“Abrí la vida/líricos muertos insepultos”, poemas de Rafael Bordao

Written by on 07/12/2013 in Literatura, Poesia - No comments
Poesía.
Por Rafael Bordao…

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Escombros en la noche

(Para Reinaldo Bragado Bretaña)

               “más perlas en la escoria”

                -Juan Ramón Jiménez

Oh bienaventurados

los que deambulan con lentitud y mansedumbre

por las impuras calles de las urbes,

embelesados bajo los sucesivos aguaceros

de tanto poetizar entre los hombres,

extasiados de vivir en el limbo

sin más patria que el olvido,

buscando en los escombros de la noche

la identidad y el recuerdo.

 

Oh bienaventurados

los que buscan en el confín del orbe

la pulsación del infinito,

los filamentos del alma que se pudre

entre el polimorfo vulgo,

emboscados por una mixta soledad

de inequívoco desamparo,

donde a menudo los rostros se confunden

con las mercancías del mundo.

Detritus de Manhattan

 Y toda isla huyó…

                                         San Juan

De noche

la isla desaparece

y se ahonda en la conmemoración

oscura de los reproches,

se llena de mendigos

que no recuerdan que han sido felices,

que alguna vez tuvieron un durazno

anónimo entre sus dedos,

un cacho de pan célebre

y unos labios apacibles.

Vivisección de la Gran Manzana

 a Gerardo Piña-Rosales

En invierno Manhattan queda desmaquillada.

La ciudad desentierra sus retratos de hielo

sus falsos alicientes de saliva

desteñidos con la baba de las brujas

que deambulan con sus lánguidos ropones

sus gélidas y fatídicas mortajas

con las que embelesan y estrangulan.

 

La nieve ¿qué es la nieve?

sino un póker de hielo transubstanciado en confetis

blancas expediciones que hábilmente van cayendo

sobre la inexactitud de los hombres;

las palomas son apenas unos chismes

que se recuerdan con bronquitis

encubiertos adversarios que murmullan

sus desventuras en el callejeo;

 

los cuervos son los bufones del parque

los tránsfugas más pobres

que desertaron de la alquimia

roncos y carbonizados;

 

las ardillas parecen carnosidades

que han nacido del susto y la consternación

coágulos de sueños desdibujados

que se desclavaron con el frío;

 

los hombres ¿qué son?

sino perecederas pieles que transportan

sus crecientes y puntuales apetitos

sus fúnebres reminiscencias de carbón

entre profanos rascacielos;

 

huyen tras sus borradas fisonomías

estremecidos por el vertiginoso torbellino

de la erotomanía y el dinero.

 Memorias del Niágara

                                           a Laura

Aguas capitales y turbulentas

que no callan sus nervios al que presiente

su afinidad secreta de romperse

en cada instante en cada vuelta

sangrando el epitelio de las horas;

aguas que desmontaron sus brazos

para desmoronarse en la boca del enigma

y poseídas por una combustión clandestina

derraman sus profusos bienes

ante los puntuales ojos del testigo;

 

aguas resueltas y desolladas

que le dejan al público su último reclamo

su atávico ronquido de embestir los escollos

su difusa y remolcada efervescencia

de vertiente y esencial vocabulario;

aguas trémulas y precipitadas

que perdieron el juicio y la conciencia

y se inundaron de intranquilas torceduras

a fuerza de evadirse y de arrojarse

a la vetusta sed del precipicio;

 

aguas que fueron deportadas

y heredaron el divorcio y el grito

pero se prolongaron en la boda

y se enfurecieron y se desnudaron

antes de recibir el nupcial empujón;

aguas que no se salvarán del abandono,

ni de la agitación ni del tajo

y a fuerza de impetuosas aventuras

se abren paso entre la sucesiva indolencia

de las piedras y los golpazos;

 

aguas que no se cicatrizan

por su tenaz inmigración entre las rocas

en donde dejan sus fulgurantes disputas

sus galopantes colmillos diluvianos

que se derriten desahuciados en la intemperie absoluta;

aguas atávicas y rotas

que desconfían del tatuaje de las fotos

y se escapan de los andróginos retratos

donde la eternidad filtra su tinta

tan sólo para quedarse con nosotros;

aguas pasajeras y estentóreas

que le devuelven los aplausos al viajero

que se detiene a mirar el delictivo derrame

la demencia que resplandece y se desploma

en su desaforado y ágil caudal;

aguas gnómicas y letíficas

que se bebieron de un trago las palabras

cuyas goteras de peces lesionados

se atropellaron en la garganta del testigo

agazapado entre escombros de iluminación;

 

aguas indomables y elocuentes

que transforman la escritura del naufragio

en un ballet de anfibios gluteos

por donde fluyen lívidos heliotropos

ahogados en el torneo de la fama;

aguas que prefirieron dar el salto duradero y nutricio

y echar las entrañas apasionadamente

en la ebriedad donde vagabundean los pájaros

que le arrancan al chorro ininterrumpido y ufano

los coágulos indefensos de gluglú.

 Distancia VII

Garde tes songes: Les sages

n’en ont pas d’ aussi beaux

que les fous!

Charles Baudelaire

De mi sueño longevo conservo los ojos inocentes:

desperté como un despojo vegetal a la deriva

entre huesos de canoa y verdes eructos de sapos

en una presagiosa playa de existencias fallecidas:

en mis pupilas había un flujo patético de marea

y un pez de mercurio hipnotizado:

sudé algas visiblemente empobrecidas

y esputé dermis de conchas estranguladas

por una rabia cautiva de petróleo

en una ambigua atmósfera de cábalas.

 

Entre guarismos de arena

y una nata salobre de burbujas,

descubrí un remoto santuario submarino

con tórridas anatomías

de caracoles erosionados.

 

 

Con mis sueños asiduos

voy nutriendo una periférica vigilia

de rescate.

 Distancia VIII

 

Abrí la vida

una mañana de escobas subyacentes

y hallé un imperio mudo

de cigarras decapitadas.

A veces pienso en barcos

que me lleven lejos de estos largos aullidos,

de esta atmósfera de cadáveres enfáticos

y de estos líricos muertos insepultos.

 Instrucciones para un joven poeta

 Da miedo ser poeta; da miedo ser un hombre consciente

del lamento que exhala cuanto existe.

Gabriel Celaya

Lo primero que debe hacer

un auténtico poeta

es lavarse bien la boca

(auto recetarse gárgaras)

y ponerse los zapatos

más estables y oscuros;

 

luego

echar a andar por el planeta

tomando el pulso de cada cosa,

escudriñando toda respiración,

auscultando el sonido de las emociones

y llevar siempre consigo una lupa

como el más eficaz amuleto

contra espíritus sospechosos;

 

después

cantar, sí cantar (y no muy alto)

no sea que se ofenda algún pájaro

soñoliento en una rama

y comience a graznar sobre tu cabeza.

 

Rafael Bordao

 

 

 

 

 

 

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About the Author

Rafael Bordao, Ph.D. (La Habana Vieja). Poeta, escritor, editor y profesor cubano. Autor de numerosos poemarios: Proyectura, El lenguaje del ausente, Los descosidos labios del silencio, Escurriduras de la soledad / Last Drops of Loneliness, Libro de las Interferencias, Los despojos del sueño / The Debris of Dreams, entre otros. Es miembro del PEN Club de Cubanos en el Exilio. Ha publicado dos libros de ensayos y su poesía aparece en más de cuarenta antologías. Ha sido parcialmente traducido al inglés, francés, italiano, portugués y hebreo. Ha merecido numerosos premios literarios, entre ellos la distinción “Homme de Lettres” de la Academia francesa de Arte-Ciencia-Letras (1998), y el Premio Internacional “Fernán de Esquío” (España, 1998). Fue fundador y editor de la revista La Nuez (1988-94) y actualmente dirige desde Nueva York la revista Sinalefa (2002 – Presente). Email: edarcas@yahoo.com

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