadora crisis nacional que asfixia al país.
Si me pidieran resumir en pocas palabras el balance final diría que el congreso fue una declaración de guerra del dictador y su Junta Militar a cualquier cambio en la isla que signifique progreso para el pueblo cubano, y la erosión –por mínima que sea–, del control enfermizo que de la sociedad cubana tiene el régimen.
El congreso marcó un reforzamiento de las posiciones más inmovilistas y constituyó la más descarnada evidencia del divorcio entre los jerarcas de la dictadura, que al disfrutar de la “dolce vita” se niegan a hacer cambios reales, y el pueblo cubano que los necesita desesperadamente.
Nunca compartí las expectativas optimistas que tenían muchos, fuera y dentro de la propia isla acerca de lo que iba a pasar en el VII congreso del PCC. Por citar un caso, unos días antes del cónclave la agencia noticiosa española EFE entrevistó en La Habana al conocido académico Esteban Morales, quien vaticinó que en el evento iba a haber un profundo análisis y debate sobre la propiedad privada.
Por el contrario, se aprobaron mayores restricciones a los cuentapropistas. Incluso se decidió prohibir no sólo la concentración de la propiedad privada, sino de “riquezas”, una palabra que no estaba incluida en los Lineamientos del congreso de 2011. Al igual que hizo su hermano Fidel en 1968, ahora en pleno siglo XXI el general Castro acusó a los emprendedores de “actitudes inescrupulosas” y de que “piensan sólo en ganar cada vez más“.
Nada con los Castro
Tampoco se aprobó darle personalidad jurídica y reconocer a los cuentapropistas como propietarios de pequeños negocios. El dueño de un paladar, digamos, seguirá recibiendo una licencia a título personal como “vendedor de alimentos”. De propiedad privada, nada. Y ni hablar de poder importar o exportar mercancías o comerciar con empresas extranjeras.
El mensaje más claro del VII congreso fue que mientras los Castro ostenten el poder no habrá cambios verdaderos en la isla. Muchos se niegan a entender que ambos hermanos son el problema y no la solución. Ellos hundieron al país y no lo van a salvar. Una cosa es pensar lo que ellos debieran hacer para que el pueblo cubano progrese, y otra es lo que ellos hacen y harán.
En ningún país comunista la vieja guardia dirigente inició ningún proceso de reformas profundas. En China fue sólo después de la muerte de Mao Tse Tung que comenzaron las reformas económicas. En la Unión Soviética no fueron Brezhnev, Andropov, o Chernenko quienes lanzaron la perestroika y la glasnot, sino Gorbachov, un líder más joven y sin las ataduras al pasado estalinista que tenían sus antecesores. En Vietnam, el “Doi Moi” (renovación) se produjo luego de que los ancianos dirigentes de la época de Ho Chi Minh murieron o se retiraron por enfermedad. ¿Por qué creer que en Cuba va a ser diferente?
Congelamiento del “deshielo” Cuba-EEUU
Con respecto al “deshielo” y la normalización de las relaciones con Estados Unidos el congreso lo que hizo fue paralizar todo el proceso hasta nuevo aviso, y regresar a la vieja retórica de “plaza sitiada”, el “enemigo imperialista” y el “imperio yanqui”, pese a los gestos amistosos y las concesiones del presidente Barack Obama y su declaración de que EE.UU no es enemigo de Cuba.
Este congelamiento del “deshielo”, y valga la paradoja, creo que tiene dos motivos básicos. En primer lugar, los Castro y toda la gerontocracia están muy preocupados con el acercamiento de EE.UU a Cuba, y encima se asustaron mucho con la visita de Obama, su gran popularidad en la isla y con su discurso por la TV. Por eso le ordenaron al canciller Bruno Rodríguez (le tocaba a él por su cargo) que en el congreso calificara la visita del mandatario norteamericano de “ataque” a Cuba. Y así lo hizo.
Por otra parte, como el mandatario norteamericano aclaró que ya hizo todas las concesiones unilaterales que él podía hacer y ahora dependerá del Congreso el levantamiento del embargo, el dictador y su gente no pueden seguir pidiendo villas y castillas sin dar nada a cambio, que era la estrategia aplicada hasta ahora. Sin mover ficha.
Es posible que ahora, en vista de las circunstancias, el régimen quiera presionar al Congreso con la posibilidad de desatar un nuevo éxodo tipo Mariel, si no pone fin al embargo en un corto plazo.
Raúl encabeza la ‘línea dura’
La confirmación de los dinosaurios históricos en el Buró Político (menos Abelardo Colomé) y en particular la ratificación de Machado Ventura –cumple 86 años en octubre– como Segundo Secretario del PCC y número dos del país, fue otra clara expresión de la vocación jurásica de la élite partidista.
En cuanto a Raúl Castro, que no parece decidido a retirarse también del PCC en 2018, pienso que es necesario aclarar que es falsa la imagen de hombre pragmático y más moderado que otros comandantes históricos de “línea dura” que ofrecen los medios de comunicación en todas partes.
Es todo lo contrario. Raúl es quien encabeza el ala más troglodita, estalinista e intransigente dentro del Buró Político y de la Junta Militar. El general cumple cabalmente la misión que le encargó su amantísimo hermano.
Algo que ha pasado casi inadvertido, pero creo importante, es el anuncio hecho por Raúl de que al Comité Central del Parrido (columna vertebral político-administrativa de la dictadura) sólo podrán entrar personas con menos de 60 años, y que la edad máxima para tener cargos de dirigente en el PCC será de 70 años.
Eso huele a un primer paso en la preparación institucional del terreno para que Alejandro Castro Espín, de 50 años, sea el futuro faraón, al frente del PCC, aunque no del Estado, cuando su padre considere que ha llegado el momento. Si lo logra o no, está por ver, pero esa es la intención del general.
Reforma constitucional ¿qué hay detrás?
Pienso que en igual sentido apunta la anunciada reforma de la Constitución, que bien puede enfocarse en quitarle al Presidente del Consejo de Estado la responsabilidad de Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), como establece actualmente la Carta Magna socialista; y separar los cargos de Presidente del Consejo de Estado y el de Presidente del Consejo de Ministros para que sean ocupados por personas diferentes y no por una sola como hasta ahora.
Viendo al trasluz esa futura enmienda constitucional se van despejando dudas acerca de que cuando Castro II en 2018 deje su cargo de Presidente del país lo podría sustituir Miguel Díaz-Canel como Jefe del Estado, pero ya sin ostentar el todopoderoso cargo de Comandante en Jefe de las FAR y tal vez tampoco el de jefe de Gobierno, que sería el Primer Ministro, quien podría ser también el Jefe Supremo de las FAR.
O sea, dentro de dos años Díaz-Canel podría ser una versión actualizada de Osvaldo Dorticós, o de Manuel Urrutia, los dos presidentes de “mentiritas” que no tenían poder real alguno. ¿Y quién podría ser ese jefe de gobierno y militar mayor del país? Es una buena pregunta, pero ya sabemos cuáles son los planes del general Castro con su único hijo varón, Castro III.
Por último, si algo evidenció la desconexión del PCC con el pueblo que dice representar fue que del VII congreso no salió ni una sola palabra de aliento y esperanza para los cada vez más frustrados jóvenes cubanos, que ahora van a rechazar con más fuerza todo lo que representa el castrismo.
Tendrán más deseos de irse del país. Esa sangría dramática de jóvenes cubanos que van a buscar en otras tierras las oportunidades de una vida mejor que les niega la dictadura en su suelo natal es uno de los mayores crímenes de Fidel y Raúl Castro.